My Lai, Ucrania y "vergüenza contra dinero"
Columna del exrepresentante Víctor García San Inocencio.
El 16 de marzo de 2014, mediante un referéndum, la población de la península de Crimea votó a favor de separarse de Ucrania. La protesta de muchos países no detuvo el referéndum, ni la posterior anexión por la Federación Rusa de este territorio estratégico. Nada se hizo, acaso porque nada se podía hacer frente a la voluntad popular que buscaba esa anexión. Hace siete años, pero realmente mucho antes, una guerra e invasión definitiva de Ucrania por parte de Rusia se estaba incubando.
De hecho, la población predominante rusa de Donetsk y de Lugansk también pretendieron separarse de Ucrania. En unos días se cumplirán siete años de su lucha secesionista. La Federación Rusa los reconoció recientemente como países independientes. Crimea, Donetsk y Lugansk representan por parte de Rusia una violación abierta a principios del derecho internacional como lo son el de la integridad territorial y el ejercicio de la soberanía. En el caso de Crimea el referéndum propició adquirir su territorio, en el caso de los dos nuevos "Estados" de Donetsk y Lugansk, para quitárselos a Ucrania.
Otro 16 de marzo de 1968, ocurrió en Vietnam la masacre de los pobladores de la aldea de My Lai. La guerra intensificada allí por EE UU que cobró la vida de cientos de miles de vietnamitas y que condenada por la Humanidad y por muchos estadounidenses, acunó un clima de desprecio por la dignidad y la vida humana tal ---como todas las guerras--- que quinientos habitantes de una villa fueron aprisionados y asesinados por tropas del ejército de los EE UU. Si alguna duda quedaba en el mundo sobre la barbarie de la intervención de los EE UU allí, se disipó en los meses y años siguientes cuando se supieron los detalles de ese día de vergüenza e infamia y cuando se conocieron muchos otros, notablemente, los Documentos del Pentágono.
Cuando un país poderoso invade con sus fuerzas armadas a otro son muchos los intereses que alientan ese crimen. Muchas veces se trata de poderosos consorcios industriales quienes se lucran de fabricar armas, proveer suministros, controlar recursos estratégicos, y de destruir, demoler y reconstruir al país invadido. Así fue en Vietnam por años, así es y será en Ucrania. Sólo ha cambiado la bandera del agresor. Aún cuando los intereses armamentistas y contratistas de EE UU se han afilado los dientes, !y de qué forma! Es verdad, que pueden intervenir otros motivos ---de geopolítica, estrategia y control--- pero los azuzadores invisibles de la guerra son casi siempre oligarcas y emporios comerciales e industriales que amasan ganancias, mientras el país invadido y demolido acumula desgracias.
Por supuesto, que siempre hay coros orquestales que ensalzan a quienes disparan y a quienes reciben las balas y las bombas. Algunos lo hacen con sincera indignación ante el abuso, pero hay muchos impulcros intereses que se benefician de la manipulación propagandística y nos presentan la guerra como una contienda entre buenos y malos, cuando no hay bondad alguna en la guerra. Salvo que no sea la generosidad de quienes se conduelen del dolor y arriesgan su vida para salvar a otros. Cuando veo un convoy de armas y equipos, y autorizaciones de gastos por miles de millones de dólares, sé de antemano que van a acrecer las riquezas de algunos, sin importar el bando. Si como ahora, en el caso de la invasión rusa, vemos que quien provee el dinero, no expone el pellejo, resulta fácil saber lo que está en juego.
El dinero se coloca como una inversión en la industria militar de quien lo provee, sin importar en cuales continentes están las fábricas, industrias o negocios. El dinero se le quita a programas de asistencia y apoyo local, para exportar las armas e implementos de guerra a lugares donde difícilmente mitiguen el daño o extingan la conflagración. Si el país que aporta la mayor cantidad de dinero es el mismo que acaba de salir de la guerra de Afganistán ---y antes de Iraq--- con 900,000 civiles muertos, pierden credibilidad los funcionarios militares y magnates que vierten lágrimas por las nuevas víctimas, esta vez en Ucrania.
Por ello, puedo entender la rabia del pueblo ucraniano, y el deseo de muchos de ir a enfrentar al invasor sin estar preparados para lo que de seguro sería una masacre absoluta. Entiendo también la ira de aquellos que ven cómo su país, o la patria de sus padres, ha sido llevada poco a poco al abismo de enfrentar una invasión, para ver de repente cómo los dejan solitos en el frente de batalla. Por supuesto, que nadie quiere una escalada mayor que involucre a más países, pero ese cálculo tenían que hacerlo quienes descansaron ingenua o temerariamente en que vendrían ejércitos auxiliadores ---que nunca lo son--- al rescate.
Recientemente una exministro de Finanzas de Ucrania, nacida en Chicago, EE UU, manifestó sentir vergüenza por el papel de EE UU frente a la invasión de Ucrania. Siente vergüenza por el país que invadió a Puerto Rico. El mismo país que la colocó aquí para dirigir la Junta de Supervisión Fiscal, que es un nuevo capítulo con esteroides de la invasión que EE UU perpetró en 1898. Entiendo la ira de la exministra y de la directora de la JSP. Pero sentir vergüenza sin arrepentimiento, ni propósito de enmienda sirve muy poco.
Una pena que la espesa capa de sus $625, 000 dólares anuales de salario sin contar otros beneficios, no le haya permitido evaluar antes los efectos de su trabajo mercenario a favor de los acreedores buitres en Puerto Rico que es una colonia aún 124 años después de haber sido invadido por su patrono, EE UU. Podía empezar por adelantar la efectividad de la fecha de su renuncia ante la vergüenza, en lugar de esperar hasta abril. Perder poco más de $50,000 dólares equivalentes a su salario mensual, no le harán mella. Le convendría aprender algo de lo que en Puerto Rico llamamos "Vergüenza contra dinero".
Mi solidaridad con el pueblo ucraniano que resiste y con el pueblo ruso que protesta contra la guerra. Mi repudio a los burócratas que se prestan a hacerle el trabajo a los intereses que alimentan y que se lucran de las guerras, incluidas las financieras y económicas. Que la vergüenza de estos burócratas se convierta en arrepentimiento de corazón y se traduzca en actos de apoyo a la paz aquí, allá y más allá.