Mami, aunque no lo creas, correré el San Blas
El columnista de NotiCel cuenta el proceso de mejorar su condición física y cómo le ha ido en esa aventura.
Tengo recuerdos de mi mamá, de cuando yo era un niño y corría por las calles, y ella me escoltaba conduciendo su guagua tras mis pasos para protegerme de cualquier accidente.
Recuerdo también que era más rápido que resistente, aunque tomaba aquel atletismo callejero como complemento de mi condición física para jugar baloncesto, el deporte con el que crecí, el que me permitió entender algunas de las claves de la vida, en particular, la de que nadie llega demasiado lejos solo.
Pero, en un momento de mi vida, abandoné la práctica del deporte y llegaron los años oscuros. La velocidad se esfumó en una de las múltiples curvas de la vida y los excesos sometieron mi esqueleto a presiones innecesarias y necesité de tallas mayores para ajustar mi silueta.
No obstante, recientemente, no recuerdo si por consejo de mi espejo o por exhortaciones de aquellos que me quieren, decidí comenzar nuevamente a correr, correr para reencontrarme, correr para atreverme a enfrentarme a los espejos y a los cristales de los escaparates sin desviar la mirada, correr para alcanzarme, en definitiva.
Al principio de tan difícil proceso, pensé en dejarlo, pero me impuse progresividad en la distancia y en el ritmo y tuve que comenzar con el “caco” (o sea, caminar-correr, en el argot de los fisioterapeutas). Me ayudé con un plan, sin radicalismos pero con consistencia; dejé un tanto de lado las pócimas espirituosas que sirven en bares y otros locales de recreo y cada semana, al tiempo que la báscula me proporcionaba satisfacciones, el “co” de correr fue ganando terreno frente al “ca” de caminar, hasta que un día conseguí que se impusiera el primero en mis itinerarios, y hasta hoy.
Con el correr, no aspiro a nada más allá de conservar mi osamenta libre de los impuestos de los excesos, a fortalecer mi disciplina, a mejorar mi compromiso de mantener una buena relación con la salud, a madrugar para arañar tiempo al tiempo mismo sin descuidar mis funciones profesionales ni personales.
Desconozco si Dios me ayuda, atendiendo al refranero castellano de “al que madruga, Dios le ayuda”, pero entiendo que me ayudo yo en gran medida, que me siento liviano, consistente, incluso eufórico como este domingo pasado, cuando conseguí terminar el Puerto Rico Sunshine de la Fundación Soy Un Corazón, un 15k que espero me haya servido como fogueo para mi primer gran objetivo, más incluso personal que deportivo, como lo es el medio maratón de San Blas de Illescas, una distancia urbana reconocida por la IAFF (Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo) que no es sino la división por dos del mito pedestre del maratón: 21.097 km.
La 62da edición del medio maratón más importante del mundo –como lo definen sus organizadores–y cuya primera edición data de 1963, me pareció, desde siempre, como uno de esos Everest imposibles de ascender a la vista de mis capacidades adultas, y pese a la llamada interior de correrlo que siempre habitaba en mí, siempre lo posponía para mañana, para el año siguiente…
Pero lo correré este año. Sin pretensiones de marca, con temor, pero con determinación para salvar la atávica Cuesta del Ajoguillo, que, como su nombre sugiere, pone en dificultades a los pulmones de los corredores y, por extensión, a las piernas.
La prueba, más que un reto, constituye para mí una proyección de un nuevo modus vivendi y ¿por qué no?, también operandi. Solo aspiro a terminar, no importa la posición, no importa siquiera el ritmo, novicio como soy en competiciones atléticas urbanas. Tengo garantizado el sudor caribeño, el orgullo de haber sido capaz de atreverme a contravenir mi zona de confort y un cansancio que confío en que no llegue a extenuación porque, con los meses, con los entrenamientos, con el control de la respiración, he aprendido a conocerme y a dosificarme.
No negaré que me ha invadido el gusanillo de la competición que describen no pocos corredores de fondo, pero confío en mantenerme sereno y disfrutar el proceso. En algún momento de la carrera, me he prometido mirar hacia atrás … para comprobar que mami y su guagua siguen protegiendo mi travesía.