Del sudor y la solidaridad de cientos de voluntarios, están construidas las viviendas de 16 familias puertorriqueñas. Esto gracias a la organización sin fines de lucro Habitat for Humanity, cuya misión es convocar a la comunidad y reunir las donaciones para edificar viviendas dignas para aquellos que más las necesitan.
A diferencia de otras organizaciones sin fines de lucro, Habitat for Humanity involucra en la construcción de los hogares a sus futuros propietarios. Lejos del ‘que bueno es vivir así, comiendo sin trabajar’, los beneficiados tienen que invertir al menos 400 horas laborando en el proyecto y deben tenerun empleo para pagar, de acuerdo a sus medios, algo parecido a una hipoteca.
Como indicó el arquitecto y vicepresidente de la junta de directores de la organización, Elvin Ferrer, el sistema de Habitat for Humanity consigue las donaciones de tierras o casas reposeídas, tramita la recaudación de fondos -no federales- para la cimentación y luego cobra una mensualidad de acuerdo a la capacidad de pago de las familias hasta saldar la inversión. El dinero de los pagos se invierte a su vez en la construcción de otras viviendas.
Ferrer dio como ejemplo las casas número 15 y 16, inauguradas el miércoles pasado en el barrio Amelia de Guaynabo, por las que sus propietarios tendrán que pagar $150 mensualmente hasta saldar su costo de $42,500.
Voluntarios de Habitat for Humanity.
Durante el corte de cinta de los hogares de la pareja compuesta por Luis Omar Escobar y Damaris Andújar, y el de la madre soltera Kate Pérez, el arquitecto explicó que la organización opera a nivel nacional desde 1976 y en Puerto Rico desde el 1998. El cuerpo de voluntarios ha sido vital en la restauración de hogares en Nueva Orleáns, en Chile, Haití e Indonesia, dando techo a 81,399 familias alrededor del mundo. En la isla ya son 16 las casas que Habitat for Humanity ha entregado, 13 de ellas localizadas en lo que llamaron Villa Habitat en el Barrio Cantera.
Para Damaris de 19 años, tener una casita para criar a su hijo le da la posibilidad de retomar sus estudios en artes culinarias. En el caso de Kate, quien lleva años con dos trabajos, su sueño se cumple justo a tiempo para ayudar a su hijo a emprender su carrera universitaria.
La lista de manos anónimas que han colaborado con el proyecto es larga y se extiende con cada proyecto. Héctor González Colón, tesorero de la entidad, agradecido con aquellas compañías que donan dinero, recalcó que la mayor aportación la han hecho los voluntarios cuando dan de su tiempo para hacer realidad los sueños de otros.
‘Mis niños creen en Batman y Robin, yo creo en estos seres que están aquí’, expresó González.
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