Desenredar la madeja
"La gente no se va a E.E. U.U. huyendo de Puerto Rico. Escapa de las condiciones que aquel país produce y ha perpetuado aquí", plantea el autor.
A algunos amigos estadistas, cerca de la mitad de los míos lo son, me han expresado una cierta molestia, porque escribo demasiadas columnas con temas estadounidenses que terminan casi inequívocamente en una crítica a ese país traicionero de sus raíces anticolonialistas. Puerto Rico será, mientras dure esa condición humillante, antidemocrática y tóxica ---para ambos colonizado y colonizador--- la piedra en el zapato yanqui.
No sé si les duele más la crítica a EE. UU., o que pueda uno manejar ciertos datos de la historia, la vida y cultura estadounidense. En mi caso, he hecho el triple para estudiar al Hegemón del norte, pues no deja de ser un país fascinante, aunque decadente; porque es el imperio que nos aplasta; y porque es nuestro vecino más grande a donde ha ido a sobrevivir económicamente buena parte de la población nuestra, a quienes el régimen colonial estadounidense enanizando nuestro desarrollo, no le ha permitido ganarse la vida o progresar aquí.
La gente no se va a E.E. U.U. huyendo de Puerto Rico. Escapa de las condiciones que aquel país produce y ha perpetuado aquí. Los puertorriqueños en términos generales no tienen una lealtad patriótica a los E.E. U.U., no conozco a nadie que suspire hondo o que le haya escrito algún poema a aquella "otra patria΅ ---menos aún en inglés--- pues la conveniencia nunca será sinónimo de patriotismo. El "patriotismo por conveniencia" vestido de franjas y estrellas, es una corrupción, sólo comparable a practicar la política como resorte a la corrupción.
Ese concepto, el patriotismo, que está muy de capa manoseada y caída allá ---cosa muy triste, pues allá tuvieron grandes patriotas hace ya mucho tiempo--- no tiene equivalencia, ni traslado posible en el imaginario puertorriqueño por más injertos que quisieran o quisieron hacerle. En Puerto Rico patriotismo y sentir por la Patria es otra cosa. Quienes gobiernan allá saben muy bien la diferencia, pues saben del fracaso de las estrategias de americanización que casi desde la invasión del 1898 intentaron implantar en Puerto Rico sin éxito. A lo más, 123 años después, sólo la mitad de los que podían votar en un "plebiscito de status" lo hicieron, y de estos un 52% seleccionó sí, ante la opción única presentada. Todo ello da un mandato de 26% de los votantes en lista, poco más de la mitad de quienes votaron en una papeleta amañada, que ni el Departamento de Justicia de allá avalaba.
Este teórico y supuesto mandato ocurrió en medio de los efectos de tres años de privaciones, de cataratas de ilusiones y promesas de fondos federales, de brutal incremento de la dependencia, de las migraciones, y del comienzo lento de la repartición. Aún así, la lealtad a favor de la estadidad sumó 26% (la mitad de 52). Todo ello sucede, ciento veintitrés años después de un fracasado proceso de americanización. Quienes gobiernan E.E. U.U. conocen esto, saben que tienen un problema cuya solución no es la misma que quisieran los anexionistas de Puerto Rico. NO se puede tragar a una nación distinta, aun si el 26% de los electores creyese que no se trata de naciones diferentes.
Hace muchos años, hasta mis 17, creí en la estadidad más por lealtad a mi familia que a los E.E. U.U. Temprano en el 1976, cuando terminaba mi segundo año de universidad, me desafilié del P.N.P., partido por el cual nunca voté a falta de edad, para ir a afiliarme al partido con la única fórmula descolonizadora, el P.I.P. Esto es verdad todavía hoy, 45 años después. Se me iba haciendo cada vez más claro que más allá de las ventajas transitorias, los principios tanto allá como aquí, habrían de tener tarde o temprano una valoración y validación fundamental, y que eso no sucedería con los E.E. U.U. enguyéndose a Puerto Rico.
Razones de sobra tienen para permitir que las aguas discurran por los cauces naturales, los de la nación, las lenguas y las culturas diferenciables.
Estudio con tesón la historia y con particular afán la de los E.E. U.U. porque en el fondo, principio y fin de las cosas está la historia, la cultura y las ideas, y aquel país fundado por independentistas sabrá reconocer la obligación de promover la independencia, y de desenredar la madeja de dependencia y subdesarrollo a la cual ha condenado a Puerto Rico.