Littlejohn
Para algunos, esta especie de Robin Hood de la información, quien expuso a Trump, y a solo una de las muchas modalidades de su hipocresía existencial, debiera ser considerado una especie de héroe.
Probablemente nunca nos hubiésemos enterado de que el año en que Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos, el 2016, éste pagó en contribuciones federales al mismísimo IRS, solamente $750. Tampoco hubiésemos sabido que él pagó lo mismo al Servicio de Rentas Internas, $750 en el 2021, su primer año como presidente de los Estados Unidos.
Esta escandalosa revelación equivalente a la explosión de un volcán cuyas cenizas le dan la vuelta al mundo muchas veces, como pasó con el de Krakatoa, cuando en el 1883, se hizo añicos el 70% de esa isla, debería repetirse una y otra vez, para entender lo putrefacto y desigual que es el sistema contributivo del Imperio y el que el neoliberalismo ha empujado para el capital global. Por supuesto, que esa información, no debía ser circulada, pues es un secreto protegido por la ley, y apropiarse de la información contributiva y circularla, es un delito grave federal. Pero, sucedió, se filtró, llegó al New York Times y gracias a la libertad de prensa eventualmente fue hecha pública.
Al autor del crimen de apropiarse de esta información y de la de miles de contribuyentes ricos, para luego divulgarla, lo sentenciaron el lunes a cinco años de cárcel. Cuando los cumpla, tendrá que estar en libertad supervisada otros tres años y deberá pagar $5,000 de multa. Hubo una vista para dictar sentencia donde se retomaron diferentes argumentos. Los fiscales pidieron la peor sentencia para el acusado, mientras que la defensa trató de presentar el lado más benigno de las controversias.
Para algunos, esta especie de Robin Hood de la información, quien expuso a Trump, y a solo una de las muchas modalidades de su hipocresía existencial, debiera ser considerado una especie de héroe. Para otros, este violador de la sacro santidad de la privacidad de la información contributiva debería pudrirse en prisión. La realidad es que las guías para sentenciar a este convicto federal aconsejaban una sentencia más benigna. No la recibió, porque al igual que en otros casos que han "liberado" secretos comprometedores e inconvenientes que delatan el carácter del sistema político-económico, y en otros, la actividad criminal e ilegal, los tribunales esgrimen severos argumentos y castigan con la mano dura.
La razón por la cual este convicto, según los fiscales y la juez sentenciadora, no podía acogerse a las disposiciones que protegen a los que utilizan el silbato para delatar ---los whistleblowers--- es que se había aprovechado de su condición de contratista y de un hueco en la programación del sistema, para extraer la información privilegiada, para denunciar el escándalo u obscenidad del sistema contributivo, y adelantar sus intereses o preferencias ideológicas o políticas.
Estoy seguro que al señor Charles Littlejohn, de 38 años de edad, al igual que a Snowden, y a tantos otros que revelaron secretos y actuaciones ilegales del gobierno, se le considera ya, una especie de héroe por muchas personas. Supongo que con el correr de los años, su prestigio aumentará, pues llegará un siglo o un momento cuando la naturaleza vomitiva del sistema de explotación y concentración de la riqueza quedará expuesto de manera clara ante quienes lo han tenido que sufrir. Mientras tanto, el convicto que sabía en lo que se estaba metiendo ---así lo declaró--- irá a prisión en abril a extinguir su condena.
Cuando pienso en las miles de personas protegidas por el sistema contributivo local, para que no tengan que pagar lo que anualmente suma miles de millones de dólares al año, gracias a generosas exenciones, deducciones, créditos contributivos y trucos legalizados; cuando pienso que estas golosinas son la causa de que no haya recursos suficientes para atender las necesidades del país, y para el pago atosigado por la Junta de Supervisión Fiscal de una deuda sin auditar, comprendo claramente que las fuerzas que dominan aún son la avaricia, el endiosamiento del dinero, y la distorsión absoluta de lo que significan los deberes para con el prójimo y la búsqueda del bien común.
El pago de $750 por año, en el 2016 y el 2021, por el multibillonario Trump por sus ganancias --- y supongo que por sus declaradas pérdidas--- es un monumento a la inequidad, del que no nos hubiésemos enterado si el señor Littlejohn, en un golpe de conciencia, no hubiese decidido arriesgar y entregar su libertad personal por un propósito superior.
Mientras tanto, quedan, el secreto bancario, los secretos de negocios, los del departamento de defensa, seguridad nacional, y otros nichos de la secretividad como la confidencialidad abusada fijada en tantas leyes, y de la falta de transparencia para librarnos del escándalo, y proteger la privacidad y la intimidad, por supuesto.