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Opiniones

Estadidad: por lo que viene, lo dudo

La obscenidad contributiva grotesca se agigantará en enero, pues el recorte más grande de contribuciones para ese sector vendrá ahora.

Víctor García San Inocencio.
Foto: Juan R. Costa

Quisiera que Trump no fuese el presidente, pero fue la decisión de ellos. Como quiera, Kamala hubiese sido casi igual, pues ambos son dirigidos por los mismos intereses poderosos. Quisiera que Joseph R Biden, hoy, no fuese presidente, porque ya le está armando a Trump el próximo conflicto-guerra con Rusia. No hay senilidad en sus razones, sólo la defensa empedernida de intereses guerreristas industriales y financieros a los que ha servido por casi cinco décadas.

El último presidente estadounidense que se atrevió a enfrentar al complejo militar-industrial, ahora reforzado con esteroides financieros y mediáticos, fue Dwight David Eisenhower. Siendo el comandante supremo de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial accedió a la presidencia estadounidense y salió aturdido por el poder acumulado del mundo industrial que ya se metía hasta en los cabildos municipales.

El voto no ha valido nunca lo suficiente en EE.UU. Se le ha racionado, suspendido, reprimido y limitado principalmente a quienes no son blancos, aunque por épocas también se le restringió a muchos inmigrantes blancos pobres. Ser inmigrante y pobre es la marca para ser discriminado. Lo contrario, trata de casos excepcionales que sirven para alimentar la leyenda del sueño americano. “Si trabajas, obedeces, te dejas explotar y te esfuerzas lo suficiente, progresarás y si no, lo harán tus hijos”, así reza el mito. Desde la década de los años setenta el sueño americano se ha ido disipando. Durante la pasada década, la mitad del crecimiento económico y de las ganancias se las tragó menos del 3%, principalmente quienes son multimillonarios.

La obscenidad contributiva grotesca se agigantará en enero, pues el recorte más grande de contribuciones para ese sector vendrá ahora. Harán a los billonarios más grandemente ricos que nunca y recortarán en los programas sociales.

Mientras se debate el cierre de la frontera y la expulsión de hasta 20 millones de seres humanos, aun con sus familias, se anuncian nombramientos de atorrantes a granel, presuntos abusadores sexuales, gente sin preparación para los cargos, uno que otro transfuga partidista ---un verdadero desconcierto que reta la coherencia y la empatía--- y eso que ni siquiera Trump ha asumido el cargo. Los pobres, los condenados de la tierra, los descendientes de Hernando y de Gonzalo ---apellidados Hernández y González--- cargarán con igual discrimen como el que sufren todavía 164 años después de abolida la esclavitud, los descendientes de esclavos.

Pero el mundo es otro. La política ha sido corrompida por el faranduleo y el espectáculo, la educación ciudadana es anestesiada por el control mediático, la sociedad está al servicio del mercado y del consumo, y los únicos valores son los de la Bolsa de Valores. La empatía, la bondad y la solidaridad son vestigios de otro mundo. La verdad es la que se proclame por los publicistas, la ciencia será la que proclamen los institutos del capital.

No deja de ser alguito esperanzador para el mundo, sin embargo, que algún tahúr de oficio, o que un antivacunas se cuele como zorro en la jaula de las gallinas. La locura de Trump, que no es locura y sí, sistemática planificación, “mileísmo” disruptor, o nihilismo de estado, se presenta como un purgante ---muy peligroso--- para acalambrar las vísceras de la bestia del mercado global. El riesgo es grande, pues no sabemos si, de su vómito sanguinolento, brotará un globo más caliente de cataclismos climáticos o nucleares.

Mientras tanto, acá en nuestra plácida colonia caribeña, de nada hay que preocuparse. La gobernadora electa es amiga personal de Trump ---como si a él le importasen un bledo ella o Puerto Rico ---; somos una isla autosuficiente sin déficit, ni quiebra, ni corruptelas; nuestro desarrollo y crecimiento económicos son arrolladores; exportamos dos terceras partes de nuestra población, y tenemos una administración pública sin fallas corriendo como la CEE a la perfección.

Confieso que hoy mi deber era escribir un artículo que nos llenara de optimismo, pero al rabo de la mascota, nunca le va mejor que a la mascota. Siendo la colonia rabo de los EE UU, mascota del mercado, vislumbro un cuatrienio conflictivo repleto de problemas que demandan manos administrativas hábiles y ojos sin vendas, que no se ven en el horizonte para dirigirlo. Demandarían todo el talento y esfuerzo de todos para frenar la caída, en lugar de falsos llamamientos a someter resumés.

Esto es lo que el barco trae, la resultante de tanta negligencia y descuido gubernativo y empresarial, el envío por lo que muchos por inconsciencia, inercia o egoísmo han permitido que se cuaje. Si pudieran reconducir su egoísmo, avaricia y vanidad personal, al menos no se le echaría tanto en cara.

El sistema Trump gobernará a los EE.UU por las próximas décadas aun cuando él no pueda aspirar a la reelección en el año 2028. Será de carácter autoritario-dictatorial con el monopolio de todos los poderes. A la colonia no le quedará otra salida que dejar de serlo. ¿Quedará alguien en Puerto Rico que para entonces aspire a la estadidad? Por lo que viene, lo dudo.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).