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Ferrer busca destronar y Nadal aumentar su leyenda en el Roland Garros

Rafael Nadal y David Ferrer buscarán mañana entrar en la historia al hacerse con el título de Roland Garros, el octavo en caso de que se imponga el vigente campeón, el primero si el que gana es Ferrer.

Amigos, cómplices en la Copa Davis, rivales en los vídeo juegos, Nadal y Ferrer disputarán la cuarta final cien por cien española de un torneo creado en 1891 y uno de los dos levantará la decimosexta Copa de los Mosqueteros con acento español.

Si es Nadal quien lo consigue se convertirá en el primer tenista en la historia que logra hacerse ocho veces con un mismo Grand Slam, sumará su duodécimo grande y batirá el récord de victorias en la tierra batida de París (1959), una más de las que acumuló el argentino Guillermo Vilas.

Sería una entrada en la historia por todo lo alto, la consagración del mito del que es ya el mejor jugador de la historia sobre tierra batida, el que más veces ganó Roland Garros, donde solo ha cosechado una derrota, la que le infligió en 2009 el sueco Robin Soderling.

Ferrer se sumaría al club de los tenistas que han logrado sumar un grande, un grupo restringido sobre todo en estos últimos años, cuando todos los títulos parecen prometidos a los 'cuatro magníficos', el póquer que forman Nadal, Novak Djokovic, Roger Federer y Andy Murray.

De hecho es el primer finalista de un grande que no pertenece a esos cuatro desde Wimbledon en 2010.

Unos meses después de haber ganado su primer Masters 1,000, en noviembre pasado precisamente también en París,

Ferrer tiene ahora la ocasión de dar un salto mortal en su palmarés, que hasta ahora parece estrellarse sistemáticamente contra los tenistas que tienen mejor ránking que él.

A sus 31 años, Ferrer atraviesa su mejor momento tenístico, es el quinto del mundo, el único que parece en condiciones de desafiar el poderío de los 'cuatro magníficos'.

Llega a la final pletórico de forma y de moral, sin haber perdido ningún set, aunque es cierto que tampoco se ha medido contra rivales de mucha entidad.

Su partido más difícil, a priori, fue contra el francés Jo-Wilfried Tsonga en semifinales, el sexto cabeza de serie, pero el galo se deshizo como un azucarillo mientras la consistencia de Ferrer no bajó ni un entero.

Así, sin bajar la guardia, Ferrer ha conseguido colarse en su primera final de un Grand Slam y llamar a la puerta de la historia.

Sabe que no es favorito ante la apisonadora sobre tierra batida que es Nadal, pero también que tiene sus opciones.Sólo le ha ganado una vez en tierra batida y de eso hace ya nueve años. Le ha vencido tres veces más, en pista dura, pero ha sucumbido 19 de las 23 veces que han jugado.

Las dos últimas, en Madrid y en Roma este año, pareció estar más cerca de derrotar al mallorquín, pero no lo consiguió.

Nadal ha dejado más plumas en su camino hasta la final, pero su trayectoria es claramente ascendente. Comenzó el torneo cediendo un set frente al alemán Daniel Brands y volvió a dejarse la primera manga en su segundo partido frente al eslovaco Martin Klizan.

Eran días fríos en París, más fríos que nunca, y el heptacampeón no encontraba el nivel que había mostrado en los torneos previos, en Barcelona, Madrid y Roma.

Nadal llegó a París cuatro meses y medio después de su retorno a la pistas tras un parón de siete meses por problemas de rodilla.

Desde entonces, sólo acumuló dos derrotas, sumó seis títulos y dos finales, pero no logró despejar todas las dudas sobre sus problemas físicos.

En Roland Garros, su ritmo fue 'in crescendo' hasta alcanzar su cenit en la semifinal contra Djokovic, número uno del mundo, su verdugo en la final de Montecarlo.

Los dos tenistas regalaron al público el enésimo duelo épico, cinco intensos sets que se dirimieron en poca cosa, en detalles que dieron al final el triunfo al español, quizá el que creyó más en la victoria.

Nadal celebra su victoria sobre Djokovic en el Roland Garros (Archivo EFE)
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