La ganadora del Lola Challenge 2025 comparte su filosofía, las luchas internas y el proceso que la llevaron a la cima, y explica por qué su mayor propósito hoy es inspirar a una nueva generación de corredores.
Sofía Itriago, ganadora del 5K, 10K y 21K del Lola Challenge 2025 / Foto Suministrada.
Cuando Sofía Itriago cruzó la meta del 21K, cerrando así su tercer día consecutivo de competencia en el Lola Challenge 2025, no sintió únicamente el placer de llegar primera. Lo que realmente la golpeó fue una emoción más íntima, más profunda, casi espiritual.
“Fue una sensación irreal”, recuerda mientras conversa con NotiCel. Aunque sí sabía que tenía la posibilidad de dominar las tres distancias, nunca lo dio por seguro. Ese instante final —las piernas pesadas y el corazón corriendo más rápido que ella misma— se convirtió en una especie de revelación: “Debo empujar más mis límites y retarme aún más.”
En vez de ver el triunfo como el punto final, Sofía lo vio como comprobación: del proceso, de la disciplina y de la mentalidad que la sostiene.
En las carreras, al igual que en la vida, los momentos difíciles son inevitables.
Para Sofía, la voz que la empuja a no rendirse tiene nombre y apellido: Miguel Aguirrechu, su entrenador de escuela superior.
“Él siempre me decía que todo era mental”, dijo la atleta. Esa frase, que aún carga con ella como un mantra personal, fue la que moldeó su resiliencia.
“El señor Aguirrechu fue más que un entrenador… él preparó mi mente para enfrentar la dificultad y la frustración que trae este deporte”.
Esa fortaleza mental fue su herramienta más fiel durante los tres días del Lola. Más que cualquier plan de entrenamiento, fue la convicción interna de que podía hacerlo lo que la mantuvo moviéndose.
Para Sofía, ganar en Puerto Rico, frente a la gente que la ha visto crecer, no se trata de validación. Se trata de oportunidad.
“Quiero inspirar y motivar a otras personas a retarse y dar ese paso para unirse a la comunidad de correr”, afirma. Lo dice con la misma calma con la que respira, con esa seguridad tranquila de alguien que sabe que su historia puede ayudar y motivar a otros.
Quienes la conocen desde pequeña saben cuánto amor le tiene al deporte, cuánto se ha entregado, cuántas veces se ha levantado antes del amanecer para ‘fondear’ mientras la ciudad duerme.
¿Lo más impresionante? Sofía no solo vive esa disciplina como sacrificio, la vive como disfrute. Sus victorias nacen desde ahí.
A diferencia de otros años, esta vez Sofía no tuvo que renunciar o sacrificar demasiado. Sus prioridades eran simples: entrenar, levantarse temprano, cumplir.
“El mayor sacrificio fue dejar el mantecado por dos meses”, confiesa de manera jocosa. Ese detalle, tan humano, la hace más cercana. No corre desde una vida de rigidez absoluta; corre desde una vida balanceada, donde la disciplina convive con el disfrute.
En esa mezcla está su magia y su esencia.
Como cualquier atleta, Sofía también enfrenta días en que no quiere entrenar, días en que el cuerpo pesa más y la mente se nubla. En esos momentos piensa en algo que la aterriza… el arrepentimiento.
“Pienso en lo que pudo ser si hubiera dado mi máximo”, dice.
También piensa en quienes la rodean, en los que estuvieron presentes en su último día del Lola, y en su comunidad de Rumbo Nuevo, un grupo o ‘run club’ que se ha convertido en familia.
“Nunca han fallado en motivarme y empujarme a confiar más en mí”, relata Itriago.
Si pudiera hablar con la niña que empezó a correr en la escuela, Sofía le diría algo simple y profundo: “Ten paciencia y confía más en ti.”
Le diría también que se enamore del proceso, porque así nunca verá el fracaso como un final, sino como una curva en el camino. Esa filosofía la acompaña hoy, en sus entrenamientos, en sus carreras y en su día a día.
Asimismo, la atleta está consciente de que en ocasiones el público solo ve el resultado, la foto del podio, la medalla y la victoria. Pero no ven las madrugadas, el cansancio, la frustración o los pequeños dolores que se esconden detrás de cada milla.
“Me gustaría que entendieran que correr va mucho más allá de llegar primero”, explica. La gente suele cuestionar gastos, horarios, sacrificios. Ella lo resume de forma sencilla: mientras más millas acumula, más aprende sobre la vida.
Si algo quiere lograr Sofía con su historia, es que la gente se atreva a dar ese primer paso.
“Lo más difícil siempre es empezar”, dice sin dramatismo, como si explicara una verdad elemental. Ese primer paso —el que da miedo, el que aprieta el pecho, el que genera ansiedad— es el que puede transformar a alguien.
Además, está el sentido de pertenencia, de comunidad: “Haces amistades en el camino y juntos enfrentan los mismos retos”.
Su victoria, al final del día, es también de todos ellos que la acompañan.
Tras cerrar un fin de semana histórico, Sofía descansa, pero no para.
Sus próximas metas ya están trazadas: el 42K de Toa Baja, que quiere completar sin obsesión de tiempo, y el 21K de San Blas, donde le gustaría mejorar su marca. Más allá de números o posiciones, su objetivo sigue siendo el mismo: inspirar.
Porque, para ella, correr no se trata de llegar primero. Se trata de, crecer, aprender, de que la persona que cruce esa meta sea una mejor versión de la que comenzó la carrera.
Y cada paso, cada milla; como dice Sofía, es una oportunidad para lograrlo.
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