Mientras el Estado se prepara para determinar el futuro de Jeffrey Alexander Santiago González, quien permanece conectado a un respirador artificial hace dos semanas, saltan a la memoria colectiva algunos de los casos más notorios en los que se debaten los principios de la psicología humana, la medicina, ciencia y el cristianismo.
En el caso de Jeffrey, los padres del menor han solicitado a través de los tribunales que el niño se mantenga respirando por medio de un respirador artificial porque entienden que existe la oportunidad de que pueda recuperarse de un fuerte golpe que presuntamente recibió en la cabeza al caerse de una cama.
Los progenitores de Jeffrey aún esperan por un milagro para ver al niño levantarse de su lecho.
Recientemente el caso de la jovencita Karla Michelle Negrón Vélez conmovió a Puerto Rico.
La menor, que fue intervenida quirúrjicamente en varias ocasiones para tratar de salvarle la vida tras ser impactada por una bala perdida en una celebración de despedida de año, se mantuvo conectada a un respirador artificial por varios días hasta que sus padres determinaron que ya no había posibilidad para recuperar a la joven bailarina.
La lamentable pérdida de Karla Michelle dejó, sin embargo, un agridulce sabor en su familia, pues los órganos vitales de su hija fueron donados a otra persona.
Otro caso que le dio la vuelta al mundo fue el de la estadounidense Terri Schiavo.
La mujer, en estado vegetativo, se mantuvo 15 años conectada a una máquina que le administraba alimentación intravenosa luego de sufrir un ataque cardíaco que produjo a su vez una baja de potasio en su organismo.
Schiavo, quien padecía una condición de bulimia, fue desconectada de la máquina en un hospital de la Florida y en el 2005 los médicos certificaron su muerte.
La batalla legal estuvo enmarcada por señalamientos contra su esposo, la familia de la mujer, y el debate sobre la moral, la aplicación de la eutanasia, la lucha por los derechos civiles y la ética médica.
Karen Ann Quinlan fue otra joven estadounidense que quedó en coma luego de sufrir daño cerebral tras mezclar alcohol y varios medicamentos.
La joven permaneció conectada por diez años, hasta que la Corte Suprema de New Jersey concedió la petición de sus padres para que se desconectara. En este caso el personal médico insistía en mantener a Karen repirando artificialmente.
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