El arca de Arcadio transporta a quienes cultivan el arte de saber perder
Es tiempo de crisis e incertidumbre, tiempo en que la población se ve reducida a sujetos económicos, a números, es tiempo de desasosiego. Pero Arcadio Díaz Quiñones -intelectual, profesor, y crítico puertorriqueño- prefiere evocar a las grandes figuras de la historia cultural boricua, a los grandes maestros que 'vivieron el desaliento de otras epocas pero mantuvieron su fe en las utopías'.
Así lanza un llamado al país para que apueste a la imaginación y la invención - ya sea como arte político o como fin en sí mismo – como antídoto al miedo, como bálsamo en tiempos revueltos, como contrapropuesta al sistema de la economía bestial.
'La globalización neoliberal, que es una máquina aplanadora, no solo empobrece la democracia sino que amenaza la historia cultural', dispara. El sistema se ensaña así contra todo lo público, prosigue, negándole futuro entre otras cosas a la educación pública, que 'a pesar de las ambigüedades de la colonia', abrió las posibilidades de que otras clases sociales formaran parte de la vida intelectual dominada antes por las élites, dice.
Por eso hay que acudir a los maestros, a los artistas que en su obra batallaron por una libertad férrea, por un porvenir revitalizado. Se trata de otro tipo de deuda y de economía, comenta, que tiene que ver con 'la obligación de dar, de recibir y devolver'. Entonces es menester preguntarse 'cómo en medio de una crisis podemos hacer algo nuevo y creativo con los dones, restos y fragmentos dispersos que hemos recibido de otros', asume.
Con una reflexión emotiva, muy humana, muy suya y a la vez de todos, Díaz Quiñones dictó una lección magistral el martes en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón. Ante un teatro abarrotado de rostros de intelectuales, profesores, artistas, estudiantes y profesionales del país, el pensador puertorriqueño compartió su colección de maestros, obras y citas en la lección titulada 'El arca de Noé'.
Si Díaz Quiñones pudiera construir su propia Arca de Noé, pondría en ella a todos esos intelectuales, maestros y artistas que dieron todo por el país.
'El mundo del Arca no es un mundo de nostalgia, sino de anticipación', dice. Y es que el intelectual atribuye a la metáfora del arca dos significados: uno como movimiento hacia un mejor porvenir, hacia la utopía, y otro como memoria, o archivo personal, 'como reserva que nos ayuda a imaginar otras preguntas, a pensar y pensarnos de forma diferente'.
Por eso la necesidad de preservar archivos, de rescatar la memoria histórica del país, de recuperar libros, iconografías, correspondencias, obras plásticas, fotografías, documentos sonoros musicales, todo lo que integra 'la enorme riqueza cultural y política puertorriqueña de la isla y de la diáspora'.
El ahogo presupuestario y la falta de interés o transparencia, puntualiza, impiden el desarrollo de profesionales competentes que velen por preservar la historia y trascender la memoria de 'personas creyentes en las posibilidades del conocimiento'.
No obstante, ahí están los rostros, y Díaz Quiñones construye su propia arca archivo repleto de grandes maestros, intelectuales, artistas. 'Todos ellos a pesar de las desilusiones y fracasos que les tocó vivir, nos enseñaron a leer de otro modo y a pensar críticamente… Son interlocutores en una larga conversación [que] se sostienen mutuamente y se fortalecen', dice a modo de preludio.
Nombra así a Margot Arce de Vázquez por su diálogo amistoso con los estudiantes, su insistencia, su reflexión sobre la poesía, esa mujer que 'sabía del fracaso como independentista puertorriqueña y como republicana española'. También habla de Rafael Tufiño, mientras presenta en el proyector gigante a sus espaldas la imagen de un cartel de Ramón Emeterio Betances con una antorcha en la mano levantada.
Nombra a Lorenzo Omar, ese poeta de la imagen, que retomó el grabado artesanal, un arte considerado arcaico, para convertirlo en algo nuevo, como pedían los poetas de vanguardia. A los literatos José Luis González y René Marqués con sus posturas críticas. A los poetas Manuel Ramos Otero y Pedro Pietri en su búsqueda de respuestas propias ante los poderes represivos. A Tomás Blanco, César Andreu Iglesias, Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, Marina Arzola y José María Lima.
Nombra a la recientemente fenecida Gilda Navarra, por su entrega total llevando el arte como religión - las utopías de los artistas -, que además, transformó 'el privilegio de la élite hacia el trabajo colectivo', del ballet al taller - otra forma de utopía -. A Angelamaría Dávila, que en el contexto de la guerra de Viet Nam, dejó 'el legado de la literatura para decidir otros modos de entender la vida', dice.
'No hablo de padres y madres de la cultura', dice, metáfora por la que siente enorme desconfianza. Dice que no se trata de semidioses ni santas, sino de hombres y mujeres con 'todas las pasiones del alma', capaces de afectos y de antipatías, como cualquier persona. Son esos 'desilusionados un día pero creyentes en el potencial humano', prosigue.
'Ante una circunstancia límite, el maestro siente también que se derrumba, pero poco a poco fui cobrando conciencia de la exigencia y el placer que puede llegar a ser la constitución de una pequeña comunidad utópica', y con esa comunidad, se refiere a los lectores, a los estudiantes, a los puertorriqueños que apuestan por el conocimiento, por la invención.
Y el público en sí es una reunión. La poeta Vanessa Droz conduce hasta el asiento. La escritora Magali García Ramis entra con paso calmado. El cineasta Jacobo Morales está en una esquina sonriente. En el público, saludan y hablan de la relatividad, de Julia de Burgos, y 'recuerdas aquellos en Moldova?', del curso que están dando en el Centro de EstudiosAvanzados de Puerto Rico y el Caribe, de los últimos libros publicados.
Y en esa lucha eterna, se dibuja una línea fina entre el fracaso y la utopía, que a veces pueden confundirse. Nilita Vientós Gastón, intelectual, 'mujer casi siempre entre hombres', que durante la Guerra Fría elaboró otras formas de cultura política y que firmó el Documento del Exterminio para denunciar la complicidad del gobierno de Puerto Rico con el armamento nuclear.
En una carta que le escribió María Zambrano a Vientós Gastón, le dijo: 'Hay quien pierde toda la vida y aun, si quieres, todas las batallas y al final gana en la vida; como hay quienes ganan todas las batallas diarias y pierden en la vida. Tú pierdes a menudo, y quizás en las cosas que más dolor te traigan, pero yo te veo y te siento cada vez más tú misma, más noble y más invulnerable; quizás ese sea el precio'.
Y esa es la conclusión. Eso es lo que caracteriza a los maestros, artistas, escritores, que se lo han jugado todo por la cultura: el arte de saber perder. 'Amenazados por un fracaso colectivo, podemos pensar juntos, reflexionar sobre la esperanza, el don y la promesa', brinda la esperanza.
Termina y recibe el aplauso de un público que se alza. Ahí está, detenido, con su chaqueta oscura, su corbata azul, apoyado en su bastón, y la faja de papeles en la mano, los espejuelos bien puestos, el pelo blanquísimo, y la serigrafía de Myrna Báez a sus espaldas.