Bienvenidos a Puerto Cripto
La isla se encamina a ser el paraíso de los que invierten en las criptomonedas.
Como parte de las estrategias de desarrollo económico en Puerto Rico, el gobierno está intentando atraer inversionistas de criptomonedas a la isla ofreciéndoles incentivos fiscales incomparables. Mediante legislación, el gobierno promete a estos inversionistas exención sobre impuestos a las ganancias de capital, protección para no tener que pagar impuestos federales y la eliminación de impuestos comerciales. Lo interesante para estos inversionistas es que pueden lograrlo en suelo americano y con las protecciones del gobierno federal.
En la pasada década nació el concepto monetario de la criptomoneda que agiliza las transacciones financieras, reduce los costos bancarios y limita el acceso del gobierno de intervenir en las actividades comerciales entre entidades privadas. Originalmente, el mercado con interés en la criptomoneda solo tenía la opción de adquirir la moneda llamada Bitcoin. Al momento de su creación, esta moneda virtual tenía un precio de adquisición de solo $0.20. Ese costo aumentó hasta tener un valor de cerca de los $20,000 en tan solo 8 años. Es esta volatilidad y fluctuación lo que hace este producto de inversión tan atractivo para aquellos que no le temen al riesgo. La situación actual es un tanto distinta ya que actualmente existen alrededor de 2,200 distintas monedas y las fluctuaciones en el precio no son bien dramáticas.
Al analizar las criptomonedas, los usuarios deben verlo como una moneda digital diseñada para operar como medio de intercambio utilizando una red descentralizada de usuarios. Estas monedas usan la técnica de criptografía, o más simple, usan un tipo de abreviatura en jeroglífico computadorizado que permite validar las transacciones. Las criptomonedas permiten entradas limitadas a una base de datos que absolutamente nadie puede cambiar sin presentar una información y se que cumplan ciertas condiciones específicas.
El diseño de estas monedas virtuales las hace totalmente intocables para las autoridades de los bancos centrales y los gobiernos, ya que las mismas no se identifican con el nombre y seguro social del usuario, sino por un código numérico en una plataforma protegida. Esto no ha detenido al Servicios de Rentas Internas Federal de intentar regular estas inversiones. En el año 2014 el gobierno federal impuso unas reglas que detallaban las imposiciones contributivas federales relacionadas con las monedas virtuales. Se estableció que las criptomonedas constituyen una propiedad de la persona que las ostentan y que el servicio relacionado con las transacciones de compra y ventas de monedas constituyen un servicio tributable. Por tanto, es obligatorio que cada vez que se cobre o se pague con moneda virtual, se calcule el justo valor en el mercado de dicho activo y se le pague a “Uncle Sam” su fracción. La realidad es que esto no está pasando ya que el sistema no permite la fiscalización del uso del dinero.
Desde el punto de vista bancario, las criptomonedas ofrecen unos beneficios incomparables. De hecho, el pasado mes de abril, una persona desconocida transfirió, en solo segundos, más de 161,000 monedas de Bitcoin por un costo de $1,100 millones y por el trámite se pagó un costo transaccional de menos de un dólar. Esta transacción en un banco comercial hubiera tomado unos 10 días y tenido un costo de miles de dólares. Mientras el mercado de las criptomonedas celebraba esta transacción, se produjo otra de $2,200 millones que conllevó un cargo transaccional de $7. Estas transacciones se unen a las miles que ocurren diariamente sin que los bancos tradicionales puedan cobrar cargos, congelar los fondos y limitar el acceso al dinero.
Son precisamente los bajos costos transaccionales y los beneficios contributivos, lo que ha cautivado a cerca de treinta inversionistas a mudarse a la isla. A diferencia de los beneficiarios de incentivos contributivos, los inversionistas de las criptomonedas se mudan, compran propiedades, establecen nuevos negocios y disfrutan de un estilo de vida de relajación. Hace aproximadamente dos años, un grupo de estos empresarios comenzó a rebotar la idea de construir en Puerto Rico una comunidad cerrada donde los residentes solo utilicen las criptomonedas para hacer sus transacciones. Ellos tenían en mente construir una ciudad que se convirtiera en una utopía para estos emprendedores millonarios residentes en Puerto Rico, a la que le llamarían “Puertopia”.
Puertopia se pensó en su origen como una ciudad en la isla donde operara una economía cerrada girando alrededor de las criptomonedas. Para que esta ciudad sea una realidad es fundamental el apoyo ilimitado del gobierno y que las criptomonedas puedan proveer la seguridad, transparencia y ser aceptadas por entidades reconocidas.
La evolución de las criptomonedas ha sido monumental. Inicialmente, las monedas se vendían en las calles de Nueva York a través de vendedores ambulantes. Ahora, la compra y venta de las criptomonedas se hace de forma digital y requiere el uso de unas plataformas sofisticadas. De los ajustes más notables en el manejo de estas monedas son la transparencia que las entidades que custodian los fondos le ofrecen a sus participantes.
Cada día, más y más entidades reconocidas a nivel mundial, han aceptado desarrollar mecanismos tecnológicos para realizar transacciones con criptomonedas. Entidades como Bank of America, Santander, American Express, Moneygram, Royal Bank of Canada y PNC ya se han insertado a la corriente de las criptomonedas. En Puerto Rico, el proceso ha sido lento aun a pesar de que, a principios del año pasado, el San Juan Mercantile Bank & Trust International logró las autorizaciones para ofrecer servicios de liquidación y custodia de activos digitales a los usuarios de criptomonedas.
Desde el punto de vista del consumidor individual, el futuro de las criptomonedas es halagador; pero solo para aquellos inversionistas que tengan capital no comprometido para invertir en un instrumento intangible combinado con la fibra emocional necesaria para montarse en una montaña rusa financiera. Las inversiones en las criptomonedas son de alto riesgo, pero de posibles grandes ganancias. Por otro lado, el mercado de las criptomonedas debería ser parte de toda discusión sobre el desarrollo económico de Puerto Rico.
Nuestros gobernantes deberían instruirse sobre el desarrollo de la tecnología, la minería de las monedas y la programación de los “blockchains” para atraer a la isla los miles de inversionistas que participan de este negocio a nivel mundial.