Ayer me fui a beber una cerveza con un amigo inglés en Bermondsey Street, Londres. Era una tarde serena con un encuentro rutinario de dos panas para contarse historias y chistes por un rato. En la calle, nadie. Él llevaba todo el día trabajando en Richmond, a las afueras de la ciudad, y yo enclaustrado estudiando, así que no nos imaginábamos el infierno que caldeaba a nuestro alrededor. Eran las siete de la noche, en la víspera de una noche tenebrosa.
Ya caído el sol en el apartamento junto a London Bridge, al centro-sur de la ciudad, comencé a escuchar sirenas policíacas y helicópteros en la distancia. Entro a Twitter y #LondonRiots es la palabra más repetida en la ciudad de Londres. Cada segundo sale un nuevo tweet. Entre fotos de carros, casas y edificios en fuego, algunos atemorizados preguntaban si los revoltosos se habían movido a sus vecindarios.
Ya se escuchaban reportes de vandalismo y fuego en Oxford Circus (el Times Square), Chelsea (como el Condado y Miramar), Camden (antiguo vecindario de la fenecida Amy Winehouse), Clapham, Brixton, Ealing y South Bermondsey (cerca de mí). Alguien compartió un
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