Los Ángeles, CA. — Con manos en la cabeza, uno que otro ‘Dios mío, ayúdanos’, boricuas diciendo ‘todo va a estar bien’, y algunos cuestionando la regla que permite tener dos hombres en base cuando se llega a la undecima entrada, la tensión en el Dodger Stadium se sentía en el aire durante los últimos minutos del juego entre Puerto Rico y Holanda.

Luego de que Carlos Correa lograra anotar una última carrera —con el empujón de Eddie Rosario— la Selección Nacional consiguió el pase a la final del Clásico Mundial de Béisbol, y en las gradas, vestidos de azul y rojo, los boricuas celebraron a los suyos, quienes con cada carrera anotada hicieron patria en California.

Con abrazos entre desconocidos, una que otra lágrima de emoción, brindis con cervezas que todo el mundo compró a sobreprecio y sonrisas que no se podían borrar de los rostros, los cientos de puertorriqueños que se gozaron el juego en vivo celebraron que los suyos están a un paso de coronarse como campeones de la cuarta edición de tan importante torneo internacional.

Los pasillos del Dodger Stadium se convirtieron en lo que solamente se puede comparar con las Fiestas de la Calle San Sebastián. Las pleneras, cencerros, güiros y trompetas acompañaron a quienes comenzaron gritando ‘Yo soy boricua, pa’ que tú lo sepas’, y terminaron cantando ‘Que bonita bandera’.

Luego ‘La Borinqueña’ sonó en el icónico estadio. Pero el himno de Puerto Rico no salió de las grandes bocinas del lugar, sino que los puertorriqueños decidieron caminar hacia la salida con la mano en el corazón, mientras se unían en unísono.

Puerto Rico se enfrentará este miércoles al ganador entre Estados Unidos y Japón. Sin embargo, una cosa quedó clara la noche del lunes, y es que los fanáticos de la monoestrellada esperan con ansias que sean los norteamericanos quienes lleguen a la final. Esto ya que salieron del estadio gritando: ‘Queremos a U.S.A’.