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Vida

Cuba nos recibe con un aplauso, amor y rumba 50 años más tarde (galería)

Cuba - Cuando las ruedas del avión se hallaron en la pista del Aeropuerto Jose Martí, en La Habana, los pasajeros del vuelo 800, aplaudieron inmediatamente. Ese viernes, 27 de marzo, la celebración no solo fue atípica - al comparar con el saludo de quien regresa a tierra borincana - sino histórica: en tres horas ya habíamos aterrizado en la república socialista, luego de tomar el primer vuelo directo desde Puerto Rico en cincuenta años.

El viaje fue el inaugural de un servicio vuelos directos fletados San Juan - La Habana lanzado por la empresa boricua Turismo Tony Perez a raíz de la mejoría en las relaciones políticas entre Estados Unidos y Cuba.

La bandera cubana, que inspiró la de Puerto Rico, bandeaba alta y solitaria. El Terminal B nos recibió esa noche con la transmisión en directo del juego entre los Capitalinos y los Búfalos Avileños del baloncesto nacional. Los empleados de Inmigración lo seguían atentos. Las chicas (y algunas mayorcitas) se cruzaban de un lado a otro en el uniforme de falda corta ajustada al glúteo; algunas con las piernas tatuadas de flores en mallas negras. La vestimenta oficial daba aviso que se estaba adentrando en un territorio de incongruencias, inverosímiles para otros, pero en Cuba conviven perfectamente los extremos: una isla tan famosa por su lucha, como por su rumba.

Tan pronto pusimos un pie fuera del terminal, nos encontramos la primera escena de romance habanero. En un brazo lleva la chaqueta, en el pecho lleva abrazada a la mujer. Tomará el avión con camisa abotonada y zapatos brillosos. Ella se queda. Se queda en chancletas y con el pelo rubio amarrado en una cola. Los besos son lentos, queriendo prolongarlos. Cierra los ojos para llevar consigo el abrazo, para dejarlo en la ausencia, para bilocarse. Cuando se cree haber dado el último, se vuelve por otro. Mira hacia el cielo para contrariar a las lágrimas. Ella lo consuela con las únicas palabras que bastan en ese momento... hasta que se va. 'No vuelve', me dijo, mientras tomaba un buche de agua para calmar la sed que le dejó.

En menos de una hora de nuestra llegada, atestiguamos una postal típica cubana: duele partir. No se quiere salir de Cuba – aquella que en sus murallas proclama 'patria o muerte'. Si se hace es por necesidad y a la vez por privilegio (de contar con el billete).

- 'Yo soy de Cuba', me comentó el taxista más simpático que tiene La Habana Vieja.

- 'Y Cuba es de usted', le contesté. Me miró y se sonrió, mientras prosiguió a mostrarme la ciudad.

La Habana Vieja y Centro HabanaIniciamos el recorrido con vista al Castillo de los Tres Reyes del Morro y a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, construida luego de la toma de la ciudad por los ingleses en el siglo XVIII. Desde el parque al otro lado de la bahía, el Cristo de La Habana también sirve de custodio. Es un Cristo mestizo, de ojos oblicuos y labios pulposos, inspirado en el ideal de belleza masculina. Belleza que nace de la mezcla de razas, un sancocho de pasiones que suscitó el Mar Caribe.- 'El hombre cubano es muy enamora'o', me admitirían en más de una ocasión, 'pero es porque a la cubana le gusta eso', excusó un empleado de hotel. La edad no le resta maña, ni calentura. Lo único que hacen falta son dos ojos y una boca piropera. Con tanto afecto callejero, en Cuba escasean los abuelos.Seguimos por el Capitolio y el Gran Teatro de La Habana, insignia del ballet nacional de Alicia Alonso. La edificación de un estilo barroco impresionante y la construcción que será sede nuevamente del parlamento, ambas están en restauración. Se nota la inversión privada en distintos edificios en proceso de construcción. El Estado también está invirtiendo para soterrar la cablería eléctrica.La Habana Vieja se recorre a pie. En la Plaza de Armas, se pueden comprar los libros baratos de Ernesto 'Che'Guevara, de Fidel, libros sobre el socialismo, América Latina y la historia de Cuba. Cerca de la Plaza de la Catedral, hay una variedad de 'paladares', como le llaman a los restaurantes. Destaca la Bodeguita del Medio, famosa por sus mojitos, donde han dejado sus firmas figuras como Nat King Cole, Ernest Hemingway, Errol Flynn, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén.El barrio chino convive a pocos kilómetros con las demás arquitecturas de la época colonial española y estadounidense, como recordatorio de la migración masiva que hubo de chinos a mediados del siglo XIX. Actualmente, allí hay unos pequeños bares-restaurantes, conocidos como Sociedades Chinas.Para añadir a esa expresión de explosión multicultural, en el Callejón de Hamel se manifiesta el folclor afrocubano. Esta pequeña calle del barrio Cayo Hueso es una galería sobre edificaciones, inspirados en las deidades afrocubanas. Los domingos después de las 12 del mediodía suenan los tambores y se menean las faldas en una tradición que promete nunca morir.La Universidad de la Habana, el Cementerio Nacional y la Plaza de la Revolución José Martí son obviamente otros puntos tradicionales que debe visitar todo turista. En el cementerio, declarado Monumento Nacional, yacen los restos de la poetisa independentistaLola Rodríguez de Tió.En la ciudad vieja es natural observar las estructuras coloniales, entre residencias de habaneros con colgaderos de ropa. La mezcla no es sólo racial, sino arquitectónica y de usos.- 'No he viajado a otro sitio, pero pienso que no me hace falta más. Me gusta vivir aquí', me decía un rubio de ojos verdes serpentinos, mientras conversábamos en la terraza de Magic Flute mirando hacia el Malecón.La cultura esriquísima, tan variada como la música autóctona: el son cubano, el cha cha cha, la guajira, la rumba, la salsa, elchanguiy el bolero. Un día basta para ponerse al tanto de la variedad de opciones para el ocio. En menos de 720 km, principalmente por los barrios de Vedado y la Habana Vieja hay cientos de lugares para ver cine, teatro, espectáculos humorísticos, escuchar música y por supuesto, bailar. La Casa de la Música, La gruta, El pabellón de Cuba y La Fábrica de Arte son algunos de ellos. La noche en La Habana no quiere tener fin.Cambios recientes en la política económica han permitido que afloren los restaurantes privados, que se tenían en clandestinaje en la década de los noventa, cuando los vecinos invitaban a los turistas y locales al patio trasero de las residencias. Los restaurantes conocidos como 'los Paladares', son una opción sabrosa al paladar. Destacan la Castro Pol en el Malecón, Café Loran, y El Aljibe en Vedado, y La Guarida en La Habana Vieja.En La Habana hay muchos hoteles como El Habana Libre y El Hotel Nacional, este último con una vista espectacular al Morro, pero si quiere experimentar y conocer la cultura local, debe quedarse en una casa particular: lugares que alquilan los residentes, dentro de sus propias casas o aledañas a sus hogares.Para moverse, qué mejor que viajar en carros particulares, los llamados dinosaurios, que no se ven en ninguna otra parte del mundo.En La Habana se complacen todos los gustos, pero fuera de la capital hay también un mundo por explorar entre playas, parques naturales, museos y ciudades históricas. Cuba cuenta la historia de la revolución y el amor, un país que es toda lucha y rumba.

          

Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
Foto:
Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Un paseo en taxi por Cuba. (Suministrada/Ernesto Zalazar)
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Carros antiguos que transitan por La Habana. (Ernesto Zalazar)
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Personajes en La Habana. (Laura M. Quintero)
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