Soy Suiza, ¿y qué?
La exdirectora de la Compañía de Turismo, Carla Campos, comenta sobre el ambiente político que debe existir tras las elecciones.
Pasaron las elecciones, y como era de esperarse, el ambiente está tenso. Algunos celebran, sintiéndose validados y victoriosos; otros, desilusionados y frustrados, sienten que el sistema no los representa. Esto no es nuevo, pero preocupa: nuestros líderes ahora tienen el reto de gobernar para todos, incluyendo a quienes no los apoyaron. Estamos en un punto crítico donde, si no aprendemos a escuchar y a buscar puntos en común, nos espera una sociedad cada vez más polarizada.
Aquí es donde entra la importancia de un “terreno neutral”. No se trata de evitar opiniones. Al contrario, Suiza, ese país neutral por excelencia, tiene posturas claras. Pero sus ciudadanos eligen no imponerlas, sino contribuir desde un espacio de mediación, priorizando la paz y la convivencia sobre el conflicto. Esta neutralidad es activa: exige diplomacia y una voluntad de construir puentes en lugar de muros.
En Puerto Rico, y en el resto de Estados Unidos, necesitamos más de este espíritu suizo. Los extremos son bombas de tiempo, tanto los que celebran la victoria con aires de superioridad como los que, desde la frustración, atacan desde las gradas. Ninguno de estos caminos aporta a un futuro compartido. Para avanzar como sociedad, tenemos que abrirnos a entendernos, reconociendo que las emociones de quienes se sienten excluidos son válidas y deben ser escuchadas. Ignorarlas solo aumenta la tensión y el resentimiento, hasta que llega el punto de explotar.
Asumir la neutralidad no es una postura cómoda ni blanda; es una posición exigente que requiere empatía y moderación. Ser “neutral” implica escuchar con humildad, entender realidades distintas y aportar desde el respeto mutuo. El terreno neutral no es una ausencia de opiniones; es una elección consciente de construir sin imponer, de crear soluciones que incluyan a todos.
Hoy, el reto para ambos lados es grande. Quienes ganaron tienen la responsabilidad de evitar la arrogancia y gobernar con equidad. Quienes perdieron, por su parte, pueden ser parte de la solución al involucrarse y proponer en lugar de criticar destructivamente. Nos hace falta un espíritu de colaboración que, en nuestro afán de alimentar los extremos, hemos ido perdiendo. Ese “yo contra ellos,” ese “yo tengo razón y tú no” solo profundiza la división.
Puerto Rico necesita menos gritos y más conversación. Menos confrontación y más mesas de trabajo. Más esfuerzo por encontrar puntos en común y menos imposición. Es momento de esforzarnos por entendernos y encontrar ese espacio donde cabemos todos y donde las diferencias nos enriquecen en lugar de dividirnos.
Tengamos fe en nuestro sistema democrático y en los líderes que elegimos, confiando en que harán lo correcto. Y lo correcto, muchas veces, es encontrar el terreno común que necesitamos para alentar la unidad. No se trata de estar de acuerdo en todo, sino de construir desde la diferencia. Porque, aunque suene simple, es desde nuestras diferencias que nacen las mejores propuestas y el cambio que tanto necesitamos.