Monchi de huevo con polluelo dentro
PHNOM PENH - El huevo de pato con su embrión a medio formar puede que sea un alimento nauseabundo fuera de las fronteras de Camboya, pero para la población de este país indochino que curtió su paladar con la larga guerra, es uno de los grandes manjares.
Esta vianda llamada 'poun tea koun' (huevo de pato con hijo) es un huevo fecundado cuyo embrión se ha desarrollado durante dos o tres semanas y en el que tras romper la cáscara se aprecia la cabeza del polluelo, además de algunos se sus órganos internos o los huesos de aspecto gelatinoso.
En algunos puestos callejeros de Phnom Penh los venden con el polluelo casi totalmente formado y cuando este ya ha sacado las primeras plumas.
La gente prendada por estos huevos los eligen de forma meticulosa en los tenderetes del mercado, observando su interior ayudados por una luz, y prefiere comer aquellos que están aún muy calientes tras la cocción y que han sido aderezados con hierbas, pimienta y limón.
Para escoger el 'poun tea Koun' más sabroso hay que saber y haber probado muchos pues su exquisitez es la que determina el precio a pagar por cada uno, a veces hasta medio dólar (algo más de medio euro) aunque por lo general cuestan la mitad.
'Los más preciados son los que tienen entre 15 y 20 días, porque ya están más o menos formados pero queda yema y aún no son muy duros', asegura Thy, una de las hueveras con más clientela.
El embrión de una cría de pato alcanza su completo desarrollo en 28 días, aproximadamente, aunque un buen 'gourmet' camboyano considera que a partir del décimo ya está suficientemente formado para comerlo con garantías de satisfacción.
El lance de comer uno de estos huevos, también tiene su ritual y aunque existen diferentes versiones, normalmente se consumen por la noche y en ocasiones especiales.
Los más tradicionales perforan el caparazón por una de sus bases, a continuación sorben el líquido que hay en el interior del huevo y después meten con precisión por ese orificio, la pimienta, el limón y las diferentes hierbas que completan una mezcla que una vez partido se comen con una cucharita.
Otros camboyanos prefieren comer el huevo de una manera menos trabajosa, así que lo parten y ponen su contenido en un cuenco en el que echan las especias preferidas por el paladar, sin olvidar unos pellizcos de chili para darle un sabor picante.
A diario y al atardecer, una tropa de vendedores ambulantes sobre motocicletas con sidecar recorre las calles de la capital y ofrecen el preciado manjar, cuyo precio y calidad anuncian mediante una primitiva megafonía.
Muchos se dirigen después a los aledaños de alguno de los grandes mercados, donde los camboyanos acostumbran a darse cita para degustar juntos estos pequeños huevos blancos.
'Me puedo comer hasta diez en una sola noche. Me encantan', asegura Rattanak, un hombre que va a menudo al mercado O'Russei, uno de los más grandes de Phnom Penh y el favorito de los aficionados al 'poun tea koun'.
'Venimos una vez por semana, a lo más tardar una vez cada diez días', apunta su mujer mientras ayuda a comer un trozo del polluelo a la hija de la pareja.
Durante la noche no faltan personas como Ly, una mujer de unos sesenta años, que transporta a pie decenas de huevos en dos canastos que penden en ambos extremos de una caña de bambú.
'Muchos no quieren ir al mercado a comprarlos o solo quieren un tentempié', explica mientras deja sobre el suelo la pesada carga, que incluye una pequeña cazuela con agua caliente y numerosos platos pequeños y cubiertos.
Los huevos de pato con embrión también son muy apreciados en otros países asiáticos, como China, Vietnam o Filipinas.