El 2 de mayo de 1980, el público se abrió hueco a codazos frente al mausoleo de Barranquitas para despedir a quien fuera apodado 'el último prócer' de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín. La exaltación de la multitud aumentó desproporcionadamente según caía la noche, y se tenía conocimiento de la cercanía del cortejo fúnebre. Cuando la comitiva finalmente llegó, un grito femenino suspendió el tumulto y abrió paso entre la gente para posibilitar la entrada del feretro: 'Compatriotas, dejennos enterrar a Muñoz en paz'.

La súplica de Victoria Muñoz Mendoza, la hija menor del 'padre del Estado Libre Asociado', logró su acometido. A eso de la medianoche, ya el cuerpo del difunto había sido celosamente guardado bajo tierra. El entierro quedó rememorado como el evento más concurrido en la historia moderna de Puerto Rico. Su legado, medio siglo después, aún continúa siendo eje de debate y controversia entre los puertorriqueños, que buscan mejorar o disolver el actual estatus político.

El país amaneció de luto el 30 de abril de ese año, tras el deceso de Muñoz, en la Clínica Mimiya, en Santurce. Murió a sus 82 años, después de sufrir las complicaciones de una fiebre. Su esposa, Doña Inés Mendoza, no se apartó de su lado durante el periodo de hospitalización. El día antes había mandado a llamar al Cardenal Luis Aponte Martínez para que le diera la extremaunción.

Durante su hospitalización, los medios de comunicación tenían asignados periodistas día y noche para conocer los informes de salud del médico de cabecera, el doctor Roberto Busó. Las trasnochadas se extendieron por unos tres días, en que fue expuesto en el Capitolio, en la Catedral y transportado en caravana hasta su pueblo natal, Barranquitas, para enterrarlo junto a su padre, el político y poeta, don Luis Muñoz Rivera.

Para los periodistas de esa época representó un reto cubrir el acontecimiento de la muerte de aquella figura de poder, a quien tanto admiraban y respetaban. A Enrique 'Kike' Cruz aún le produce escalofríos recordar el compás de la música clásica con la cual hacía su entrada Muñoz a algunas actividades oficiales. La periodista Irene Garzón Fernández recuerda la oratoria de Muñoz en el Senado, que le cautivó desde el palco de prensa. 'Desde el principio, la figura de Luis Muñoz Marín me impactó, ya que su sola presencia llenaba el lugar', admitió. Por eso, los reporteros vistieron de luto, no porque se les ordenara sino porque quisieron hacerlo en señal de respeto.

La transmisión en directo del sepelio supuso una dificultad no sólo por el movimiento que hubo que hacer de las antenas microondas de cerro en cerro, sino por la cantidad de gente que quiso dar su último adiós al primer gobernante electo. 'Recuerdo que la compañera Wilda Rodríguez, y yo tuvimos que abrazarnos a la estatua de un ángel a la cabecera de la fosa donde se colocaría el féretro para no ser arrastradas', contó Garzón Fernández, de 70 años.

Se estima que entre el velatorio en el Capitolio y el entierro entre las montañas, acudieron más de 200,000 personas a rendir su homenaje. 'Cuando el coche fúnebre estaba en Caguas, aún había gente en San Juan', aseguró el periodista Raúl Quiñones. Cientos de personas se acumularon en la autopista. En el trayecto, se desplegaron unas banderas negras con el símbolo de la pava y las palabras: 'pan, tierra y libertad', lema del Partido Popular Democrático, que fundó Muñoz en 1938. Las señoras mayores lloraban desconsoladamente, con los rosarios en sus manos. Algunos alzaban sus puños en señal de despedida.

Cuando el carro fúnebre llegó a su destino, cuentan los periodistas, que hubo que romper el coche para poder sacar el ataud, ya que el chofer había salido corriendo en un ataque de pánico. La comitiva se apoyó de la gente para pasar el ataúd de mano en mano. El fervor de las personas hacia la figura de Muñoz quedó retratado en una señora que, según uno de los testigos, se agarró tan firmemente de la caja que se elevó en el aire cuando se disponían a mover la caja.

En su discurso, el también exgobernador del PPD, Rafael Hernández Colón, exaltó la figura de Muñoz como maestro, fundador y precursor, quien logró duplicar el jornal de los trabajadores, atender el analfabetismo y la desnutrición. 'Vale que recordemos(...) aquel desempleo crónico sinsolución visible; aquella mezcla extraña de desesperación y rebeldía, y aquel presupuesto de hambre de 1940, de $14 millones, para atender todas las necesidades de un país que no se resignaba a su suerte'. Entonces agregó: 'Pocos pueblos deben tanto a la pasión por la justicia, a la conciencia, al liderato, al espíritu de sacrificio de un hombre como lo que te debemos los puertorriqueños'.

Miles vieron la transmisión desde sus casas, algunas de las cuales tenían fotos de Muñoz junto a alguna vela. Despúes de todo el mismo Muñoz se describió a si mismo como instrumento divino. 'Yo soy el panfletista de Dios, el agitador de Dios, y voy con la turba de estrellas y hombres hambrientos hacia la gran aurora'.

Hoy, en comemoración al entierro, la Fundación Luis Muñoz Marín, en su cuenta de Twitter, recrea el proceso.

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