Madres actrices celebran junto a sus hijos en escena
Cuando Fernando Tarrazo era pequeño, no podía entender por que de repente su mamá no era su mamá. Era en esos momentos en que la veterana actriz Linnette Torres se perdía en la piel de un nuevo personaje, al entonces niño le daba esa extraña sensación de reconocer otra persona al frente suyo. Precisamente eso fue lo que le despertó la curiosidad por la actuación.
Hoy, madre e hijo juntos celebrarán el Día de las Madres subidos a un escenario, cuando interpreten a Esperancitay Nathanielen el cierre de 'El insólito caso de Miss Piña Colada'. La Sala René Marqués se convertirá en su hogar provisional, una escenografía serán los muebles de la casa, y Torres y su hijo, habitando otras pieles, celebrarán el festivo domingo.
'Yo no sé cómo lo hacía. Mami trabajaba mucho y como quiera iba a todas mis actividades de la escuela, iba a todos mis juegos de baloncesto, iba para todo. Yo ahora mismo que tengo algunas producciones y también trabajo, que es complicado, me lo trato de imaginar', dice Tarrazo.
Su madre, Linnette Torres, admite que fue difícil, debido a los horarios irregulares, los ensayos de noche, los días de funciones. Pero que con una robusta organización y la ayuda de familiares y compañeros, todo fue posible. 'Yo me prometí una vez que tuve a Fernando, que yo no quería que él sufriera o que pasara una necesidad, y queno iba a perderme ninguna etapa de Fernando. Mi trabajo es importantísimo pero sobre eso, está mi hijo', cuenta.
En esa búsqueda maternal de velar por que su hijo no violara sus etapas, nunca permitió que su hijo estuviera expuesto a horas de grabación ni a ensayos hasta que no cumpliera una edad en que pudiera decidir por sí mismo si se abría a las posibilidades del fascinante e intenso mundo teatral y televisivo.
Sin embargo, ya la actriz comenzaba a notar destellos de la vena artística que corría también por su hijo. Una vez en Plaza Carolina mientras comían en la terraza empezó a improvisar un anuncio televisivo, y en su escuela, ya en primer grado, imitaba al cantante de popAaron Carter y ganaba talent shows. 'Yo creo que este no se libera de estar en lo mismo que yo', se dijo hace años Torres.
El tiempo le dio razón. No pasó muchopara queTarrazo, intrigado por el escenario, apareciera en su primera obra, y de ahí, ha ido combinando mundos entre la actuación y la música - forma parte de la banda Los Rivera Destino -, y en ese recorrido artístico e histriónico, ya ha cruzado camino con su madre en el escenario en varias producciones.
Por su parte, LaraGonzález Soler también creció rodeada de artistas. Se crió entre escenarios teatrales, salones de ensayo y estudios de radio y televisión. De pequeña, a veces dormía en un‘sleepingbag'en elsetdel Canal 4, o jugaba a los escondites, o montaba coreografías junto a susamiguitas–IvanaMéndezPabón, hija deMarianPabónyMirnaMonclova, hija deRenéMonclova– para que luego sus padres, cuando salieran de ensayo, gozaran de sus ocurrencias.
'Casi no tiene otra opción. Su papá era músico, locutor, en mi familia todos escribimos, por todas partes tiene muchos lectores. Es el ejemplo que ha tenido siempre. Yo la recuerdo desde chiquita, que improvisaba canciones, bien chiquita, improvisaba poemas, cantaba también. Creció con toda esta gente. Yo creo que ella no lo escogió, esto lo escogió a ella', dice su madre, Cristina Soler.
La celebración sobre las tablas será por partida doble. Soler y González comparten también escena en la comedia 'El insólito caso de Miss Piña Colada', donde encarnan a una madre obsesionada con las apariencias y una hija intelectual que rechaza a su familia.
Dice Soler que combinar ambos mundos, el de la maternidad y la actuación 'es bien difícil', pero que de alguna forma todas las horas e acomodaban. Llevaba a su hija a todas partes, hacía locuciones de radio mientraslactaba, cargaba con los juguetes a los estudios, y la niña se ajustaba, mientras los compañeros de las tablas y el lente se convirtieron en los tíos y las tías.
'Yo no sé cómo ella lo hizo, en aquel momento era muy normal, no tenía con qué comparar. Ahora viéndolo me enseñó que uno puede hacer cualquier cosa, mientras uno se lo proponga. Me criaron entre mi abuela, mi tía, todas las personas que trabajaron con mi mamá, y ella seguía trabajando', observa González.
Los procesos creativos de cada hijo se nutre del de su madre. Para González, estudiante de tercer año de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, su madre es su mejor crítica, y con ella, discute las líneas, crea los personajes, escucha consejos.
En el caso de Torres, trata de mantenerse al margen del proceso de su hijo, y verlo en escena como un compañero para darle rienda sueltas a su libertad creativa, aunque admite que 'es bien emocionante tener a esa persona tan especial a mi lado'. De todas formas, cuando su hijo pide consejos, le brinda ideas, sugerencias, posibilidades para explotar al máximo sus personajes.
Para ambas madres, en el proceso de formación de sus hijos, la felicidad de ellos es la meta principal, y por eso, son la mayor fuente de apoyo para las aspiraciones de cada uno.
'Lo más que quiere una madre o un padre para un hijo, es que sea feliz. Cada uno de nosotros tenemos una misión o una pasión, una vez esa pasión está identificada, yo creo que los padres haríamos un acto de desamor muy grande, al alejar a ese hijo o esa hija de ese camino. Mucho cuidado que no sean nuestros miedos el obstáculo para la felicidad de ese hijo', brinda consejo Soler a todas las madres.
'No hay cosa más maravillosa en el mundo que tú levantarte todos los días a hacer lo que te gusta hacer, lo que te llena. Si esa es la felicidad del niño (ser artista), que trate de ser el mejor, que le ponga empeño, disciplina y respeto a lo que hace, compromiso con lo que hace, y que sea feliz, que sea lo que le haga feliz, la persona más amargada, triste, desgraciada es la persona que está haciendo algo que no le gusta', coincide Torres.