El joven de 13 años, quien sobrevivió la masacre de Los Frailes, no solo fue dado de alta, sino que se encuentra de mejor ánimo y deseoso de ver a sus compañeros de clase, según allegados que estuvieron el martes en el velorio de su papá y hermano.

El agente Nelson Méndez indicó a su entrada a la funeraria, que vio el domingo una imagen del menor que dista mucho de lo que vio la madrugada del 18 de noviembre, cuando lo encontró descamisado, lloroso y ensangrentado, tocando a la puerta de una residencia en el barrio Guaraguao, tras haber sido apuñalado en el cuello y tirado desde un puente a 40 pies de altura.

‘Se alegró un montón de vernos’, contó el guardia municipal de Guaynabo, quien se considera ya parte de la familia.

El director de la academia American Military, Juan Carlos Consuegra, contó que también visitó a ‘Toñito’ en la noche del lunes y que le sorprendió verlo con ánimo. ‘No te puedo explicar lo que yo vi porque no lo creerías’, comentó sobre la impresión que le dejó el encuentro. Expresó que ‘está loco por ver a sus compañeros’.

‘Aquí está la gente que de verdad lo quiere, aquí está la gente que lo conoce’, destacó, en momentos en que tanto la familia paterna y materna del menor han expresado interés en tener la custodia.

El director recordó que la academia ofreció becar a ‘Toñito’, y aseguró que están listos para recibirlo con las debidas medidas de seguridad.

Los tíos maternos llegaron de Perú al mediodía del martes, con el propósito de identificar los cuerpos de Carmita Uceda y Clementina Ciriaco, de donde provienen la madre y abuela del menor, respectivamente. Luego de pasar horas en el Instituto de Ciencias Forenses, Rosario y Milagros Uceda llegaron a eso de las seis de la tarde hasta Guaynabo Memorial, donde se reunieron en privado para orientarse sobre los arreglos fúnebres para ambas mujeres.

La decisión sobre repatriar los cuerpos a Perú o sepultarlos en la isla no se había informado durante la noche del martes. Hasta el momento, solamente habían sido expuestos los cuerpos del exmilitar Miguel Ortiz y su hijo, Michael Ortiz, quienes serían sepultados el miércoles a las dos de la tarde en el Cementerio Nacional.

‘Puerto Rico necesita paz’

Las clases estuvieron suspendidas esta semana. Toda la academia American Military se dio cita a la funeraria Guaynabo Memorial para despedir a la familia de quien trabajó allí durante veinte años.

Cientos de allegados acudieron al velorio privado, donde miembros del batallón llevaban el registro de personas en la entrada. Entre los presentes, había una enorme cantidad de estudiantes con vestimenta militar, así como los familiares del exsargento, y uno que otro vecino de Versalles, donde la familia tenía la residencia que rentó a Christopher Sánchez Asencio, acusado de conspirar y finalmente asesinar a los cuatro familiares.

Dos vecinas de la urbanización en Bayamón, dijeron que nunca vieron al acusado, mas que días antes del crimen, en que les preguntó si había llegado el correo. ‘Yo no me atrevo ni a dar la vuelta a la esquina’, indicó la mujer, mientras la otra afirmaba que estaba ‘anonadada’ todavía por lo sucedido.

El crimen violento también afectó a cientos de estudiantes, que concebían al sargento Ortiz como mentor, o que tomaban clases con Michael y Ángel. ‘Teníamos un octavo grado preguntando si Ángel había fallecido, y un noveno grado preguntando si Michael había fallecido. No podíamos atender la situación porque no sabíamos cuál de los dos era’, explicó Consuegra sobre ese martes a las ocho de la mañana, en que rompió la noticia.

Sobre la posibilidad de pena de muerte, indicó que se iba a inhibir de opinar: ‘yo siento la misma rabia que siente todo el pueblo… pero este país necesita paz. Necesitamos regresar a los principios básicos, que nuestros padres nos enseñaron’.