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Opiniones

El Mercado que nos gobierna: Theranos y la culpa individualizada encubridora

El exrepresentante Víctor García San Inocencio comenta la cobertura mediática de la mujer encontrada culpable por fraude en Silicon Valley

A Elizabeth Holmes otrora estrella de Silicon Valley --- "la nueva Steve Jobs", decían hace una década--- acaban de encontrarla culpable sólo de tres cargos de fraude electrónico y uno de conspiración contra inversores y apostadores financieros. Este caso y el enfoque de su cobertura mediática son dos joyas terribles.

El escándalo de las pruebas de sangre, metodología o técnica "desarrollada" por la hoy convicta cautivó casi hipnóticamente a la industria farmacéutica y de la salud, ya que abarataría las pruebas de sangre a una cuarta parte de su costo, abriendo cauces a un frenesí de especulación financiera. Esta escarba y explota oportunidades dondequiera que se vislumbran ganancias enormes.

La premisa detrás de estos fenómenos especulativos es que raras veces el abaratamiento de costos llegará a los asegurados, mientras se monopolizan los derechos propietarios de la patente, pues con la diferencia en costos, se crea un espacio para la recuperación de lo invertido y una enorme ganancia. Esto es precisa y exactamente lo que viene sucediendo con las "vacunas", tratamientos, medicamentos y equipos con los que se combate el covid-19 y sus variantes.

El escándalo por el fraude fraguado hace más de una década por la convicta Holmes, donde se falsearon experimentos y presuntas corroboraciones, tiene un desenlace personal de esos que al poner punto final, cierran y encubren. Podría ser sentenciada a veinte años de cárcel, aunque los expertos dudan que sucederá y que sólo cumpliría, cuando sea final la condena, una fracción de la misma.

Luego de muchos años de laberintos judiciales, de esos que le hacen perder la confianza a las personas y legitimidad al sistema, tres cargos de fraude electrónico y uno de conspiración se sostuvieron. Falta ahora el largo segmento de la escalera apelativa que tanto sirve a la impunidad. Tan típica y mucho más real cuando se trata de delito corporativo, puro crimen de cuello blanco corrupto.

El caso de la Srta. Holmes será uno de libro de texto sobre cómo durante años ---la primera década del siglo XXI--- se embauca a una comunidad de expertos científicos y peritos financieros. Cosa común en el mercado neoliberal que consiente a casi todo, menos a la depredación bursátil descarada entre ladrones.

Lo más curioso de la mayor parte de la cubierta mediática de esta trama radica en su enfoque, pues no se cuestiona el sistema obsceno de ganancias y especulación de la industria de la salud ---hecho que ha quedado más que probado a raíz de la pandemia del covid-19--- sistema salubrista que debiera ser un bien común, para el Bien Común--- sino que la condena se concentra en la idea de que se permita la prosperidad de las personas sin formación ética.

Se trata de una verdad contundente pues el sistema permite la prosperidad de quienes no tienen formación ética, pero esta afirmación se queda muy corta. El sistema deforma para muchos, casi cualquier concepción ética de la vida y de la responsabilidad y premia al más hábil, al más listo ---en boricua, al más jaiba--- para su ascenso personal en perjuicio del bienestar general y del bien común.

La convicta Holmes y la corporación Theranos con el escándalo de las pruebas de sangre sirven para tratar de poner punto final, cierre y sepultura a este debate que otra vez se sobresimplifica como una cosa de perversión personal, aunque es claro que la había. Se tapa y se dejan intactas las bases de un sistema especulador, de constitutiva avaricia y consumo, que propicia y alienta la acumulación de la riqueza por unos pocos y la inequidad que condena a casi todos.

El caso de la Srta. Holmes será uno de libro de texto sobre cómo durante años ---primera década del siglo XXI--- se embauca a una comunidad de expertos científicos y peritos financieros y que como tantos otros saqueos culminan por excepción, con una leve sentencia judicial. La adjudicación de pérdidas económicas y financieras será cosa de los contables quienes hallarán modos de deducir las pérdidas, que eventualmente servirán para aliviar la poca carga contributiva, si alguna, de los inversionistas perdidosos. Menos recaudos, menos servicios para quienes lo necesitan.

Por supuesto, que de cara a la degeneración "científica" y ética de la convicta, es claro que hasta donde eso sea posible, hay que dotar de instrumental ético a las personas, sean "prósperas" o no lo sean. Pues al igual que la salud física y mental, la salud de lo constitutivo del tejido ciudadano, que incluye una Ética de la responsabilidad, tiene que cultivarse para todos, toda la vida. (De ello se nutre la aspiración democrática.) Sin embargo, se abandona deliberadamente en el debate mediático el examen del carácter colectivo y comunitario de todo sistema de valores, y de toda concepción ética de la vida. Este es uno de los elementos, según lo veo, que debe estar en la raíz de nuestras búsquedas propositivas de cómo controlar, atajar, prevenir y defendernos de las causas del fenómeno de la corrupción.

Creemos que es dable un mundo y una vida mejor y que hay que transformarlo haciendo, pero no basta con ello. Cuestionar y enseñar a cuestionar las premisas es arte y parte esencial del desensamblaje necesario de un andamiaje ideológico que cuadricula y calculiza la conciencia de las personas y que nos engulle.

La educación continua, la institucionalizada, la comunitaria, la familiar, la autodidacta y la que deben brindar los medios de comunicación social, tiene una tarea enorme por delante, en vista del abandono evidente que durante largo tiempo ha descuidado el elemento constitutivo de la vida y de la convivencia, la formación ética y el continuo cuestionamiento desde la ética de los aplastantes hechos del mercado que gobierna y oprime.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).