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El 'gato encerrado' que 'normaliza' el abandono de estructuras

En marzo del 2012 el estudiante David Tait encontró un gato muerto, tumbado en el interior de una recámara clausurada en un edificio de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPRRP). Tres años despues, el gato todavía está ahí, intacto, muerto.

'El gato no es solamente un gato, es el signo del deterioro del edificio. Un deterioro que no se ve porque se vuelve tan normal que deja de ser significativo para nosotros. Se va al olvido. Necesitamos algo así de fuerte como el gato -es imposible ignorar que un animal lleve allí adentro muerto desde hace tres años- para representar nuestras políticas de mantemiento de los edificios', dice Tait, estudiante de arquitectura, vestido de negro.La cultura del parcho, el 'contratito' y el abandono

Ese encuentro fortuito, reencuentro inquietante, dio lugar a la exposición 'Hay gato encerrado', que se inauguró el martes en el patio trasero del edificio Domingo Marrero Navarro (DMN). La exposición artística o instalación pretende visibilizar el deterioro de los edificios.

La iniciativa forma parte del Grupo de Estudios Semióticos, taller intelectual independiente. 'Nos reunimos porque sí, porque nos gusta, y porque también nos preocupa lo que está sucediendo en las edificaciones de la Universidad que son un reflejo del país', dice Adriana De Jesús Salamán, estudiante de maestría en comunicación.

Afuera, hay jóvenes vestidos de negro, a modo de velorio. Una música sacra proviene de ese rincón escondido tras la sábana negra que cae al suelo. Afuera, hay una cinta negra para ordenar la fila de estudiantes curiosos, de profesores que traen a sus clases a contemplar el fenómeno. Un cartelón muestra fotos de grietas, paredes despintadas, los conductos oxidados, los tubos rotos, el moho. Todo ocurre en el DMN, ese edificio que de vez en cuando cobra relevancia pública por motivos de asbesto y otros retoños.

El sonido de una campana diminuta indica que es el momento de atravesar el paño negro. Adentro, un panel de vidrio que sirve como una de las cuatro paredes de ese espacio interior cerrado de no más de 64 pies cuadrados, permite ver la figura del gato. Inerte, pero conservado. Lleva ahí muerto tres años, repiten adentro. Afuera, hay una libreta grande con una estampilla de San Felino, similar a la de museos o casas fúnebres, para firmar y escribir impresiones.

'Pensé que algo nos iba a asustar', dice una estudiante. 'Cómo ese gato no está en descomposición?', pregunta otra. 'Cuando lo vi, me dio risa', dice otro, algo apenado. 'Por qué estamos aquí?', cuestiona otra, desesperada. 'Yo me estaba viendo a mí misma en el cristal y pensé que de eso se trataba', dice otra. Quizás de eso se trata.

La exhibición 'Hay gato encerrado' forma parte de una investigación en desarrollo que analiza el deterioro creciente de las edificaciones, lo cual 'avanza a un ritmo casi exponencial y ponen en peligro su estabilidad, y malgasta y dilapidan los recursos que tenemos', explica el profesor Rubén Dávila Santiago, mentor del grupo de estudios semióticos.

Para el profesor de ciencias sociales de la Facultad de Estudios Generales, habitar significa reconocerse a uno mismo en el espacio, y Puerto Rico vive de unas prácticas culturales del habitar que son dañinas como prácticas, observa.

En primer lugar, nombra la 'ética inmediatista' como parte del problema sustantivo. Se trata de la práctica de resolver problemas instantáneos de forma rápida y muchas veces chapucera. Si se rompe una pluma de baño, se arregla con una orden de compra a un lugar barato, sin respetar la estructura del edificio y el tipo de material que se adecúa al espacio. 'Vamos arrabalizando el país', critica el profesor.

En segundo lugar, la falta de planificación y cuidado. En agosto del 2013, la Junta de Calidad Ambiental ordenó clausurar ese mismo edificio de Estudios Generales justo antes de empezar el año académico, por la presencia de asbesto descubierto durante trabajos de remodelación. Cuenta Dávila Santiago que se hubiese evitado la propagación de asbesto si se hubiesen contemplado los planos del edificio que permitían identificar dónde ubicaba el mineral, antes de 'marronear' las paredes.

'Interviene la Junta de Calidad Ambiental, cierran el edificio, tienen que buscar vagones que costaron casi más de un millón. A alguien se le pidió responsabilidad porque no había visto los planos antes de intervenir? Es como un médico que viene a operar sin antes ver la placa', objeta el catedrático.

En tercer lugar, la 'ética del abandono' junto a la 'práctica de lo remedial' o el parcho, lo cual para el profesor ya forma parte de nuestro modo de ser. 'Vas poniendo parchos y vas mutilando, pero el gran problema es que de momento se convierte en una forma de la normalidad. La ética del abandono, de momento entendemos que el abandono es una práctica normal, porque se ha normalizado, ha entrado en la estructura de las cosas'

En cuarto lugar, la impunidad, la falta de rendición de cuentas. El Edificio DMN se inauguró en 1970 y ya ha colapsado en dos ocasiones. Dávila Santiago lo llama un edificio desechable. En un momento dado, un techo que cubría ese patio trasero anexo a la recámara en que yace el gato muerto, colapsó supuestamente por las fuertes lluvias. El profesor cuenta que lo que realmente ocurrió fue que el contratista privado había hecho un techo de cartón empañetado ligeramente con cemento encima.

'Hay una impunidad que sigue pasando. Las instituciones públicas contratan, y terminan pagando, con el presupuesto público, los daños que tenía que cubrir el constructor privado. Y quién es el responsable, dónde está, cómo lo procesamos. Es un problema mayúsculo porque el factor multiplicador de estos deterioros es exponencial', enfatiza.

La investigación del grupo de estudios semióticos sigue recorriendo las estructuras físicas de la Universidad de Puerto Rico, identificando todos los daños que a simple vista pueden pasar desapercibidos. Hay un piso en Generales que luce perfecto pero en el que han contabilizado 172 grietas. Edificios recién pintados en que la pintura se sale de la línea en un ejercicio estético pobre. Tuberías oxidadas, moho incrustado en las paredes, varillas salidas, rotas.

El edificio Anexo Jaime Benítez Rexach, el Generales 'nuevo', solo lleva cinco años de inaugurado y 'ya está colapsando', advierte. Señala que hay varillas explotadas, fisuras en la construcción, hay techos que se están cayendo, ranuras que dejan escapar el aire por las decenas de ventanas.

'Pero ya nadie lo ve, porque es como si fuese parte de la normalidad. Necesitamos levantar protocolos de emergencia, porque si esto pasa aquí, imagínese a nivel de todo Puerto Rico. No nos damos cuenta del problema, no vemos lo micro, las prácticas sociales concretas, inmediatadas, culturales, no las trabajamos', concluye el profesor.

Por último, para el estudiante que descubrió el gato, Tait, también los edificios tienen un valor histórico y cultural que hay que respetar y atesorar, conscientes siempre del 'movimiento de los edificios', de su respuesta diaria a las circunstancias humanas y naturales que lo rodean.

Por ese respeto a la historia, también surge un interés por preservar la estética, por vivir con belleza, por permitir que los edificios y la ciudad sean un reflejo de la salud emocional, intelectual y física de un pueblo.

'No creo que sea necesariamente el trabajo solo de las autoridades universitarias y del gobierno. Nosotros tenemos que cuidarlo, esto es de todos nosotros', exhorta el estudiante.

(Suministrada)
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