Kyrie Irving y su variante de la solidaridad
Columna del abogado Jaime Sanabria.
Del mismo modo que un abrazo a tiempo puede evitar una guerra, una explicación, sobre una posición asumida, puede también evitar una crucifixión de la opinión pública, siempre ávida por agarrarse a lo más sensacionalista, a lo más áspero, a demonizar al portador de una tendencia que se juzga como contraria a lo mayoritario, a lo tenido por juicioso, a lo tenido por sumiso, incluso.
La pandemia, además de un foco globalizado de dramas personales, familiares, nacionales, norteamericanos y transcontinentales, ha ofrecido, y lo sigue haciendo, una amplia casuística, sobre opiniones y conducta, que ha puesto de manifiesto lo disyuntivo de la condición humana, aparentemente incapaz de aliarse siquiera cuando el enemigo se revela como invisible fuera de los microscopios, común, despiadado y que no distingue, por ideología alguna, a la hora de entrometerse en cualquier organismo y masacrarlo, si encuentra los suficientes puntos débiles.
Y es que todavía, al principio de las hogueras, cuando el humano estaba rodeado solo de sus montañas aledañas, cuando apenas habían mecanismos para paliar el desconocimiento, la
Tierra era plana, el sol tributario y la suspensión de los astros en la bóveda celeste un misterio insondable. Pero, en este presente, supuestamente civilizado y científico, todavía arden demasiadas de aquellas hogueras primigenias alimentadas con el combustible del estereotipo y la marginación.
En días recientes, uno de los emblemas deportivos de la NBA de los últimos tiempos, uno de los armadores de la actual plantilla de los Nets de Brooklyn, Kyrie Irving, con su negativa a vacunarse contra el COVID-19, ha abanderado la voz de quienes se oponen a recibir la protección de las vacunas por cualquiera de los múltiples motivos existentes en el abanico de la resistencia.
Aunque las fuentes de información que analizan los motivos de la reluctancia de Irving a vacunarse no son del todo concordantes entre sí, predomina la que aboga por la solidaridad del jugador, que se ha declarado afín a las vacunas, pero que se opone a que su exigencia mandatoria pueda desembocar en la pérdida de empleos de otros seres humanos.
El armador, poseedor de un anillo de campeón cuando militaba en los Cavaliers de Cleveland, no ha podido apenas entrenarse desde comienzos de octubre, cuando entraron en vigor las medidas restrictivas del Estado de Nueva York para combatir la pospandemia. Una de esas medidas impedía la entrada de personas no vacunadas en los lugares públicos deportivos y las disposiciones estatales sobre esta materia no hacen excepciones a los jugadores profesionales de cualquier deporte.
Sin embargo, en un primer momento, el equipo adujo que el HSS Training Centre, espacio en el que entrenan los Nets, es una instalación privada, y al ser reconocida como tal por las autoridades, en consecuencia, Kyrie pudo volver a entrenar, aunque se le impedía seguir jugando en los partidos que el equipo disputase como local. La polémica se mantuvo en lo deportivo sobre cómo, cuándo y dónde podría jugar Irving, hasta que el dirigente de los Nets, Sean Marks, determinó que el jugador ni podría ejercitarse ni jugar hasta que no cumpliera con las reglas de vacunación del Estado de Nueva York.
No obstante, y pese a la consiguiente pérdida de ingresos por cada partido que deja de jugar (incluso, puede que, en un futuro cercano, se enfrente a una sustanciosa multa o a una potencial terminación de su contrato), el armador ha continuado firme, en su posición de rechazo a la vacuna contra el COVID-19, esgrimiendo como razón “lo que es mejor para él”, a saber, que no se siente cómodo jugando en una cancha, mientras hayan seres humanos que, por ser fieles a sus convicciones, se vean impedidos de tan siquiera intentar participar en el “juego de ganarse la vida”.
El jugador, aunque en el pasado ha coqueteado con alguna de las clásicas teorías conspiranoicas extendidas por el orbe, no solo no se ha declarado contrario a las vacunas per se (más bien, al contrario), sino que ha decidido convertirse en uno de los portavoces de la libertad individual de quienes por motivos religiosos, de creencias, médicos o cualquier otro han decidido no vacunarse. Kyrie, por su visibilidad mediática, entre otros factores, ha escogido ser un líder de aquellos que no se les escucha por mucho que levanten su voz; una voz de un colectivo fácilmente marginado y crucificado, por diversas razones.
Una manifestación popular de solidaridad con el jugador ocurrió hace muy pocos días ante el Barclays Center, el pabellón neoyorquino donde juegan los Nets. La policía impidió el acceso al recinto de centenares de fanáticos que protestaban contra la decisión del equipo de no permitir jugar a un Irving que se mantiene firme en su decisión de no vacunarse.
Resulta encomiable, incluso podría ser catalogado como romántico, que alguien tan visible como Kyrie Irving se haya convertido en adalid de quienes esgrimen motivos personales diversos para desatender la llamada de las vacunas, incluso aunque el jugador no comparta esos motivos y se muestre convencido de sus bondades generales.
En cualquiera de los casos, la intimidad última de las motivaciones de cualquier persona, por públicas que sean, no suele reproducirse con precisión en los medios, y fruto de la superficialidad de una mayoría de informaciones los humanos teorizamos y tendemos a simplificar y a establecer hipótesis denotativas de nuestros sesgos cognitivos o ideológicos.
Erigirse en portavoz de los marginados por el sistema, aunque la marginación sea provocada por una decisión personal, conlleva el pago de un precio como el que está pagando, jornada tras jornada, la estrella de la NBA en su cruzada por prestar su garganta a los que la sociedad ha dejado sin cuerdas vocales.