A la Memoria de Luis R. Varela
El licenciado Víctor García San Inocencio celebra la vida del reconocido cronista deportivo y recuerda que fue "un tigre de periodista de lengua aguda, y de pluma y teclado certeros".
Quien no conozca la profunda hermandad y afinidad entre las patrias de Martí y de Betances, o quien ignore el sublime vínculo espiritual que las une, nunca conoció a Luis R. Varela. En él se fusionaron Cuba y Puerto Rico, la tierra que le vio nacer y crecer joven, y la tierra que lo recibió donde forjó familia y profesión, y a la que acaso en formidable equilibrio quiso igual.
No puedo recordar la primera vez que oí su cubanísimo acento y timbre distintivo en la radio. Él era un cubano ponceño, y como otros grandes de esas ondas que se desarrollaron desde el sur, se dio a conocer en todo Puerto Rico. Tenía la ventaja de que también hacía noticias para los medios escritos como Prensa Asociada, entre otros. La ventaja mayor fue que trabajó principalmente deportes, con lo que pudo tejer una formidable red de amigos, en esa gran familia y legiones de oyentes y lectores, que seguíamos sus narraciones, entrevistas, comentarios, editoriales --porque los hacía a veces poco sutilmente-- y esa enciclopédica memoria de las hazañas del deporte que no dejaba de maravillar al escucha.
Porque Varela además de conocedor era un filósofo del deporte -título que ostentan aquí muy pocos, quizás Chú García y Georgie Rosario-- y un profundo analista del carácter humano, lo que le permitía adentrarse y escudriñar por los entresijos de una actividad compleja para hacer buen periodismo, que mucho escasea, si se me permite la contradicción de juntar ambos términos.
Varela fue un tigre de periodista de lengua aguda, y de pluma y teclado certeros. Muy bien sabía la importancia de la recreación y de la actividad competitiva en formar el carácter y la disciplina; en inducir al entendimiento de las reglas del juego justo y limpio; y en ayudar a construir unidad en un país absolutamente necesitado de ella.
Don Luis valoró la función periodística imprimiéndole un sentido ético profundo, desde la aparente sencillez, y aún delante de aquellos que miraban al periodismo deportivo como una provincia menor o menos importante. Como si las decenas de extraordinarios comunicadores y periodistas que siguen dando cátedra, no hubiesen labrado su excelencia profesional en las redacciones deportivas. Ahí están gigantes como Chú García y Pepo García, David Colón, Fufi Santori y Elliot Castro (QEPD) -- y paro, para no omitir ni llenar varias cuartillas-- que han dado y todavía dan cátedra en portadas y contraportadas, en las páginas centrales y donde sea.
Quizás no sabremos nunca cuántos miles de fieles oyentes tuvo diariamente Don Luis R. Varela desde la emisora radial de la Universidad Católica, cuyo estudio lleva su nombre. Tienen que haber sido muchos, pues el comentario de Varela calaba hondo en toda nuestra geografía y era objeto de conversación en canchas, parques, estadios y en los lugares donde se tejen como en magníficos telares los hilos de la competencia y la convivencia deportiva.
Durante un viaje a Cuba para Prensa Asociada, él y su hijo el Lcdo. Luis Varela Ortiz, sufrieron un aparatoso accidente de automóvil en un lugar relativamente remoto. Sufrieron heridas y fracturas graves, fueron trasladados en un carretón a la instalación de salud más cercana. Haciendo de tripas corazones y con inmensa solidaridad los profesionales de la salud cubanos de aquel pueblo en aquella provincia le salvaron la vida a ambos. Tuvieron varias operaciones complicadas, fueron transfundidos y permanecieron allí varios días. Esta historia me la narraron separadamente padre e hijo.
La agencia de noticias Associated Press envió un avión fletado para trasladar al dúo accidentado a la Florida. Los cubanos que le habían regalado su sangre cubana al hermano cubano y a su hijo, tradujeron su expediente médico para facilitar el traslado. En Florida, un hospital prestigioso exigió el depósito anticipado de una suma astronómica ---decenas de miles de dólares-- por la atención especializada que dispensarían a ambos pacientes.
Cuán grande no sería su sorpresa cuando revisando los expedientes y las señas de las intervenciones los médicos estadounidenses encontraron que las cirugías de los accidentados eran impecables, quizás con una que otra variante, por la influencia de las técnicas quirúrgicas centro-europeas.
Lo irónico de esa experiencia es que al día de hoy, nunca se les requirió pagar un solo centavo por las invaluables prestaciones salubristas recibidas en aquel bendito pueblo de aquella provincia lejana.
Quizás por ello más, pero desde mucho antes, Don Luis R. Varela fue un extraordinario combatiente frente al bloqueo económico al pueblo cubano. Bloqueo que sigue azotando a la hermana antilla y que ha precarizado allí muchas vidas.
Hay más de un cielo amigo Varela, por lo menos dos y en ambos descansarás. Uno es el cielo de la Gloria que hermanadamente compartimos en la fe y que ya conoces. El otro, es el del recuerdo de tu caballerosidad y honor, tu dignidad, integridad y decencia con la que viviste. Descansa en Paz y consuelo a toda tu familia y amigos.