2 de junio: colapso despampanante del bipartidismo
"Ambas formaciones, o más bien, deformes partidos políticos, emprenden ahora un vía crucis hacia una unidad interior inalcanzable e insostenible", opina el licenciado Víctor García San Inocencio.
El domingo 2 de junio de 2024 será recordado en el futuro como el día en que el PNP y el PPD sufrieron en sus primarias un colapso despampanante y decisivo.
Nadie triunfó en esas deformaciones políticas. En las colonias que han perdido el brillo de su falso esplendor, donde nada funciona como debiera, pues pierden continuamente riqueza humana, social y material, y la capacidad para generarla, retenerla y aprovecharla equitativamente, el colapso hacia adentro y hacia afuera es su característica distintiva.
El proyecto colonial que es Puerto Rico, ha estado colapsando cada vez más aceleradamente en lo que va de siglo en su modelo político, económico, demográfico y social. Ha sido una implosión frenada a tientas con respiración artificial robusta, mientras convino a los intereses de EE UU.
La entelequia que existe sólo en los libros de historia llamada Estado Libre Asociado, desahuciada y obsoleta, manifiesta todas sus patologías de manera cruda. Nada funciona. La disfuncionalidad es ya inoperancia pura. Mientras tanto, el país centrífugo se encoge, su capital social y económico se fuga, su gravitación financiera depende de hilos externos de muy poco arraigo que todavía atenazan, compran y ciegan a quienes son gobernantes de ocasión.
La primaria del 2 de junio marca el colapso brutal del bipartidismo que ya venía manifestándose fuertemente desde el ciclo electoral anterior. En el PNP, una horda interior de buscones inconformes, venció a la horda depuesta, la cual sólo cortó durante los pasados ocho años el bacalao contractual para unos pocos grandes, y para un ejército de suscriptores en la maquinaria de contratistas y de miles de empleados de confianza del gobierno.
La facción de la horda derrotada en el PNP, por la otra que aspira a imitarla, tenía maquinaria, millones de fondos públicos, recaudos a granel de contratistas y ramas anexas, y todo lo necesario para perpetuar su permanencia en el control del gobierno local. Lo que no tenía, ni tiene aún el PNP es conciencia de su colapso, ni valentía para reconocer el rechazo, ni viabilidad de la estadidad en EE UU, ni del modelo de la dependencia que estrangula al país.
Por el lado del PPD, corresponsable de todo, y actual socio menor del PNP, el desplome no puede ser mayor. Con idéntica carencia de propuestas, sin proyecto político, ni modelo económico y sin identidad, se proyecta como la versión miniatura, dos veces más pequeño que el PNP, a juzgar por el número de electores quienes votaron en sus primarias, atesorando espejismos que ni ellos mismos creen. A la par quienes prevalecieron desahuciaron en brutal edadismo a todo lo que les parece internamente viejo. Llaman Fuerza a su nueva debilidad y han activado la fuga adicional de miles de pasados electores en una caricatura de evento primarista que no fue tan altisonora, más por anemia y debilidad que por otra cosa. Sin pandemia, movilizaron en términos reales, por peores razones y a qué precio, menos electores que en su primaria anterior sin cumplir siquiera sus metas participativas deliberadamente bajitas.
Ambas formaciones, o más bien, deformes partidos políticos, emprenden ahora un vía crucis hacia una unidad interior inalcanzable e insostenible. La operación contentura y pegamento, como la llame en mi artículo anterior, es un sueño imposible. Lo que cae es la nave completa del modelo colonial y el monopolio bipartita de su política, y con ello caen también estas dos vajillas, una azul y otra roja, una popular y otra pnp, incapaces de detener esa espiral descendente hacia la decrepitud.
En el PNP, con un proceso primarista medalla de oro en el insulto y las bajezas, “el paz y amor” no tiene donde resonar, pues poco importaron las advertencias a la hora de los navajazos. El derrotado incumbente , según la aspirante a la gobernación que lo degolló, no tiene que ir a donde ella a buscar la unidad. Ella será quien vaya. Las largas filas de electores saliéndose de ese partido, para emigrar a otros, o no votar en noviembre es impresionante. Pegamento y contentura, objetivo bueno fruto de la ambición eternizada, pero estrategia ilusa.
Descabezado políticamente el gobierno y recibido el mandato de desahucio de todos los jefes de agencia para limpiarlos de la casa, no sobrevivirán ni las cabezas de las estatuas. La horda que le ganó a la otra en el PNP, sabe que ganó la primaria, pero que ya perdió las elecciones. La hiel esparcida y el veneno atragantado marca un muy doloroso camino de cinco meses hasta su derrota definitiva en noviembre.
Sólo le resta a la horda incumbente, hasta ayer invencible, fotutearse lo que pueda, para reducir los despojos que queden. Ahora sí, que se acelerará el huracán de contrataciones, el desamarre financiero por las obras anunciadas y pensadas que no salieron de la mesa de diseño y que se emprenderán a marcha forzada. Un caos se sumará al existente en esa pugna por el control de los activos presentes y por unir los pedazos de la maquinaria que ya desde el domingo está siendo desmantelada.
Con recursos insuficientes, la guerra civil azul que pasa a otra fase, no generará suficiente vapor para avanzar en la campaña. Con muchas cuentas federales pendientes, algunas en la Calle Chardón, otras en la regiones federales y otras en Washington no les quedará saliva ni para lamerse las heridas luego de ocho años consecutivos de desgobierno.
En el PPD, donde han expulsado poco finamente mucha de su materia gris que peina canas, la radiografía de su desintegración organizativa ha quedado expuesta. Pocos funcionarios de colegio, poca articulación, participación menguada, desorientación a granel y algunos puñales ensangrentados.
La combinación es perfecta, pues la tormenta rojiazul del PNP y del PPD ha sido perfecta. Los partidos emergentes que continúan en ascenso vertiginoso, pueden alcanzar y quizás superar la mitad de los votos en noviembre. La aspiración de Jennifer y de Jesús Manuel se traducirá en un segundo o quizás tercer lugar, luego del triunfo a la gobernación del candidato de la Alianza, Juan Dalmau Ramírez.
En mi columna anterior hablé de la fortaleza espiritual que la Alianza debe procurar ante los ataques que se acrecentarán. Si el PNP no tuvo miramientos en su primaria interna para destasajar a sus fraternos, imaginen de lo que serán capaces. Los cientos de miles de ex-electores del PNP y del PPD que ya no están allí, jugarán un papel fundamental con sus votos por los partidos emergentes.
En noviembre se emitirán más votos mixtos y por candidaturas que nunca antes en la historia de Puerto Rico. La búsqueda de esos votos y asegurar que se cuenten todos es un imperativo para Juan Dalmau y la Alianza. Todo ello en medio de una Comisión Estatal de Elecciones, vandalizada por el autoritarismo del PNP y su ley que monopolizó su control administrativo a su favor. Esa es la misma ley electoral que el PPD prometió derogar y luego mansamente apenas retocó.
La resultante de ese mayúsculo chanchullo fue la primaria partía del 2020 del PNP, el voto adelantado-atrasado de la de ayer, y la absoluta disfuncionalidad del sistema electoral en vivo ante incluso los invitados internacionales testigos del fiasco.
Nos esperan cinco meses intensos trabajando para la esperanza, para levantar a Puerto Rico del colapso. Para hacer de la campaña un modelo de educación cívica, aprendizaje, emprendimiento y de cómo se energiza a todo el país.
En noviembre, el único y verdadero voto útil será para Juan Dalmau a la gobernación y para los candidatos de la Alianza. Ayer, será recordado como un día feriado, cuando la decrepitud del bipartidismo pnp-popular quedó expuesta de cuerpo entero y cuando decenas de miles más de electores tomaron la decisión de no votar más por los cómplices del colapso.