Cada año, cuando se acerca el Día de las Madres, es inevitable reflexionar sobre el gran privilegio que es tener la madre que tengo. Nací un Día de las Madres y creo que desde ese momento la relación con mi mamá fue de mucha complicidad y amor.
No recuerdo algún momento de mi infancia en el cual mami no estuviese presente, apostando por mí y recordándome que yo podría ser lo que quisiera en la vida. Vi a mi madre trabajar duro para que pudiéramos tener una buena educación, pero también la vi decidiendo por ella, escapando de la violencia, estudiando, creciendo y balanceando magistralmente la tarea de ser madre, diseñadora de interiores, neourocoach, chef, autora, empresaria, esposa, mentora de otras mujeres que sobreviven violencias y muchas cosas bellas más. Realmente era impresionante como mientras criaba armonizaba todos esos roles.
Cuando estaba en escuela elemental una maestra le dijo a mami: “Marcos va a fracasar”. Mi mamá, muy segura, la miró y le respondió: “Marcos no fracasará”. Ella se dedicó a hacer todo lo que fuese necesario para que yo pudiera aprender y pasar al próximo grado y no fracasé: me gradué de ese grado, luego de la escuela y de la universidad.
Mi vida profesional a favor de la niñez y la juventud y todos mis proyectos están definitivamente inspirados en esa figura materna, fuerte, valiente, que actúa desde el amor solidario con todas las herramientas que tenga a la mano y siempre presente.
Cuando veo a niños inquietos hoy, recuerdo lo travieso que fui y la candela que le di a mami, quien nunca se rindió conmigo. Cada día me protegía con su gran corazón y oraba por mí por lo que recibí todas sus bendiciones. Con su amor siempre presente mami supo guiarme para llevarme a ser la persona que soy hoy.
Mi madre, la heroína presente toda la vida y un día más, es tremenda jeva y no me va a dar la vida para devolverle ni la mitad del amor que me ha regalado. Mamita es como una frase que leí hace algún tiempo: ella es su propio libro. Se lee, se reescribe, se subraya, repite páginas que le fascinan, agrega páginas, arranca otras que duelen y deja SIEMPRE una última hoja en blanco.
No importa cuantos años pasen, los brazos y el corazón de mi madre siguen siendo el espacio de más amor y seguridad que existe en mi vida. Y es eso por lo cual trabajo todos los días para que la niñez crezca en sus hogares cerca de sus familias y cuando eso no sea posible que encuentren una madre adoptiva tan amorosa como la mía, Elizabeth Andújar.
Mami, gracias por sostenerme, creer en mí y por amarme tanto.
*Marcos Santana Andújar es presidente de la Red por los Derechos de la Niñez y la Juventud
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