Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
Deportes

NotiCel en Río: Brasileños contra argentinos en las calles cariocas

Río de Janeiro - Al llegar a Copacabana el día de la final, tuve la impresión de que un ejercito albiceleste se había congregado frente a la pantalla del Fan Fest. La presencia argentina en Río de Janeiro, que desde hace días se hacia constar por los cánticos en las calles y el inusual número de conversaciones en español, llegaba a su máxima expresión. Las decenas de banderas erguidas entre decenas de miles de personas uniformadas con la camisa de su selección solo añadían a la imagen de un batallón que parecía haber conquistado esta zona de la ciudad.

Al otro lado de la avenida se veía otro tipo de ejército. Miembros de la uniformada de Río de Janeiro iban llegando en camiones militares, sus rifles apuntados hacia el cielo. Algunos se habían enfilado frente al hotel Copacabana Palace, cubiertos en armadura antimotín. Permanecían parados, listos para actuar en caso de que surgiera alguna altercación en la playa. El ambiente era tenso, y no solo por el marcador que aún seguía cero a cero al finalizar el primer tiempo. Aunque la policía solo hacía su trabajo, era obvio que habían venido preparados principalmente para controlar a la notoria fanaticada argentina.

En Puerto Rico, antes de salir rumbo a Brasil, había fantaseado con vivir el jolgorio de una victoria latina en el juego final del Mundial. Como tantos otros, acostumbrados a apoyar a los que vemos como mayores representantes del latinoamericanismo del cual nos sentimos parte, reiteraba en cada partido mi apoyo a las selecciones del continente sede de esta Copa. Desde la isla era fácil pensar en términos generales y totalizantes, asumiendo que los otros ciudadanos de las Américas naturalmente compartirían esta opinión.

Llegué a entender la ingenuidad de este pensamiento al encontrarme rodeado de porteños cuando terminó el juego con Alemania como vencedor. Los visitantes derrotados aún cantaban su típico 'Brasil, decime que se siente tener en casa a tu papá', aseguraban que 'Maradona es más grande que Pelé' y bloqueaban el transito, mientras que la policía carioca le respondía con gas pimienta. Los argentinos se burlaban levantando siete dedos y gritando 'Brasil, te comiste siete!' en referencia a la vergonzosa derrota de la selección nacional en las semifinales. La mayoría de los brasileños que vi andaban con camisas del equipo que pocos días antes los había humillado, celebrando a toda voz la victoria europea que convertía a Alemania en tetracampeón – solo un puesto por debajo de las cinco estrellas de Brasil. Aún así, para muchos era mejor que un trofeo para Argentina.

El antagonismo entre latinoamericanos se fue manifestando en mayor grado mientras fue transcurriendo la noche. Los hinchas argentinos más radicales quemaban banderas brasileñas y trepaban carros. Los locales le cantaban insultos, usando las mismas melodías de los cánticos de la fanaticada albiceleste. El Mundial Brasil 2014 quedaba en la memoria como la primera victoria europea en una Copa del Mundo celebrada en las Américas, y en las calles de Rio la gente reía y bebía en celebración.

El rencor que se sintió entre fanáticos brasileños y argentinos no es nada nuevo, pero detrás del coraje yacen preocupaciones más profundas.

Para muchos de los que cruzaron fronteras para llegar a Rio de Janeiro, apoyar a la selección argentina servía como válvula de escape para airear las frustraciones con la patria. En términos económicos, Argentina no se encuentra en su mejor momento. Según el Washington Post, el país que una vez fue modelo de desarrollo latinoamericano se enfrenta a un nivel de inflación de cerca de 40%, y el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner debe apaciguar a sus acreditadores pronto o arriesgar repetir la bancarrota del 2001. El progreso económico y social de Brasil en la última década ha contrastado con este otro país del Mercosur, donde el gobierno ha buscado legitimarse a través del populismo y otras distracciones, como el asunto de las Islas Malvinas.

Quizás la decisión de la presidenta argentina de no estar presente en el juego final – oficialmente por causa del cumpleaños de su nieto y de problemas de salud – tuvo que ver también con la posibilidad de que fuera abucheada por la fanaticada de su país. Según el periódico brasileño Folha de São Paulo, esto fue lo que aconteció con Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, en varias ocasiones durante el juego en el Maracaná.

El futbol y la política siempre han estado ligados en estos países suramericanos, más aún durante esta Copa del Mundo. Para muchos fanáticos, el espectáculo sirvió de distracción ante las dificultades que ahora enfrentarán sus países. Gracias a Alemania, tanto Argentina como Brasil se quedaron sin un trofeo con el cual callar las dudas sobre lo que vendrá. Ya está en Berlín, junto con la selección germana, en donde otra fanaticada disfruta plenamente de la felicidad que se va esfumando de Sur América.

En dos años, Río volverá a ver el bullicio de las fanaticadas extranjeras para las Olimpiadas. Quizás para ese entonces hayan habido cambios contundentes en la región, y las dos actuales mandatarias de los países más grandes de América Latina ya no dispongan de sus puestos, ni de entradas VIP a los eventos. Quizás el resultado sea otro, y los cambios que algunos auguran ahora que terminó el Mundial se queden solo en la retórica. No importa lo que acontezca, por lo menos en el 2016 nosotros estaremos apoyando a nuestra propia selección.

Vea también:

NotiCel en Río: Llanto y coraje por la Copa que los brasileños pagaron pero no tendrán

Aficionados argentinos lamentan la derrota de su equipo ante Alemania por la final del mundial de fútbol Brasil 2014. (EFE)
Foto: