La sensibilidad: lenguaje universal de la fraternidad
El licenciado Víctor García San Inocencio exhorta a no perder la sensibilidad y expresa su deseo de que Estados Unidos trabaje realmente por la justicia en el mundo.
La otra semana vi por CNN dos reportajes que me conmovieron. Uno fue sobre la vista para evaluar la nominación del Juez Merrick Garland como "Attorney General" de EEUU, donde cuando era interrogado habló sobre la pena de muerte, y sobre el ideal de la justicia y la igualdad. El otro reportaje trató sobre el medio millón de muertos provocado por el Covid-19 en EEUU, con testimonios de los familiares de los difuntos.
Al juez Garland lo estaba interrogando un senador republicano sobre la pena de muerte, un tema muy conocido por él, por haber sido fiscal e investigador en el caso en que se encontró culpable a Timothee McVeigh, terrorista de derechas, por volar el edificio federal de Oklahoma City en 1995, causando la muerte a 168 personas e hiriendo a 680. Por sus delitos McVeigh fue ejecutado. Además Garland, ha sido juez y ha tenido oportunidad de examinar el tema de la pena de muerte durante años. Pareció admitir que estaba reconsiderando su posición sobre la pena de muerte.
Vino después a interrogarlo el senador Cory Booker, demócrata de New Jersey sobre el discrimen racial sistémico, y cómo la carga del sistema policial y judicial recae desproporcionadamente sobre los negros en el sistema penal estadounidense, y sobre sus derivados, arruinando y empobreciendo la vida de tantos afronorteamericanos. El juez Garland se mostró sosegado, clarísimo y asintió.
En el segundo reportaje, doloroso por demás, se narraba, justo el día en que se contabilizan en EEUU medio millón de muertes por el Covid-19, los pesares de hijos, viudas y hermanos de los fallecidos.
Un hilo muy sutil unió ambos reportajes. Preguntado Garland por lo que lo animaba a ocupar el cargo de Attorney General, luego de una pausa, con voz temblorosa resquebrajada, aludió a la memoria de sus padres y abuelos quienes fueron acogidos en EEUU cuando huían de la persecusión antisemita. Por otro lado, Brianna Keilar mientras narraba la noticia del medio millón de muertos se echó a llorar de un modo que nunca había visto en un noticiario, con la voz también temblorosa y entrecortada, y con las lágrimas surcándole el rostro.
El gobierno de los EEUU, perpetrador de tantas injusticias globales; y sus medios de comunicación tan profundamente sesgados y controlados, estuvieron afortunadamente tan mal representados, que pude sentir la angustia y la pena del juez Garland y de la presentadora Keilar en ese cuarto de hora extraordinario como si fuesen mías.
Ni las diferencias culturales, ni de lenguajes, ni las ideológicas, hicieron mella en ese otro puente sutil de la fraternidad creado por la universalidad de unos valores trascendentes que superan accidentes, contingencias y temporalidades.
Quiera Dios, que los sentimientos de ambos protagonistas noticiosos pudieran ser representativos de los EEUU que no ha salido todavía de los estragos de su Guerra Civil, ni de su cuatro veces centenaria esclavitud. Quisiera uno que los EEUU pudiesen asumir ante la humanidad una búsqueda y trabajo por la justicia y la equidad en el mundo, superando su papel de gendarme y motor del capital, la explotación, la ganancia desigual y la destrucción ecosistémica del planeta. Pero éste es un asunto en el que a pesar de casi imperceptibles latidos, sí, parece que la suerte está echada por lo menos por mucho tiempo, ojalá que no sea más tiempo del que nos pueda restar de vida.
Queda la sensibilidad como lenguaje universal de la fraternidad, como recurso para la convivencia mundial sana, como hecho realizable desde la diversidad en justicia y equidad.