Cataño, Cuqui y el Cano
Columna de Víctor García San Inocencio
Quizás el título de este artículo sea injusto, pues los catañeses no tienen culpa de pasársela eligiendo, salvo una que otra excepción, a alcaldes corruptos encubiertos. Sólo cuando se vota a sabiendas de la incompetencia o corrupción del elegido se es cómplice. Que el recién incumbente apodado "el Cano" haya sido reelecto por tres cuartas partes de los electores en el 2020, no es culpa de quienes viven o votan al lado sur de la bahía. Que el niño símbolo en las redes sociales de las marcas Rolex y Ferragamo haya sido alcalde por cinco años del pueblo de la lancha ---ahora privatizada como todo lo que sabe ($) hacer el gobierno, no importa qué facción lo controle--- tampoco es culpa de los residentes del pueblo de la Pirámide. Los votos se emiten individualmente, cada quien tendrá la cuota de responsabilidad, si alguna, que su conciencia le asigne.
En Cataño la gente es buena, vota cierto es, como ha quedado demostrado, con juicio extraviado y engañada, pero es trabajadora y honrada. Conozco desde mi niñez al pueblo y su gente sufrida, sus luchas contra quienes lo han usado de vertedero industrial y quienes han asediado sus costas, humedales y su territorio escaso. Sé los profundos niveles de pobreza en que vive mucha gente a lo largo del Caño de la Malaria, los residenciales y el casco del pueblo. Por todo ello, me da vértigo la última erupción de vómito gubernativo del municipio, víctima siempre de gobernantes que se la pasan quitando a quienes más necesitan.
Por supuesto, que hay que buscar en otro punto a quienes son directamente responsables, sin eximir de su cuota a quienes lo son indirectamente, pues haber electo, no desde el 2016, sino desde hace cinco décadas, demasiado juntitos a alcaldes corruptos o incompetentes, ha debido servir de reflexión y aprendizaje a cualquier persona razonable. Hay sin embargo, otro actor, cuya responsabilidad podría considerarse directa. En el caso más reciente, el del ascendido chofer cameral, no cabe la menor duda que es responsable de manera cercana la dirección del PNP. Este partido lo acunó, lo elevó, lo celebró, jugó a la gallinita ciega ante sus evidentes tropiezos y excesos ---bimblines, joyas, lujos, guaguas a $4,500 de alquiler mensual, contrataciones cuestionables--- y hasta lo consideraron hecho con el molde del éxito del luego estrellado ex-gobernador en fuga Ricky Rosselló.
Del paso del Cano por la Cámara de Representantes, al norte de la bahía, podría escribirse un libro. De hecho, uno de sus antecesores allí, Wilson Soto, adiestró en las mismas lides corruptas siendo legislador antes por Cataño. Mentores tuvieron ambos, que quizás, no supieron aprovechar. En el caso del Cano, fue la licenciada Charbonnier entre otros, quien le dio buenas oportunidades de crecimiento y aprendizaje. Con la legisladora, poseedora de dotes jurídicos relatados en la jurisprudencia del Tribunal Supremo y en la comunidad, consiguió el catañés ----antes o después--- ver trabado un vínculo familiar laboral que involucró a su esposa que ejercía tareas de confianza en la Corporación del Fondo del Seguro del Estado, conocida por quienes le tienen más cariño por "el Fondo". Como sabemos la presunción de inocencia cobija a todo acusado, aunque no a quien haya sido, o se haya declarado culpable. Mucha atención hay que darle a los patrones y a los patronos. ¿De qué se habrá enterado el Cano sobre Doña Tata?
¿Aprendió el Cano algo como empleado de la Asamblea Legislativa en su estancia durante varios años allí? ¿Lo inspiraron de algún modo el rigor, la excelencia, la rigurosidad, el tesón y la búsqueda del bien común por personas que trabajan allí? o ¿Prevalecieron en su espíritu las bebelatas, los malos ejemplos, el influencismo, el paleo, el fiesteo, jangueo, el chiste y el vacilón de otros, que van de una elección a otra en un maratón de chinchorreo sin devoción al estudio, ni al trabajo, ni a la escucha atenta, ni al juicio ponderado, ni al servicio público? Malas compañías tuvo, sin duda, como la de un abogado contratista que se nombra insistentemente, que de súper asesor de varios legisladores del PNP, pasó a ser contratista de entidades gubernamentales, y luego a hacer poéticamente gran capital en el negocio de la basura.
Pero volvamos al PNP. No estoy diciendo que este será un caso a la carta, RICO Act, que los federales no llevaron... y dejaron pasar, como el de Víctor Fajardo, en el que el Secretario de Educación se involucró en un esquema para levantar millones de dólares de contratistas para su partido político y para sí. Sin embargo, ya se habla de que el Cano ha circulado por las aguas turbias de los donativos de campaña, y es muy difícil que este caso escape de ser también un caso de inversionismo político, una de cuyas puntas sea Cataño.
A medida que pasen las semanas y los meses el hilo de la madeja seguirá desenredándose, se añadirán implicados, se sumarán corruptos, y, si hay arreglos de culpabilidad que estén bien hechos por los fiscales imperiales federales, podrán distinguirse mejor las galerías de la gran mina de corrupción erigida a nombre del PNP, acaso salpicando al PPD, donde el Municipio de Cataño ha aportado una de las vetas. Veo desde el otro lado, la Pirámide, y recuerdo el interrogatorio que le hice a un corrupto contratista apellidado Ventura, de apodo Cuqui, sobre si aquella fue la primera aventura corruptora en la que se había iniciado. El interrogatorio se dio hace cinco cuatrienios, sobre hechos ocurridos hacía otros veinte años.
Desde Cuqui hasta el Cano van casi cincuenta años. Algún necio dirá que es mala suerte, casualidad y que la corrupción es un asunto individual. ¿En serio? ¿No creen que hay algo fétido en la velocidad con que exige la ley llenar las vacantes de alcaldes? ¿No debería perder el partido del alcalde convicto el derecho a nombrar su sucesor y abrirse el proceso con transparencia a una elección general especial? Ojo con quien quiera que sea al que "elijan" sucesor. Me dicen que la tapadera y el encubrimiento empiezan con esos relevos rápidos.