Ser padre: La universidad de la vida
Para el año 1997, ya en mi último semestre en la universidad y dando mis primeros tropiezos en esta carrera del periodismo, me quería comer el mundo y apenas tenía dientes. En ese momento, deseaba hacer tantas cosas que ni por mis más remotos pensamientos se había asomado la idea de ser papá.
No era algo que estaba en mi agenda de vida, ni inmediata ni a largo plazo. Nada en contra de ello, simplemente nunca pensé que fuera para mí.
Sin embargo, poco a poco mi alrededor se fue llenando de risas inocentes. De los primeros en aparecer fue mi sobrino y ahora ahijado, Víctor Jomar Guzmán Jiménez. Luego, algunos amigos comenzaron a ampliar sus familias y un día, mi vida dio un giro de 180 grados. Un 4 de julio (sí, leyó bien, 4 de julio) sonaron las campanas de la parroquia Santa Rosa de Lima de Rincón y me casé con quien ahora es mi esposa, Mari Valentín.
Sin darme cuenta, estaba a un paso de lo que jamás pensé que pasaría.
Una mañana de enero, hace poco más de cinco años, cuando el mundo empezaba a embriagarse con el elixir de “Despacito’’, Itzamara Jiménez Valentín abrió por primera vez los ojos -y la boca, porque gritó como si se fuera a terminar el mundo, cuando apenas empezaba- en una sala de parto del hospital La Concepción de San Germán.
Al principio, como todo padre primerizo, llegan las primeras dudas: ¿Por dónde la agarro? ¿Estará respirando? ¿Alguien tiene un libro de instrucciones? Otras, más profundas, me preocupaban mucho más: ¿Podré con esta nueva responsabilidad? ¿Lograré darle lo que necesita? ¿Cómo encaminarla para que sea un ser humano de bien?
Como si fuera poco, Itzamara nació en tiempos convulsos: a los seis meses pasó por aquí María. Ella no se enteró, pero nosotros sí. Y no hay que recordar lo difícil que fue ese tiempo para todos en este país. Imagínese con una recién nacida.
Todavía no corría bien cuando el mundo se movió bajo sus pies. Los terremotos del 2020 y sus réplicas la despertaron más de una vez y también la llenaron de miedo. A ella y a todos.
Y casi la mitad de su vida la ha pasado con una mascarilla cubriendo su nariz y su boca. Apenas tiene una noción del mundo sin eso que llaman covid-19 y sus complicaciones.
En cuando a nosotros, ser padre después de los 40 años tiene sus ventajas y también sus retos. Tenemos más experiencia de vida, podemos afrontar situaciones con más cordura y aplomo y se supone que sea más fácil establecer prioridades (ojo, nada de esto está garantizado, y menos conmigo).
Por otro lado, lo admito, tengo menos fuerza física para seguirle los pasos a una chica que parece que le robó las energías a toda su generación.
En menos de lo que se dice amén, comenzó el corre y corre: clases de natación, de gimnasia, la escuelita, de vez en cuando una escapadita a la playa (una de sus pasiones) y ahora, lo nuevo: organizar “jangueos” con sus amiguitos de pre-kinder, sea para ir al Trampoline Park, la playa o donde se les ocurra.
La música, gran reto en estos días, es otra experiencia única. En esta casa donde lo ‘’retro’’ siempre está de moda, pasamos de ‘’Baby Shark’’ y ‘’Había un Sapo’’, a solicitar en el carro música de Bob Marley, Michael Jackson, Madonna y más recientemente, Shakira y Residente.
Todavía no he logrado que me pida algo de Ismael Rivera o Rubén Blades, pero no pierdo las esperanzas.
Y ni hablemos de la tecnología, que cada vez me das más miedo. Cuando intento entender un juego de Nintendo Switch, ya salieron dos versiones nuevas… ¡Y más caras!
Sin embargo, poco más de cinco años después de aquella mañana de enero, aunque la vida se puso patas arriba y se llenó de incertidumbre, sin duda es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida.
¡Qué mucho he aprendido y qué mucho me falta por aprender!
Eso… que cuando salía de la Universidad jamás en mi vida pensé que sería padre. Hoy me doy cuenta de que ser padre es la mejor universidad que me ha dado la vida.
Lester Jiménez es periodista de NotiCel.-
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Hoy celebramos el Día del Padre. NotiCel ha procurado para sus lectores las experiencias de un grupo de hijos y padres, figuras públicas, plasmadas en un grupo de columnas que publicarán durante todo el día. Felicitaciones a todos.