La pandemia y la pobreza
En el municipio de Ciales por ejemplo más del 60 por ciento de las personas positivas a COVID-19 tiene una escolaridad de grado 12 o menos.
Nos enfrentamos a una crisis que no solamente se limita al ámbito de la salud y lo político, sino a una crisis humanitaria y social en donde la desigualdad y la diferencia de clases resultan determinantes.
Actualmente, el 44% de nuestra población vive bajo el nivel de pobreza (SDC-PR). Sin embargo, vemos una y otra vez cómo se toman decisiones unilaterales que se alejan de la realidad social de muchas familias en Puerto Rico. En mi experiencia como epidemiólogo en el municipio de Ciales, puedo añadir que sobre el 60% de las personas positivas a COVID-19 tiene una escolaridad de grado 12 o menos.
Además, muchas de las personas y familiares a los que entrevistamos a diario nos cuentan acerca de las dificultades que enfrentan debido a su limitado acceso a los recursos y bienes económicos. Habitualmente se ven en aprietos al dividir sus ingresos entre mascarillas, guantes, "hand sanitizer", alimentos, gastos del hogar y la manutención de sus niños. La pobreza cuesta.
Esto me lleva a pensar que el virus no nos está afectando a todos de igual forma y que hay unos sectores en la sociedad que están siendo más impactados que otros. La creación de sistemas de rastreo a nivel municipal, principalmente, nos podría arrojar luz sobre cuáles cuales grupos están siendo más afectados y esa información podría encaminar la política pública para atender estas realidades.
Igualmente, he podido observar que muchos hogares están compuestos de un núcleo familiar grande. Esto de cierto modo imposibilita prevenir el contagio con el virus cuando un integrante de la familia está infectado. Es por esto que a nivel municipal se deben crear Complejos de Aislamiento para personas asintomáticas y para personas que, por la realidad de su hogar, pondrían en riesgo a sus familiares.
De hecho, en las últimas semanas he leído a personas que se cuestionan cómo es posible que tantas personas se hayan podido infectar en una casa. Creo que la pregunta debería ser cómo es posible que no existan complejos de aislamiento como en otros países para atender estas situaciones; situaciones que, aunque no todos las padecemos, son existentes. El pensamiento debe cambiar y no se debe culpar a los individuos directamente, sino a las condiciones sociales que les preceden y se deben buscar alternativas dentro del sistema para atajar estos problemas.
Por otra parte, cabe resaltar que hay una amplia parte de la población que está totalmente desprovista de los servicios médicos. Según un informe de CB en español, alrededor de 200,000 mil personas en Puerto Rico no tenían un plan médico para el año 2018. Estas personas están a la deriva y en el abandono dentro de un sistema de salud que no es abarcador ni comprensivo y que deja desprovisto a muchas personas. Es por eso que urge la creación de un Sistema Nacional de Salud en donde el estado económico de la persona no sea el juez entre la vida y la muerte.
Por el momento, se debería crear una legislación para que toda persona sin plan médico que sea positiva a COVID-19 reciba atención médica totalmente gratuita. Otro sector que se encuentra en el abandono es la comunidad de las personas sin hogar. Debemos comenzar a realizar un programa masivo para estimar la prevalencia de COVID-19 en estas comunidades y tomar las medidas necesarias para ayudar a este grupo.
Finalmente, he podido notar que se ha pronunciado un silencio intangible respecto a los temas que abarcan la salud mental en el país. Según el psiquiatra Edgardo Prieto, el 40% de la población de la isla está siendo afectada por ansiedad. Sin un plan que atienda este problema ahora saldremos de una pandemia para entrar en una epidemia de enfermedades mentales.
En un artículo titulado “Salud Mental de Puerto Rico” del Departamento de Salud en el cual se utilizaron datos del 1999, se estimó que cerca del 11-12% de personas bajo el nivel de pobreza reportaron trastornos mentales. Atemperando esto a nuestra realidad, me atrevería decir que 21 años más tarde ese número es sustancialmente mayor.
La pobreza es una realidad material que está rodeada por un sinnúmero de factores. Tenemos que reconocerla. Es cuestión de voluntad política tomar las decisiones correctas para el pueblo y poner el dinero en lo que amerita. Como bien decía mi abuelo, “el pan está mal repartido”. Dicho esto, la estrategia a nivel del gobierno central tiene que cambiar de la exhortación a la acción, creando las condiciones para que todos tengamos las mismas oportunidades de vivir dignamente y de desarrollarnos a plenitud.