Fallece el artista plástico John Meléndez
El artista plástico John Melendez Rivera, figura icónica del Viejo San Juan, reconocido por retratar las costumbres boricuas en sus barrios y ranchones en miniatura, falleció este lunes a los 84 años de edad.
'John era el corazón de la familia, le daba vida a todo. Él vivió siempre muy feliz y haciendo feliz a todas las personas que estaban a su alrededor, siempre cumplió la función de ser el alma nuestra', lo recuerda así su sobrino, Hiram Meléndez Juarbe.
El artista ya se había deteriorado de salud en el último año, y falleció cerca de las 7 de la noche del lunes, en Centro Médico luego de haber sido trasladado del Hospital de Veteranos. Murió, rodeado de sus familiares y amigos, en paz, asegura Meléndez Juarbe.
Siempre entre la línea difusa del arte y la artesanía, Meléndez Rivera se convirtió en uno de los artesanos más importantes de Puerto Rico, y en uno de los personajes más queridos del Viejo San Juan. En el casco histórico de la capital, tenía su taller; la puerta de entrada protegida por más de una docena de santos pintados sobre maderas de playa.
Fue en ese taller ubicado en la calle Luna, cerca de la Barandilla, donde Meléndez pasó sus últimos años, siempre con las puertas abiertas, sobre todos los fines de semana cuando más lo visitaban conocidos y curiosos. Acudían a él para dialogar sobre el acontecer político, sobre los sucesos del día, pero sobre todo, para contagiarse de la energía de ese artista que siempre vivió del arte y que recordaba los detalles del pasado como la palma de su mano.
Así lo cuenta Meléndez Juarbe. 'John era como una especie de cápsula de tiempo. Te permitía retrotraerte a esos momentos de la historia con una intimidad increíble porque el conocía a la gente y a los personajes históricos del país, con mucho detalle', dice.
Precisamente, ese ojo tan preciso para recordar los detalles, esa obsesión por recordar la vida tal cual, y por hablar de Puerto Rico en sus estampas, es lo que lo llevó a desarrollar las estampas que él plasmaba en sus característicascasitasdel Viejo San Juan, en las casas viejas del Fanguito, en los kioscos de Loíza.
'Le encantaba retratar la vida cotidiana de las personas, de la gente humilde, de la gente pobre, sin idealizaciones, tal cual, con todos sus defectos. Eso conecta mucho con su personalidad, con cómo se sentaba a hablar sobre los eventos cotidianos del pasado. Eso él lo llevaba a su arte', dice el también decano asociado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Fue el artista plástico RafaelTufiñoquien definió aMeléndez, en una conversación entre amigos, como 'un pintor escultor'. Lo caracterizaba su pintura tridimensional, y su trabajo basado en el realismo y los detalles, en recrear con minuciosa atención las escenas típicas y costumbristas del Viejo San Juan, de los barrios deLoíza, con toda su historia y tradiciones.
John Meléndeznació el 28 de septiembre de 1932, hijo María Rivera y Juan Meléndez Báez. Desde niño, MeléndezRivera sentía curiosidad por la forma de las casas. Como bien dijo en una entrevista con la productora Millie Gil en el programa televisivo 'Cultura viva', para él, una tapita plástica que pareciera un sombrero era suficiente para armar una figura. Para aquel entonces, los materiales que hoy abundan, escaseaban, y la gente hacía lámparas con latas de galleta y sillas con barriles de madera.
Eso siempre fascinó al niño Meléndez, y así, desde su infancia, empezó a jugar con todo, con la forma de los plásticos, de las botellas, de las cajas, y creaba, creaba mucho. 'Hay una diferencia entre lo que es basura y lo que es materiales mal ubicados o reusables', pronunció en aquella entrevista.
En parte, de eso se trata su trabajo, de recoger materiales y transformarlos. Así, vagando or la calle Fortaleza o la calle San Francisco, recupera cajas nuevas de cartón y las convierte en papier maché, y de ahí brota una figura del Quijote, sólida, necesaria.
John Meléndez vivió toda su vida del arte. Mientras sus amigos se convertían en abogados, y su madre le preguntaba que cuándo conseguiría un trabajo, Meléndez vendía sus casitas y le probaba a su madre que ese era su trabajo, que esas estructuras, las casas, los colmados, los ranchones de vender fruta en miniatura, eran su modo de vivir y de pensar.