Una invitación poco común de 'China' Zorrilla
Compartimos la crónica íntegra del colaborador Rafael Josue Vega, quien tuvo la oportunidad de conocer a la actriz Concepción 'China' Zorrilla en 2010. La protagonista de la popular cinta 'Elsa y Fred' murió el miercoles a los 92 años.
Desde que la probó, le fue fiel a la Coca Cola, 'aunque mis amigos pidan vino, yo siempre pido Coca' nos dijo. Uruguaya de nacimiento y argentina por adopción. Creía en Dios, le iba al Boca Juniors y le temía a los aviones.
Ella era Concepción Zorrilla de San Martín Muñoz. Pero, ella se hacía llamar China Zorrilla. Cambió su nombre para evitar confusiones cuando era profesora de francés en Nueva York. Decía que no era bueno que a una maestra la llamaran ‘Miss. Concepción', o como se escuchaba en el idioma anglosajón misconception.
Al llegar al edificio, la chica que la ayudaba nos recibió y en la puerta nos dijo: 'Segundo piso por las escaleras'.
Al llegar, Flor, su perrita shitzú, nos huele, un ladrido y nos da su aprobación. Inmediatamente escuchamos a China decir que 'uno no puede pasar por la vida sin saber lo que es vivir con un perro. Son incondicionales y fieles, siempre te reciben'. Y esa fidelidad de Flor ella la pagaba con consentimientos. Quizá por eso, Flor se veía saludable y con algunas libritas de más.
Luego del saludo y el abrazo como a quién no ves hace un tiempo, nos sentamos en la mesa de madera redonda y con, por supuesto, Coca Cola en mano, comenzó nuestra larga conversación. Con una amabilidad de amiga y ternura de abuela, China tomaba una galleta acompañada de queso y nos la ofrecía.
Fueron más de 60 años en las tablas, allí estuvo casi hasta el final. Eso era lo que le gustaba y lo prefería más que el cine. Y fue en la pantalla grande donde muchos la vimos por primera vez. Elsa, esa viejita atrevida y buena gente que llevó a la aventura a Fred.
China y Elsa se parecían.
'A veces quiero disimular mis 88 años, pero con este bastón es difícil'. Luego de una caída que le obligó a una operación de reemplazo de cadera, caminar le era difícil. Lo que sin duda nunca perdió fue su sentido del humor.
Al salir a la calle, la admiración era evidenciada. 'China, que bueno verte!' le dijeron unos cuantos. Desde un automóvil en marcha le gritaron: 'Sos una diosa China!' otros más tímidos, la miraban y le sonreían, pero todos la notaban.
Con la jocosidad que la caracterizaba, nos habló de sus aventuras, de sus largos viajes en barco, sus amores de puerto, el orgullo por su padre, de su visita a Puerto Rico y de todo lo que aún le quedaba por hacer.
En su cumpleaños 90 (dos años después de nuestra conversación), todavía se subía al escenario para seguir interpretando.
Luego de un rato de charla en su casa, agarró el bastón y dijo: 'Vamos a comer?'
En la mesa, nos dijo que siempre pedía lo mismo, revueltos gramajos. Aceptamos la sugerencia y nuevamente, no nos defraudó. Al rato, entre interrupciones amables a las que siempre respondía con una sonrisa, regresamos al apartamento.
Luego de una tarde de charla casi de amigos, sosteniéndose de mi brazo me hizo una invitación, muy poco común.
'Tenés que venir a mi funeral desde donde quiera que estés'.
Nos despedimos.