Elegía boricua 'underground' para Gustavo Cerati
Se murió Gustavo Cerati. Eso dicen. Pero para mí sigue naciendo. Es más, acaba de gritarme al oído. Susurra letras isótopos; voces y coros rebotan en mi sien cual bola en máquina de pinball. Sí, Gustavo, ellas siguen usando mi cabeza como un revolver, aunque eso ya lo dijo alguien en los setenta y se lo hayas tumbado… sí, tipo, aun se te ve volar por una ciudad que hoy lleva más furia que nunca... sí, Gustavo, de aquel amor de música ligera nada nos libra… y nada más queda… excepto tu contundencia lírica, 'broki'.
Era la mitad de la década del '90 y yo lo único que hacía era desayunar y cenar rap, empacharme de hip hop y vacilar con el ‘underground' aquel que eventualmente se convertiría en el reggaetón fácil de ahora. Que si Dr. Dre, que si Vico C, que si KRS, que si Public Enemy, que si Cypress Hill, que si Eddie Dee… bah, en fin. To' eso y mucho más después cuando me encontró Conciencia Poética, Intifada, Siete Nueve, Vanguardia Subterránea y to el hip hop en español del planeta en el que he puesto oído. Espérate… Pensándolo bien aún desayuno y ceno rap. Sigo.
En ese tiempo empezaba a trabajar en Diálogo, con Peri Coss de jefe y una ristra de coleguillas en las trincheras, entre ellos el señor Ricky Zúñiga, que luego se convertiría en uno de mis mejores amigos, en mi ‘roommate', en un hermano de otra madre. El ‘Zuñi', como le decíamos, ahora editor deportivo de Latinoamérica con Prensa Asociada, para aquel entonces, al igual que todos los de nuestro corillo de panitas, era un gozador, consumidor voraz de la música, de toda música, especialmente del hip hop y la electrónica, género musical que empezaba a despuntar gracias a los benignos ‘paris' raves de entonces.
Un día, el ‘Zuñi' junto a otro panal de abejas nuestro, el ‘Carlitín' Cotto, llegó donde mí con un CD de un grupito que ya yo conocía. 'Esto es Soda Stereo, papo…', me dijo el ‘Carlitín', con quien dos semanas antes había estado hasta la madrugada cantando un corito de DMX ('The Snake, The Cat, The Rat, The Dog… How you gonna see them if you're living in the fog?…').
'Sí mano, ya sé. No me tripea mucho', les dije, pues, realmente, mi mente le había pichado por completo a Gustavo y Soda. Prefería tratar de entender lo que decía Das EFX en ‘Jussumen'. 'Bobolón, es que no lo has oído entonces. Toma', me ripostó Zúñiga, con esa guapería de chileno ochentoso que en ocasiones cuela dentro de su humilde y boricua gozo de chinchorro. Claro, Zúñiga insistió en que a cambio del CD le diera un disco de rap, no recuerdo cual, y así lo hice, al fin y al cabo. Mucho humo en ese entonces. Al ‘Zuñi' y a ‘Carlitín' no me canso de decirle que gracias por venir.
Para ese tiempo, guiaba yo una pick up roja con ‘CD player', un verdadero lujo. Y pa' dentro fue el disco. Fue como meterme ‘krokodile', de inmediato me carcomió todo. Me devoré eso de Soda Stereo. Busqué toda la música que pude del tipo. Era un respiro de aire fresco en tabique de toro josco la letra de Cerati, más cuando el nauseabundo sonido de Maná era lo que contaminaba la Avenida Universidad y el resto de Santa Rita, más allá de las veneradas liricas de Silvio o Sabina, que ya me empalagaban un chin. De repente, vi amarillo el amor, por más que fuese de apenas una noche y no un detalle infinito. Cualquier bocanada que tomaba, de lo que fuese, era tratando de imitar la foto de aquel disco del '99. Cuando escribía, en mis ínfulas de 'poeta de performance', trataba de ver si podía ponerme tan esotérico como él. Quise caminar entre las piedras, a ver si sentía un temblor entre mis piernas. Busqué sentarme en un cráter desierto pero no lo encontré. Eso sí, cuando pasó el temblor desperté, le presenté un panita nuevo al rap y mi oído, a los veintipocos de edad, creció como mil centurias.
Por tal o cual razón, macabra y maligna seguramente, nunca pude ver en vivo a Cerati cuando vino. Luego envidiaba a mis amigos por sus fotos con él, pues el tipo era bien accesible, y yo acá calladito, era fan y pico. Le hubiese preguntado por aquella letra y la otra. Olvídate del viaje de la electrónica en el rock o la guitarra rabiosa esa, era la letrita.
Para allá para 2001, luego de cubrir para El Vocero el Premundial de Las Américas de la FIBA en Neuquén, me fui a Buenos Aires a aventurar un rato. Allá estaba Guillermo Bonetto, el cantante de Los Cafres que se había vuelto pana gracias a ‘jangueítos' con el corillo de Cultura en la urbanización San Gerardo de Cupey y, claro está, en el legendario Peyton Place. Buenos Aires rugía, con cacerolazos por doquier y una economía que se desplomaba al son del exsuegro de Shakira, aquel olvidable De la Rúa. Le digo a Bonetto: 'Contra, men, yo sé que la cosa está ‘pelúa', pero chico, ayúdame a conseguir una entrevista con Cerati…'
'Deja ver, boludo', me dijo. Al otro día, me conecta con el manager de Cerati. Nos encontramos en un café, me parece que en la Recoleta. 'Che, Gustavo no está disponible. Te tengo un muchacho uruguayo que se llama Jorge Drexler si querés. Es rebueno'. Le dije: 'Olvídalo'. Bah, Drexler ahora será dios para muchos, pero Cerati es Cerati, por los siglos de los siglos. Amén… y ‘shoutouts' pa' otras deidades Charlyescas y Espinetísticas.
Ahora miro en Facebook la gente con la que crecí en la IUPI y la envidia se vuelve ternura, al verlos posteando fotos con el tipo. Pues, mano. Yo me llevo algo más, porque por cosas del destino, me tocó bregar más con música, de distintas formas, que con casas editoriales, y la estamos pasando de maravilla. Amo el rap, eso es de ahí, pero Cerati me ayudó a cuadrar mis letras con más música, a buscarle la vuelta de alguna forma a proyectos más rocanroleros y al rocanrol del proyecto que fuese, como Tráfico Pesado, Mijo de la Palma o el Afrobeat Collective de Henry Cole, lejos de la caja y el bombo y de la bohemia a capela del ‘spoken word', a proyectar el rocanrol. Cada vez que me veía pillado entre versos, fuese en la máxima sobriedad de la fobia social o en la ebria y turbia noche taciturna de un azul estudio, con lápiz y papel en mano, ponía ‘La ciudad de la furia' o ‘Río Babel'. Y a fluir sin un fin.
Así que Gus, relax, que yo sé que usted anda más chévere que un chequeré. Incluso, desde que estaba en coma lo sabía, que no hay nada que acabe con lo suyo. Es usted la música, y fíjese, que no tan ligera. Hoy su canción va más animal que nunca. Gracias por toda esa música para volar, pero, sobre todo por el confort de saber que al rocanrol se le escribe y ya. Gracias por to', che, pibe. Ahí vamos.