¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Lo que en el pasado fue sinónimo de orgullo y estabilidad, hoy divide a las generaciones.
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¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir? Esa pregunta, tan común en conversaciones cotidianas, sirvió de punto de partida para un estudio profundo realizado por el Observatorio de Sociedad, Gobernanza y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR).
El análisis, presentado por los investigadores Hernán A. Vera Rodríguez, Jennifer Castellanos Barreto y Laura Pietri Gómez, buscó entender cómo las generaciones X, Y (millennials) y Z (centennials) viven, sienten y valoran su trabajo en un país donde la estabilidad laboral parece cada vez más frágil y el cansancio emocional más frecuente.
Bajo el título “Diferencias generacionales en trabajadores de Puerto Rico: engagement con el trabajo, pasión laboral, ética del trabajo e intención de abandonar el empleo”, la investigación combinó datos duros y testimonios humanos.
El equipo aplicó un diseño mixto secuencial explicativo, según el modelo de Creswell & Creswell (2018), dividido en dos fases:
La muestra incluyó 80% mujeres y 19% hombres, con una edad promedio de 41.8 años.
Las diferencias fueron marcadas. La Generación X —personas entre 43 y 58 años— mostró el mayor nivel de compromiso, pasión y ética laboral. Para ellos, trabajar sigue siendo sinónimo de identidad y orgullo.
En cambio, las generaciones Y y Z expresaron una visión más instrumental: el trabajo como medio, no como fin. Lo ven como una herramienta para lograr bienestar, pagar deudas o sostener proyectos personales, pero no como el eje de su identidad.
“No estoy súper motivada, pero tampoco odio lo que hago”, admitió una participante millennial.
“El trabajo es necesario, pero no me define”, expresó un joven centennial.
Estas frases resumen una transición cultural: el paso del deber al balance, del sacrificio a la búsqueda de propósito.
En términos estadísticos, las diferencias entre generaciones fueron significativas en las variables de engagement total, pasión laboral, ética del trabajo e intención de renuncia.
De hecho, el estudio encontró que los más jóvenes valoran más la flexibilidad que la permanencia, y que la estabilidad ya no se asocia con un solo empleo, sino con tener control sobre el tiempo y la salud mental.
Más allá de los datos, los investigadores situaron estos hallazgos dentro del contexto socioeconómico del país. Puerto Rico ha vivido las últimas dos décadas entre crisis fiscales, reformas laborales, reducción de beneficios y recortes en sistemas de retiro. La llamada “reingeniería” del sector público, el ‘downsizing’ y la Ley de Transformación y Flexibilidad Laboral de 2017 transformaron las condiciones de empleo y la confianza en la estabilidad.
Ese quiebre del contrato social impactó especialmente a las generaciones más jóvenes, que crecieron viendo a sus padres enfrentar despidos o emigrar.
“Las generaciones Y y Z han sido testigos de la fragilidad del empleo tradicional”, explicó Hernán Vera.
“Por eso, buscan algo más que un salario: buscan sentido, autonomía y bienestar”, añadió.
Asimismo, el estudio también midió la ética del trabajo y la pasión.
Mientras que la Generación X destacó en responsabilidad, puntualidad y orgullo por su oficio, los jóvenes valoraron más la creatividad, la innovación y la libertad para cambiar de rumbo.
Los grupos focales revelaron una tensión visible:
Esta diferencia generacional no implica desinterés, sino una redefinición del compromiso. Los investigadores la interpretan como un signo de transformación cultural: de una ética centrada en la obediencia a otra basada en el equilibrio.
Los resultados coinciden con los de la encuesta Gallup 2024, que reflejó que solo un 32% de los trabajadores de América Latina y el Caribe se siente comprometido con su empleo. En Puerto Rico, la proporción sería incluso menor.
Esa realidad coloca sobre la mesa un reto social y empresarial: cómo construir entornos laborales más humanos y sostenibles en medio de la precariedad y el desgaste emocional.
Así las cosas, los investigadores propusieron una serie de medidas para repensar el trabajo desde una perspectiva integral:
El estudio concluye que Puerto Rico está viviendo un cambio profundo en la cultura laboral: el paso de una generación que encontraba orgullo en el sacrificio, a otra que encuentra dignidad en el balance.
Esa transición no es un rechazo al trabajo, sino una redefinición del bienestar. Ya no se trata solo de tener empleo, sino de poder vivir plenamente mientras se trabaja.
“El futuro del trabajo dependerá de nuestra capacidad para crear empleos que no solo paguen, sino que también permitan vivir”, resumió Castellanos Barreto.
La pregunta sigue más vigente que nunca: ¿vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?
En la voz de tres generaciones, el estudio de la Católica deja claro que el trabajo sigue siendo parte de quiénes somos, pero ya no puede ser a costa de la vida misma.
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