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Opiniones

El MVC, el capitalismo y el neoliberalismo

La respuesta de Rafael Bernabe a la reciente columna publicada en NotiCel por el licenciado Jaime Sanabria Montañez.

Rafael Bernabe
Foto: Archivo / NotiCel

Recientemente respondí a un artículo del vicepresidente de Proyecto Dignidad, Juan M. Frontera, en el que acusa al Movimiento Victoria Ciudadana de oponerse al capitalismo y de poner en peligro la libertad individual, entre otros pecados. Cada vez que me aventuro a criticar a Proyecto Dignidad, sale a mi paso su más fiel escudero, el licenciado Jaime Sanabria.

El tema es importante y vale la pena debatirlo. Como Sanabria no explica mi posición, conviene empezar por resumir mis argumentos. Las ideas principales de mi artículo fueron las siguientes:

Primero, el capitalismo tiene como fundamento la desigualdad. En el capitalismo la mayoría de la población está obligada a venderse por un salario, pues no es dueña de fábricas, talleres, maquinaria, comercios o bancos, que son propiedad y monopolio de una minoría. El capitalismo, en lo que a los medios de producción y circulación se refiere, lejos de basarse en la propiedad privada, depende de la expropiación de la mayoría de la población.

Segundo, esa condición de desposesión coloca a la mayoría asalariada en una situación de subordinación, sujeta a las decisiones (contratación, despido, cierre de empresas, traslado de operaciones) y control (organización del proceso de trabajo, horarios, etc.) del propietario o sus representantes. Lejos de permitir el florecimiento y cultivo de sus habilidades y creatividad, esa subordinación la frustra y limita.

Tercero, la competencia entre empresas en el capitalismo las obliga a reducir costos y aumentar la productividad. Por eso, ese sistema se caracteriza por un desarrollo tecnológico sin precedentes. Pero, el mismo imperativo de reducir costos obliga a las empresas a intensificar la explotación del trabajo y de la naturaleza, lo cual incluye alargar la jornada, acelerar el ritmo de trabajo, reducir los tiempos de descanso, precarizar el empleo, entre otras tendencias. Como ejemplo dramático de la destrucción ambiental generada por esa búsqueda incesante de la ganancia privada, mencioné la amenaza para la vida humana que representa el cambio climático.

Cuarto, indiqué que el MVC no es ni socialista ni anticapitalista, pero que sí se opone al neoliberalismo, es decir, al capitalismo salvaje que hemos sufrido desde hace cuatro décadas. Entre sus aspectos se encuentran: la reducción de impuestos a las grandes empresas, la reducción del gasto público social, la privatización de servicios públicos, el debilitamiento de protecciones laborales, las políticas antisindicales, con el consecuente aumento de la desigualdad. Contra eso el MVC defiende políticas contributivas progresivas, la extensión de las garantías y programas sociales, la administración pública de los servicios esenciales, la ampliación de los derechos laborales y la organización sindical.

Quinto, expliqué que los enemigos del MVC se oponen, no solo al socialismo, sino a estas medidas antineoliberales. Son defensores, no ya del capitalismo, sino de ese capitalismo salvaje, cuyas características y consecuencias hemos resumido.

A todo eso, ¿qué responde Sanabria? En primer lugar, nos alecciona sobre cómo el capitalismo ha implicado un extraordinario desarrollo tecnológico. Pero está polemizando con un fantasma. Nunca he dicho lo contrario. De hecho, hemos dicho lo mismo que nuestro interlocutor ahora pretende plantear en contra nuestra.

Escribe el licenciado que, contrario a lo que yo afirmo, partiendo de una época en que la condición de los trabajadores era de “semiesclavitud”, el capitalismo ha permitido reducir la jornada de trabajo y mejorar los niveles de vida. Pero el mismo Sanabria indica que eso se logró gracias a “la creación de sindicatos, la intervención de los Estados y la evolución de las leyes protectoras del trabajo”. Pero, uno se pregunta: ¿por qué ha sido necesaria esta intervención sindical, estatal y legal? Precisamente, porque la tendencia del capitalismo es a extender la jornada, intensificar el trabajo, precarizar el empleo, etc., lo cual era y es mi punto. De otro modo, no sería necesaria la intervención sindical, estatal o legal. A través de esa intervención la sociedad se ha defendido de esas tendencias del capitalismo.

Por lo mismo, las protecciones que se logran contra la voracidad del capital siempre están amenazadas. En Puerto Rico, por ejemplo, se redujeron las protecciones laborales (licencias de vacaciones y por enfermedad, etc.) como resultado de la “reforma” laboral de 2017. Los patronos sueñan con eliminar el concepto de despido injustificado e importar el modelo del “employment at will” (poder despedir sin ninguna consecuencia para el patrono). Si de ellos dependiera, se eliminaría el bono de Navidad, etc.

Supongo que Sanabria, ya que reconoce el progreso logrado gracias a la intervención sindical, estatal y legal, defiende y apoya las leyes y reglamentaciones resultantes de esa intervención. Es decir, que se opone al neoliberalismo que pretende remover esas protecciones sindicales, estatales y legales que ponen un límite a las tendencias del capitalismo salvaje. Pero esto, precisamente, es lo que defiende el MVC, como organización que se opone a las políticas neoliberales. Se pregunta uno entonces ¿por qué tanta guerra de Sanabria contra el MVC? Le aseguro que la defensa de medidas sindicales, estatales y legales para asegurar un mejor nivel de vida para la gente tiene perfecta cabida en las filas del MVC. Eso lo defendemos los socialistas, pero no hay que ser socialista para defenderlo.

En todo, caso, Sanabria debiera polemizar, no con nosotros sino con Frontera. Frontera es quien en su artículo nos ataca por ser parte de la tradición fabiana, social-demócrata y del Nuevo Trato. La tradición fabiana propone reformas graduales y limitadas. La social democracia, como indica Sanabria, no pretende abolir sino reformar el capitalismo. El Nuevo Trato del presidente Roosevelt no era socialista. Sí introdujo medidas como el seguro social, el reconocimiento del derecho a la organización sindical y las primeras leyes de horas extras y de fijación de la jornada normal de trabajo. Y contra eso advierte Frontera describiéndolo como punta de lanza de los que quieren acabar con la “libertad económica” para que el estado lo controle todo. Se asocia con la nueva derecha que rechaza toda intervención estatal como “camino de la servidumbre”, como diría el teórico neoliberal, F. Hayek. Por incómodo que le resulte estar de acuerdo con un socialista, si Sanabria reconoce la necesidad de la intervención sindical, estatal y legal al estilo fabiano, social demócrata o del Nuevo Trato, está más cerca de mi posición que de la del artículo de Frontera.

Por advertir sobre el cambio climático, Sanabria me acusa de “catastrofismo”. Sobre este tema les refiero a la vasta literatura sobre la amenaza que representa el deshielo polar, el alza del nivel y el calentamiento del mar, el cambio de comportamiento de las corrientes marinas, el aumento y la intensidad de eventos extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, huracanes, incendios forestales), la desertificación, la reducción de glaciares y fuentes de agua dulce, la pérdida de especies y biodiversidad, entre otros procesos. Sobre la “agresión a la naturaleza” Sanabria nos tranquiliza afirmando que “también los sistemas capitalistas son conscientes de ella y la palían a través de la propia tecnología”. Por falta de espacio me limito a señalar que hace más de tres décadas sabemos que es urgente detener el aumento y luego reducir la concentración de CO2 en la atmósfera. Pero en esas tres décadas no solo no se ha reducido ni detenido esa concentración, sino que sigue aumentando. Ese el rumbo a que nos condena una economía regida por la ganancia privada a corto plazo. Llámelo usted catástrofe o como prefiera, la palabra no cambia la realidad.

Sanabria no evita algunas excursiones al país de las maravillas. Así plantea que en el capitalismo “cualquier” persona “puede optar por emprender, por salirse de su condición de asalariado”. Le aseguro que si “cualquier” persona pudiera optar por “salirse de su condición de asalariado” hace tiempo que la gran mayoría se hubiese ido a trabajar por su cuenta, según su voluntad e interés, y las empresas no tendrían a quién emplear. El capitalismo funciona precisamente porque la mayoría no tiene posibilidad de escapar a su condición de desposeído y asalariado.

Sanabria nos asegura que solo existen dos opciones: la dictadura del patrono en el taller y del “mercado” en la sociedad o el dominio burocrático y “totalitario”. Es un llamado a la resignación. Pero no estamos obligados a escoger entre los desastres del capitalismo o de la burocracia. Existe otra alternativa: la organización de la producción por los trabajadores mismos y la planificación democrática, para garantizar la satisfacción de nuestras necesidades y la protección del ambiente. Esta democracia tanto política como económica no solo es posible, sino que de ella depende nuestra supervivencia.

Columna relacionada: La ideología impracticable de Bernabe (¿Y del MVC?)