Suecia, interesante excepción manejando el coronavirus
El gobierno sueco depositó su confianza en el sentido de responsabilidad de su gente, y se les permite llevar una vida sin privarle su libertad, continuando su rutina diaria.
Suecia es un país de 10 millones de habitantes y una muy baja densidad poblacional localizado en el norte del continente europeo. Junto a Dinamarca y Noruega, cada uno con casi la mitad de la población sueca, forman el grupo de países escandinavos. Contrario a sus vecinos nórdicos y al resto del mundo, Suecia no implantó las medidas epidemiológicas de contención y mitigación cuando comenzaron a enfrentar el coronavirus el 1 de marzo de 2020.
Optaron por imponer el mínimo de restricciones a su población, permitíéndoles continuar una vida casi normal, quizás con menos gente circulando. Al menos, se puede decir que recomendaron poner en práctica medidas de distanciamiento social y cuarentena: lavado de manos, mantener distancia, permanecer en o trabajar desde su casa, aunque todo ello de manera voluntaria, sin penalidad alguna por su incumplimiento.
Suecia cerró escuelas solo para los mayores de 16 años y prohibió actividades mayores de 50 personas, pero mantuvo abierto todo tipo de actividad económica: restaurantes, cafes, barras, clubes nocturnos, gimnasios. El gobierno sueco depositó su confianza en el sentido de responsabilidad y autocontrol de su gente, y estos han respondido muy favorablemente a la estrategia implantada que les permite llevar una vida sin privarle su libertad, continuando su rutina diaria. Se estima que la mitad de la gente se ha quedado en casa voluntariamente, y que el movimiento vehicular por sus calles y la actividad comercial se ha reducido por la mitad.
Lo que me ha sorprendido grandemente ha sido que fuera el jefe epidemiólogo del gobierno el de la idea de mantener la tradición nacional de Suecia y respetar la libre voluntad de su gente, en vez de implantar las medidas epidemiológicas dictadas por su profesión. Justificó el jefe epidemiólogo su decisión indicando que dicha estrategia permitía una exposición mayor de la población al coronavirus, lo cual facilitaba el lento desarrollo de una inmunidad natural de la población, mientras ellos dedicaban más esfuerzo a proteger a la población envejeciente más vulnerable.
Más allá de la paz social que parece reinar en Suecia entre el gobierno y su gente por la manera en que se está manejando la pandemia allí, es necesario examinar los datos sobre el comportamiento de Suecia ante el coronavirus, para determinar si existe base científica que sostenga el alto grado de satisfacción que expresan ambas partes con las acciones tomadas.
Suecia confirmó su primer caso de coronavirus el 1 de marzo y su primera muerte el 12 de marzo de 2020. Al 27 de abril, Suecia registraba 18,926 casos y 2,274 muertes. Dinamarca 8,698 casos y 427 muertes, Noruega 7,533 casos y 193 muertes.
A simple vista, parece razonable que Suecia tenga poco más del doble de casos que sus vecinos porque tiene el doble de la población. Sin embargo, lo mismo no ocurre con las muertes que son cinco y doce veces más en Suecia que en Dinamarca y Noruega, respectivamente. Y al compararlos por población, también se confirma el impacto mayor en casos y muertes en Suecia que en Dinamarca o Noruega.
Mientras Suecia registra 1,874 casos positivos por millón, Dinamarca registra 1,528 y Noruega 1,402. Mientras Suecia registra 225 muertes por millón (séptima más alta del mundo por coronavirus), Dinamarca registra 74 y Noruega 38.
Otro hallazgo muy significativo ha sido la evolución diaria de casos y decesos. Desde el 24 de marzo, cuando Suecia y Dinamarca estaban empatados en muertes con 25 cada uno, y desde el 1 de abril, cuando Suecia y Noruega estaban prácticamente empatados en total de casos positivos, Suecia se ha separado y se ha ido en escapada frente a sus dos vecinos. Suecia alcanzó su pico de casos nuevos en un día el 25 de abril (812). Noruega había llegado a su pico de casos nuevos en un día (425) el 28 de marzo y Dinamarca (331) el 8 de abril, ambos descendiendo rápidamente a partir de entonces en casos nuevos a 123 (Dinamarca) y a 28 (Noruega) para el 27 de abril. Desde el 24 de marzo, Suecia ha aumentado sus muertes totales de 25 a 2,274, Dinamarca de 24 a 427, y Noruega de 8 a 193. En fin, mientras Noruega y Dinamarca ya están aplanando su curva epidémica en casos y muertes, Suecia continúa creciendo en casos y aún más notablemente en muertes.
Tanto Dinamarca como Noruega han hecho 2-3 veces más pruebas diagnósticas que Suecia, que se limitó desde el principio a diagnosticar los casos hospitalizados. Entonces no tenían mucha utilidad para las pruebas diagnósticas, porque no estaban evitando contagios, ni tampoco haciendo contención (identificar contagios y contactos y ponerlos en aislamiento y cuarentena obligatoria). Recientemente han extendido las pruebas a sus más vulnerables, los ancianos en asilos, porque ha sido allí donde han ocurrido más de la mitad de las muertes por coronavirus en Suecia.
Suecia todavía no da señales de reconocer los efectos adversos del comportamiento anti-epidemiológico de su estrategia. Tampoco da muestras de considerar el “lockdown”. Asumo que si el crecimiento de sus casos positivos y muertes no se detuviera, Suecia vendría obligado a rectificar y retomar la ruta epidemiológica que ha funcionado consistentemente en los demás países del mundo. Así podrían detener el alto precio que están pagando en muertes.
Durante las pasadas seis semanas he descrito para ustedes distintas historias de diferentes países sobre comportamiento ante al coronavirus, sobre el manejo de la pandemia. Aquellos que han seguido temprana y fielmente las guías epidemiológicas, han tenido los mejores resultados y han conquistado su curva epidémica. En Puerto Rico, hemos recorrido parte del camino hacia la meta, pero queda un trecho muy crucial para vencer al virus y establecer nuestra nueva “normalidad”. No nos apartemos de ese camino, ni tomemos riesgos innecesarios por querer adelantar prematuramente intereses económicos. Esos intereses se pueden recuperar. La vida no.
El autor es internista y gastroenterólogo. Entre 1993 y 1997, fue director médico del Hospital Auxilio Mutuo. Entre 1997 y 2000, fue director de Salud de San Juan. Estuvo al frente de la entrada a la Reforma de Salud del sistema público de salud de San Juan a partir del 1 de julio de 2000. Entre 1991 y 1992, fue secretario de Recreación y Deportes durante la administración del Gobernador Rafael Hernández Colón (QEPD).