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Opiniones

El socialismo: un enemigo común

Lea la columna de la senadora del Proyecto Dignidad, Joanne Rodríguez Veve

El 14 de agosto una multitud marchó hasta La Fortaleza, en una expresión clara y contundente contra uno de los tentáculos del socialismo contemporáneo: la ideología de género. La que algunos han disfrazado de nobles causas y que otros, ingenuamente, han adoptado como bandera sin tan siquiera percibir el germen del totalitarismo que se cuela entre los engañosos reclamos de equidad, de igualdad y de respeto a la diversidad.

Sin embargo, se asoma la esperanza entre la cizaña, al ser testigos de un pueblo militante contra las pretensiones perversas de quienes buscan servirse de otros, utilizarlos como dardos, como lo hacen con las mujeres y la comunidad LGBT, para seguir sembrando el odio, el resentimiento y la división que le han servido de oxígeno al socialismo alrededor del mundo. Por eso, constantemente sus promotores hacen estallar enfrentamientos entre ricos y pobres, entre hombres y mujeres, entre los heterosexuales y homosexuales, entre los religiosos y ateos, entre negros y blancos; y así, como activistas incansables, cultivan sembradíos de conflicto social.

Los socialistas, como algunos de los que se sientan en el hemiciclo, tienen una ruta trazada. Siendo una de estas la destrucción de la familia natural y la iglesia, como instituciones pilares de nuestra civilización, para erigir una nueva hegemonía cultural que desemboque en que dejemos de ser lo que hemos sido, para que nos postremos ante un estado todopoderoso que no vacilará en mutilar nuestros derechos y libertades fundamentales ni en invadir el espacio más íntimo del ser humano: nuestras conciencias.

Como decía al comienzo, la llamada “perspectiva” de género no es otra cosa que uno de los rostros del socialismo, que busca desnaturalizar al ser humano y destruir la familia. Lo hace planteando como un dogma de fe, como toda idea sectaria que no admite ser cuestionada o debatida, que la autopercepción es el criterio que rige nuestra identidad sexual. De ahí, que escuchemos a algunos compañeros promover la neolengua socialista al saludar al público en clave de “todos, todas y todes”.

Además, esta ideología ataca la familia al inculcar la premisa tóxica del feminismo de izquierda que declara que la familia natural es una invención del hombre para oprimir a la mujer. De ahí también que incite a la confrontación de mujeres contra hombres y que invite a la rebelión contra la complementariedad sexual natural entre los sexos como forma de supuesta liberación de la mujer.

Si estas creencias se quedaran dentro de los confines del ámbito individual, no habría problema alguno. Pero esto no es lo que está ocurriendo, sino que, como en toda cara del socialismo, las modalidades totalitarias no tardaron en asomarse en Puerto Rico.

Estos mecanismos opresivos son liderados por el gobierno PNP de Pedro Pierluisi Urrutia, con la ayuda de algunos miembros del Partido Popular y de los comandantes del Partido Independentista y Victoria Ciudadana, quienes pretenden secuestrar los niños del Departamento de Educación para adoctrinarlos en contra de la voluntad y las convicciones de sus padres.

Y como si esto no fuera suficiente, al que disiente, al que cuestiona, al que rechaza la llamada “perspectiva” de género, le ponen el carimbo de las fobias, lo censuran y lo marginan socialmente por no arrodillarse delante de los ideales de la corrección política.

Definitivamente, estamos ante la encrucijada histórica de escoger entre la defensa de los valores que han forjado nuestra patria, o la destrucción que representa el socialismo. Toda persona que ame la libertad, a su familia y a Puerto Rico debe saber que en el socialismo tenemos un enemigo común.

Mientras yo esté aquí, lo combatiré defendiendo el derecho a la vida, la familia, la libertad empresarial, la propiedad privada, la libertad de expresión y la libertad de conciencia y religión, porque solo ante Dios sé arrodillarme para implorar su gracia y auxilio.