Volver a la normalidad
El licenciado Carlos Dalmau plantea que valdría la pena repensar nuestras responsabilidades con el prójimo, con la naturaleza y con nosotros mismos para forjar una nueva “normalidad”.
El estado mental que predomina en estos tiempos es la perplejidad. Y no es para menos. Hace poco más de un mes usted andaba enfocado en sus rutinas, planes y proyectos. Los políticos, como siempre, nos atosigaban con sus promesas de cambio, mientras atacaban a sus opositores por ser “más de lo mismo”. El gobierno, como siempre, hablaba de sus logros y sus planes, mientras nos recordaba, con la seguridad de un vendedor de autos usados, que “vamos bien y mejorando”.
Usted se entretenía ante aquél espectáculo imparable de noticias (la mayoría sin importancia), comentarios banales, propaganda, consumo conspicuo y todo eso que llamamos “la normalidad”.Entonces llegó la pandemia del COVID-19 y su mundo cambió. ¿Qué supone este cambio? ¿Volveremos a la normalidad?
Hay cuatro aspectos de nuestra nueva realidad que generan desasosiego: (1) Un virus para el que no hay vacuna y que amenaza diariamente la vida suya y la de todos a quiénes conoce; (2) Severas restricciones a sus derechos de reunión y libertad de movimiento; (3) Golpe al bolsillo en una economía que anda en coma; y (4) Gran incertidumbre sobre el futuro.
Eso que llamamos “volver a la normalidad” parece alejarse en el horizonte hacia un momento cada vez más lejano e incierto.
Mientras, todo se agrava en nuestro caso, porque este tipo de crisis requiere de un gobierno con credibilidad, capacidad de acción racional y control de la respuesta. En esto nuestro gobierno ha tropezado desde el principio y sigue dando tumbos. A cualquiera le saca el aire, enterarse que unos empresarios con iniciativa y sin escrúpulos, en cuestión de horas, montaron una estafa millonaria para venderle pruebas inservibles a Puerto Rico, todo con el beneplácito del gobierno.
Queda demostrado una vez más que, en estas crisis, siempre habrá canallas que buscan llenarse los bolsillos a costa del bien común. Siempre habrá incompetentes y corruptos en el gobierno que le hacen el juego. Y siempre habrá gente en el poder que, o cooperan con ellos para avanzar sus intereses o se hacen de la vista larga, porque les resulta inconveniente la verdad, sobre todo cuando contradice el cuento de que “todo lo hemos hecho bien.”
¿Qué necesitamos? Necesitamos una prensa libre, valiente y comprometida con la búsqueda de la verdad. Necesitamos ciudadanos que salgan del egoísmo de la salvación individual y comprendan que la verdadera salvación es siempre comunal. Necesitamos una sociedad civil y una empresa privada dispuestas a asumir un papel más crítico y menos servil ante el poder. Así es que caminaremos de de la perplejidad al entendimiento y, de ahí, a la acción racional.
¿Cuándo volveremos a la normalidad? No se sabe. Quizás volver a la normalidad tal como la conocemos, no sea posible. El futuro es incierto y traerá grandes cambios, aun después que se supere la emergencia. Esto es otra fuente de desasosiego para mucha gente. Pero puede que el cambio que vendrá no sea del todo malo. Porque, a decir verdad, eso que llamamos “normalidad”, y que hoy añoramos, tiene mucho de egoísmo, banalidad, insensibilidad y abuso.
Valdría la pena que deliberemos sobre cómo deberíamos forjar una nueva “normalidad” en la que sepamos rescatar lo valioso de la vida. Una normalidad que tome en serio nuestras libertades y repiense nuestras responsabilidades con el prójimo, con la naturaleza y con nosotros mismos. Una vida que será, quizás más simple, con menos abundancia material, pero con más conciencia y sentido de propósito, y por ende, más feliz. En fin, una normalidad por la que valga la pena luchar.
El autor es abogado graduado de la Universidad de Puerto Rico con una maestría en Derecho de la Universidad de Harvard. Es estratega y asesor de política pública. Trabajó en el Congreso de los Estados Unidos como "Chief of Staff" del entonces comisionado residente Aníbal Acevedo Vilá.