Algo huele a podrido y no en la augusta Dinamarca, sino en la alegre España. Es lo que nos faltaba, en el mundo al reves, por ver y oír: la corrupción, infiltrada profundamente en el sistema de gobierno, juzgando a los honestos.

Un sistema judicial, un dudoso Tribunal Supremo, ha puesto fin a la carrera del juez Baltasar Garzón al inhabilitarlo por 11 años para ejercer la judicatura, lo que a sus 57 años significa el final de su honrosa y memorable, para muchos entre los que me cuento, carrera en el ámbito que hoy lo castiga. Y por qué lo condenan?

Por el delito de ‘prevaricación’ (dictar a sabiendas una resolución injusta) por su rol en el llamado ‘Caso Gurtel’, que destapó una trama corrupta en la administración pública y salpicó a las delegaciones regionales del gobernante Partido Popular en Valencia y Madrid.

Qué coincidencia, el sistema en pleno convertido en un tembladeral de compras de beneficios, chantajes por contratos, dinero, mucho dinero sucio, corriendo en las oscuras trastiendas, y muchas veces en plena vitrina, pero pasando desapercibido al ciudadano común, siempre ocupado en otras cosas mientras la vida pasa, fue lo que removió Garzón en sus investigaciones.

El argumento central para condenarlo es la denuncia de dos abogados, representantes legales de los corruptos, que aseguran que Garzón ordenó escuchas telefónicas en la cárcel donde se encuentran los involucrados.

Tanto el abogado de Garzón, Francisco Baena Bocanegra, como la Fiscalía del mismo Tribunal Supremo, han defendido que la intervención de las comunicaciones de los imputados presos, incluidas las que mantuvieran con sus abogados, pretendía evitar que se cometiera un nuevo delito de blanqueo de capitales desde el centro penitenciario.

Los siete jueces del supremo dedican 68 páginas a su fallo, pero apenas 5, y con planteos elementales, para rebatir argumentos como en el que coinciden abogado defensor y fiscales.

Pero con permiso del Supremo español, el honorable juez Garzón queda en la memoria de testigos y protagonistas de décadas pasadas por haber investigado y condenado a asesinos con uniforme militar, miembros de la dictadura de 1976 en Argentina, como el represor Alfredo Scilingo, integrante de la Escuela de Mecánica de la Armada, la sombría ESMA en cuyos sótanos se torturaba y se convertía luego en desaparecidos a opositores del régimen, a quiénes se arrojaba dormidos con somníferos desde helicópteros sobre el Río De La Plata. Scilingo fue en su momento extraditado desde México y permanece encarcelado en España hasta 2022.

También Garzón investigó y condenó a otros criminales de la dictadura chilena de Augusto Pinochet, a quien ordenó detener en Londres en 1998.

Por entonces Pinochet, cuyo apellido recobró notoriedad hace poco por el descubrimiento de mas de 27 millones de dólares en cuentas a su nombre fuera de Chile, pero engrosadas con dinero de ‘negocios’ en Chile durante su carrera como dictador, era senador de su país y había viajado a Londres por un tratamiento médico.

Su caso no llegó a juicio. Fue liberado casi dos años después, luego de recibir la visita de la ex primera ministra Margaret Thatcher, quien intervino junto a quién seria luego presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para lograr su libertad.

El nombre y la participación de Thatcher no es casual sino causal. En 1982, cuando Argentina recuperó brevemente las islas Malvinas ocupando su territorio, el Gobierno de Pinochet puso la base de Punta Arenas en Chile a disposición de Inglaterra para el reabastecimiento de sus aviones de guerra. Curiosa la historia: el esposo de Thatcher tenía entonces intereses personales y económicos en Malvinas, un enorme criadero de ovejas, Argentina todavía estaba bajo el yugo de la dictadura del 76 y Pinochet dirigía la suya en Chile.

Años después, todos los nombres se juntaron.

Los había puesto en orden, como en un rompecabezas, el juez que investigó y encarceló a algunos de ellos por asesinato de ciudadanos españoles bajo las dictaduras sudamericanas.

Ese juez es hoy castigado por los corruptos en España. Se llama Baltasar Garzón y su nombre, los memoriosos no lo olvidaremos.

Nunca.