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Vida

Joven baila ballet a dúo con su silla de ruedas (video)

El joven entra disparado en su silla de ruedas al espacio iluminado. Viste un leotardo azul claro, un tul blanco se enreda en su pelvis, las zapatillas color salmón se amarran a sus pies que cuelgan casi inertes. Hay flores blancas que cuelgan de la parte posterior del espaldar. Flores blancas.

'Toda mi vida he querido ser bailarín, pero por miedo a cosas sociales, estereotipos, discapacidades, siempre pensé que no lo podía ser. Pero estudiando, yendo a la Universidad, viendo diferentes grupos de baile y espacios como este, me di cuenta que quizás no puedo bailar como las demás personas, pero sí tengo mi propia manera de bailar', dirá luego.

Jean Pablo Crespo, o más bien JanpiStar – ese es su nombre artístico, y él es, ante todo, un artista – recorre en círculos el espacio, extiende los brazos musculosos, abre los ojos grandes, profundos, los cierra contagiado por su propia coreografía. Silencio. Solo se escuchan los sonidos de un abanico y la silla que rueda sobre el suelo de madera del segundo piso del Centro Cultural Ruth Hernández.

En el mes de abril, ese espacio de creación en el casco urbano de Río Piedras abrió sus puertas a 'Séptima posición', primera pieza de Janpi, joven de 24 años, humacaeño, egresado de la Escuela Especializada en Bellas Artes de Humacao, estudiante de drama de la Universidad de Puerto Rico, medallista mundial en natación, uno de los cuerpos de la compañía de danza Hincapié, uno de los rostros de Jóvenes del 98, actor, performero, comediante, y, en letras mayúsculas, bailarín.

'Este es mi primer proceso creativo solo. Tuve la ayuda de un mentor pero básicamente la creación de la pieza fui yo, el proceso, todo, lo pasé yo, aquí, constantemente en este espacio', cuenta. 'Al principio fue súper difícil porque llegas el primer día y está todo vacío, no sabes ni para dónde coger, si vas a usar las luces apagadas o prendidas. [Después], dejándome llevar, probando música, quitando música, viendo videos, haciendo preguntas a compañeros artistas, poco a poco fui buscando ideas y empecé a formar una estructura, un tránsito', comenta.

Plumas azules y blancas caen al suelo. Se desprende del tul blanco, lo arroja contra la audiencia que lo cerca a cuatro lados. Se desprende de su silla de ruedas – las piernas le cuelgan, tiemblan, su espalda suda, su rostro permanece quieto, enfocado, apasionado – y salta a una silla de madera. Alza las piernas que cuelgan y las arroja contra el suelo. Las puntas de ballet suenan contra la madera y dejan un diminuto eco. Los rostros de la audiencia se transforman. Se abren los ojos con asombro.

Y la silla de ruedas se convierte en aliada, en compañera de escena. Janpi la transforma, la vira de cabeza y la rearticula, la convierte en barra de ballet y él, apoyado contra sus hierros, extiende los brazos, arquea la espalda sudada, vigorosa, en compañía de una música disonante, que no lo apura ni lo enmarca en ritmos inquebrantables, un sonido que a veces grita, incomoda.

'El ballet realmente es una de las formas de baile que más me gusta estéticamente. Me decía que mi cuerpo nunca nunca va a poder alcanzar esa fisiología – estirar la pierna, el split, la espalda que nunca voy a tener por mi realidad y condición física –. Pero quise a la mala, o a la buena, no sé, meter mi cuerpo ahí y quizás no hacerlo igual, pero hacerlo a mi manera. Ya que no puedo bailar ballet bailaré mi propio ballet', alza la voz.

Janpi busca llevarlo todo al límite. Se posa encima de su silla de ruedas virada contra el piso, y abre su cuerpo, parece que flota, como un ave. En medio de la pieza, miembros de la audiencia se levantan, ovacionan. De las vigas del techo, cuelgan unas sogas. El bailarín toca con suavidad unas flores blancas enredadas en la soga, y luego queda suspendido de ellas, desprendido de su silla, hace volteretas en el aire, vuela.

'Todavía me duele un montón, me frustro en las clases que cojo, en los grupos de baile que estoy, es un sentimiento de 'Nunca voy a poder hacer eso' – estirar la pierna así, hacer un relevé, un plié –. Por mucho tiempo decía que no lo puedo hacer. Es como una cadena mental, hasta que tú no rompes con eso en tu mente… Quizás no puedo dar ese paso con el pie y dar una vuelta pero puedo hacerlo con la silla que es lo que me queda', cuenta.

Su mentor Aravind Adyanthaya, escritor, performero y director teatral, dice que trabajar con Janpi es una galaxia. A base de la repetición, de los sostenidos, fueron provocando en el tránsito ya creado por el joven, momentos de intensidad. 'Es ese cuerpo reimaginado que rompe cualquier concepto que tenemos del cuerpo humano', dice el mentor, estaba acompañado por un sentimiento visceral.

'Janpi tiene una estructura en la mente pero no tiene miedo de irse con su gut feeling. Es una bendición que quisiera que todos los actores tuvieran… Es una pieza que es él', comenta Adhanthaya.

Cierra su pieza original con una contracción, un retorcimiento, un quiebre. Como en toda la pieza, que funciona como una montaña rusa, va de un movimiento clásico del ballet, como una oda, para luego romperlo con fuerza, distanciarse, romper las reglas establecidas y buscar su propia voz desde su cuerpo.

'Es lo que se supone que haga todo el mundo, todos los cuerpos en el mundo son totalmente diferentes, todos tienen que buscar su propia forma de hacerlo. Encontré mi propia manera y la sigo trabajando, no importa qué, y cada vez descubro más cosas que jamás en mi vida pensé', termina y todos aplauden.

Se va apagando la noche en la Casa Ruth. Las personas empiezan a retirarse de ese segundo piso. En un lugar del espacio, hay otra silla que rueda. Una silla diminuta sobre la que descansa una niña de siete años, con su vestido amararillo, una flor amarilla en el pelo, una pulsera amarilla. La niña ríe, ríe mucho, plena, mientras su madre le da vueltas en la silla, justo después de la función, justo después de que Janpi bailara, colgara, volara.

'Nunca se limiten a nada, ni físico ni mental, siempre hay una oportunidad y una opción para hacer las cosas. No tiene que ser igual a la de todo el mundo, pero la propia', concluye el joven artista.

Jean Pablo Crespo (Brandon Cruz para NotiCel.com)
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