Aclamado Julio Iglesias en su 'vuelta a casa' en Miami
Miami - Ovaciones cerradas, gritos y piropos de todo tipo resumen la entrega del público a Julio Iglesias en su vuelta a los escenarios de Miami, donde triunfó el sábado por la noche con canciones de toda una vida y el andamiaje de un sonido muy cuidado.
El cantante mantiene a sus setenta años ese aire de artista primero de su clase que sabe que el éxito se cimenta en despojar de toda teatralidad la relación con su público y en un mandato único: ejercer la fascinación.
Entregado a ese estilo e inspiración en el escenario tan suyos, donde una banqueta donde recostar hermosas canciones como 'Caruso' o 'El amor' y el fraseo de su voz bastan, dio rienda suelta a anécdotas y divertidos comentarios que fueron recibidos con risas de complicidad por el auditorio.
'Me preguntan tantas veces qué es lo que más le gusta a un artista. Lo que más nos gusta es volver. Estar en Miami es para mí un privilegio, lo es que me sigan queriendo', dijo el cantante español más universal a modo de presentación al público que abarrotaba el American Airlines Arena y coreaba incansable las letras.
Dentro de la parada en Miami de su intensa gira mundial, Julio Iglesias interpretó canciones que, como 'Manuela', 'Me olvidé de vivir', 'Un canto a Galicia' o 'Abrázame', forman parte del tejido sentimental de varias generaciones y pulsó, con su voz expresiva, a ratos susurrada, a ratos visceral, las fibras más sensibles del público.
'Si no me mantuviera la pasión que me dan ustedes, estaría en un bufete de abogados', apuntó con humor el artista antes de interpretar 'Hey', que cantó el público de principio a fin, marcando el momento cumbre de una velada que se prolongó más de dos horas y en la que brindó una treintena de temas.
Distendido, ataviado con su característico traje oscuro, corbata y camisa blanca, abrió la noche con el tema 'Amor, amor, amor', para ir desgranando canciones, confesiones e intimidades divertidas.
'Soy un flaco desgarbado que no valgo nada, pero he hecho ocho hijos bien guapos', o 'me hice cantante, muy malo al principio, pero ustedes fueron muy generosos conmigo, me dieron mucho tiempo y aprendí'.
Tuvo muy emotivas palabras de cariño para su mujer, Miranda, quien estuvo presente junto con los cinco hijos que tienen en común, y a la que dedicó la canción 'Ne me quitte pas', del cantautor francés Jacques Brel, 'el más grande poeta de la historia de la música pop', dijo.
'Después de ustedes lo que más he querido en mi vida es a mi mujer. Se ha convertido en un viento maravilloso y por eso le quiero dedicar esta canción', señaló el cantante con palabras que arrancaron aplausos y comentarios emocionados entre el público.
'De niña a mujer' y 'La carretera' dieron paso a 'Quijote', una de las canciones más ovacionadas de la noche en el recinto, donde demostró que ni los más de 300 millones de discos vendidos ni el viaje infinito de país en país cantando merman su capacidad de cautivar, su desbordante energía e inquebrantable compromiso con su público.
Tras interpretar 'Corrientes 348', acompañado en el escenario por la extraordinaria pareja de tango que el artista lleva desde hace años en sus giras, Julio Iglesias bromeó con los espectadores: 'Esta noche, cuando vuelvan a casa, si son capaces de bailar el tango como Soledad y Hernán, mañana van al ginecólogo'.
Antes, derrochando su habitual simpatía, preguntó en varios idiomas las diferentes nacionalidades reunidas en el auditorio, para apostillar, a continuación, con mucha gracia, que 'no sabía que esta noche cantaba en las Naciones Unidas'.
Brilló en el concierto el despliegue de luces, los efectos de imágenes sobre el fondo del escenario acompañando cada canción y un sonido impecable.
Fiel a sus señas de identidad, levantando los puños al aire, se despidió del público de Miami que, puesto en pie, absolutamente entregado aplaudía y coreaba el tema 'Me va, me va', un pletórico punto final al concierto.
Tuvo que volver al escenario ante los aplausos interminables y los gritos de 'otra, otra!, 'Julio no te vayas!' del público para interpretar, con una energía admirable, un bis tras otro.