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SAN JUAN WEATHER
Vida

Saliendo de dentro del frío

Hace frío afuera y hace frío adentro. La lluvia que cae en este mediodía guayamés, en uno de esos días de mitad de mayo en los que cayó granizo alrededor del 100 x 35, es la introducción perfecta a lo que está por venir. Las declaraciones que vienen en breve son frías, dichas fríamente por una persona a la que no le daba frío a la hora de apretar el gatillo y dejar fría una vida.

'A los 14 años, yo era el que controlaba el punto, con un AK-47 en la mano y dos pistolas en la cintura. Yo controlaba Guaynabo y controlaba la zona de Gurabo porque yo mismo me imponía. Era como yo dijera. Trazaba una línea en el suelo y nadie jodía conmigo. Y al que no le gustaba tenía que guerrear conmigo', dice Aníbal Santana Merced, con su cerquillo acicalado, su mirada fija y con una funda llena de libros de su autoría, encima de la mesa.

El aire acondicionado de la biblioteca de la Institución Correccional 296 de Guayama, donde se lleva a cabo esta entrevista, no ayuda. Afuera del cuarto, pintado en la pared del pasillo camino a la biblioteca, lee: ‘Camino al cumplimiento', lo que de por sí ya había bajado la temperatura a la de un frigorífico. Aníbal habla y el ambiente está para titiritar. Aunque ya no dispara plomo, sus declaraciones emulan proyectiles; son balas de hielo. Su bolígrafo y su voz, aclara, son ahora sus armas favoritas. Recién publicó un libro, ‘Reflexiones tras las rejas', y tiene varios proyectos literarios más entre manos: prepara un poemario; una novela de ficción, Lander, cegado por la ambición, 'que no es biográfica, pero contiene muchos personajes inspirados en personas que vi en el bajo mundo'; y un libro para niños, el cual ha titulado La cabra azul.

Demás está decir que, en vivo, el testimonio de este escritor es crudo, real, como ha sido su vida. A los 11 años entró por primera vez a una institución carcelaria, tras ser atrapado por robo apenas meses después de abandonar su casa, pues no podía bregar con los abusos de su padre alcohólico. Desde entonces estuvo entrando, escapándose y regresando a la cárcel, pasando las últimas etapas de su niñez y las primeras de su adolescencia muy lejos del PlayStation 3 y del Nintendo Wii que en estos días acapara la vida de muchos jovencitos.

'Mi padre llegaba a casa bien borracho y maltrataba mucho a mi mamá y a nosotros. Somos 11 hermanos y uno de mis hermanos mayores se convirtió en mi ídolo, porque le hacía frente a mi papá. Yo traté también y cuando no pude más me escapé de la casa y la calle se convirtió en mi hogar', indica el joven que ahora tiene 30 años de edad y que se crió en el Barrio Tierra Santa de Guaynabo.

'Ahí empezó mi vida en la calle. A los 11 años de edad yo asaltaba, robaba y me arrestaron, por escalamiento y robo. Me dieron una probatoria y como era viviendo con mi padre, yo me escapé. A los 11 años ya era prófugo. Volvieron y me arrestaron y a los 12 me volví a escapar, porque es que en las instituciones juveniles del País no hay mucha seguridad que digamos, más si la rehabilitación la mezclan con programas de desvíos y con probatorias. Me atraparon de nuevo, y a los 13 me escapé otra vez. Y me atraparon de nuevo y a los 14 me volví a escapar', dice.

Y a esa edad, hizo ver al personaje de ‘Tony Montana' que hizo Al Pacino en la película Scarface como un pellizco de ñoco. Según Aníbal, quien para ese tiempo era conocido como ‘Paíto', un nombre que sembró terror en el bajo mundo y del cual ya no quiere saber más, 'para ese tiempo yo me convertí en uno de los narcos más fuertes del área de Guaynabo. Me metí en muchos problemas y tuve que aprender a defenderme'.

'Por eso es que me volví adicto a las armas. Las distintas organizaciones de esa área se unieron en mi contra y yo tuve que buscar aliados en el área de Gurabo, en Juncos, en Yabucoa, en Las Piedras. Y poco a poco fui creciendo. Cambiaba de carro todos los días. Tenía puntos y gente que tiraba en todos lados. Un día dormía en Corozal, otro día dormía en Cabo Rojo, otro día dormía en Juncos. Iba, dejaba las cosas ‘setiás' con mi gente de confianza, y me iba y no volvía en meses. Y tenía armas, muchas armas. Me traían 13, 14 armas para escoger y comprar y si quería me las llevaba todas. Automáticas. Extranjeras. De la misma Policía. Gasta miles, miles de dólares en armas', explica, como si en su mente estuviese escribiendo una escena de su próximo libro.

'Campeaba por mi respeto. Eso fue a los 15, 16, 17 años de edad. Nunca estuve en la jodedera, solamente fui una vez a una discoteca y pensaba que me iban a matar. Siempre estaba en baja, controlando el punto, y si alguien quería guerrear conmigo lo llamaba para cazarnos. Tengo dos tiros en el cuerpo, y ambos fueron amigos cercanos míos que me traicionaron. Fueron años fuertes, pero nadie podía conmigo, y si me retaban, me los llevaba por encima. Yo quise ser boxeador, pero aquí en la cárcel fue que terminé. Si yo hubiese sabido, hubiese hecho las cosas diferentes', manifiesta, recalcando que aún así, 'yo no era un abusador. La gente en los barrios y en los caseríos, la gente que no estaba metida en la ‘bregaera', me mostraba respeto y hasta me querían, porque yo me daba a respetar y, dentro del negocio, del trabajo, era muy honorable'.

Esos 'códigos de honor', dice Aníbal, ya no existen. 'Ahora', explica el joven lo que se ve a diario por las noticias, 'van y te tirotean en el ‘shopping mall', te tirotean en la autopista, cuando estás con tus hijos. Cuando yo estaba en el negocio, si alguien me quería eliminar, nos llamábamos y nos preguntábamos: ‘vamo' a cazarnos esta noche?'. Y nos encontrábamos pa' soplarnos par de tiros. Pero la casa de uno era sagrada. Nunca por mi mente pasó ir a la casa de un rival a tirotearlo, ni mucho menos hacerle daño a un familiar suyo, a un hijo suyo, a su esposa. Ahora no hay escrúpulos. Ya no hay honor. Los chamaquitos de ahora no saben lo que hacen'.

En 1999, a los 17 años de edad y después de que lo buscaran por 17 cargos de asesinato, Aníbal fue arrestado. Primero fue a la facilidad correccional #308 y luego a la #292, ambas en Bayamón, y después fue trasladado a la Ponce #500, antes de terminar en Guayama. Aníbal indicó que entre las siete sentencias que tiene, 'hay una de 30 años por asesinato en segundo grado, y cuatro por robo domiciliario, entre ellas, dos de 40 años, una de 38 y otra de 48'. Cuando entró a prisión vio que la cosa era un poco distinta a como la percibía en la calle.

'Por ejemplo, cuando yo entro, yo voy con lo que he aprendido. Afuera, las leyendas de los barrios te dicen que la organización con la que uno tiene que estar son los de la Asociación Ñeta, porque la otra asociación grande, la de los ‘27', son los chotas, o los ‘insectos'. Cuando yo fui a Bayamón, jodía y peleaba tanto y los policías me odiaban porque me habían achacado unas muertes a unos oficiales que yo no las había ocasionado. Al yo entrar, digo que soy Ñeta y los mismos guardias penales me ubican con los ‘27', pensando que allí me iban a comer vivo, como para vengarse. Cuando llego al grupo de los ‘27', que me decían que eran ‘insectos', que eran chotas, los conozco y me doy cuenta que no es como dicen afuera. Conocí a uno de sus líderes y entablé buena relación con muchos de ellos. El grupo de los ‘27', al igual que otros grupos, como el de los ‘25', es un grupo igual que el de los Ñeta, es una hermandad, una familia bien unida. En el pasado, ambas asociaciones tuvieron sus problemas, pero eso se acabó, hicieron una reunión, limaron asperezas y ahora todos conviven juntos', alecciona.

Al encontrarse más calmado y en un ambiente sosegado, la cárcel, de súbito, se convertía en una nueva escuela para Aníbal, quien apenas llegó hasta séptimo grado en el sistema de educación nacional. Retomó la escritura, que era algo que siempre le ha gustado hacer, incluso, antes de envolverse en la lectura, una nueva pasión que le ha ayudado a botar todo el odio que lleva por dentro. 'Con la lectura viajo a América del Sur con Paulo Coelho, o a Cuba con Reinaldo Arenas. Me da fuerza'. Sin embargo, afuera, con su ingreso carcelario Aníbal dejaba lo que resultó ser el verdadero ente catalítico de su vida. Al entrar a presidio, Aníbal dejó embarazada a su novia, a quien describe como 'la muchacha de la cual siempre estuve enamorado, desde pequeño' y el 3 de diciembre del '99, vio por primera vez a su hija. Entonces, comenzó la catarsis.

'Me acuerdo cuando me trajeron la nena por primera vez, recién nacida. Tenía puesta una ropita vino y crema y esa es la imagen más linda que mi mente ha visto. Me dije: ‘Tengo que inventarme algo, porque yo no quiero que mi hija crezca con un padre maleante, con un padre que piense que es malo. Si estoy en la cárcel, quiero que ella sepa que estoy haciendo el máximo por rehabilitarme, para algún día salir y estar con ella y darle todo lo que a mí no me dieron'. Y comencé a cambiar'.

De repente, ya no hace tanto frío en la sala de lectura de la cárcel de Guayama. La sonrisa de orgullo de la bibliotecaria María Rodríguez rebota en la cara de Aníbal. Se siente la tibieza del desahogo, el calor de la purificación, el fuego de la esperanza. Entre la narración de cómo logró su diploma de cuarto año y cómo ha sido su relación con su hija ('La vi por segunda vez al año y tres meses y reivindiqué mi promesa. Ahora la mando a buscar a cuanta actividad hay, sea un ‘Open House', cualquier cosa de Navidad, o cuando me fue a ver leyendo recientemente', comenta), Aníbal saca tiempo para enumerar sus escritores favoritos. Ahí van Coelho y Arenas, Esmeralda Santiago, Isabel Allende, José Luis González, Francisco Font Acevedo y su Belleza Bruta. Hay uno por el que pregunta, pues sabe que el entrevistador lo conoce.

'Y cómo está ‘Gallego'? Para mí es uno de los mejores de Puerto Rico, es el poeta de la calle, del barrio', comenta en alusión al poeta José Raúl González, autor de los poemarios Barrunto y Residente del lupus, y prosigue con su historia ante la respuesta de incertidumbre del periodista, quien cambia el tema preguntándole qué cree de cantantes de música urbana como Ñengo Flow y Cosculluela, por mencionar dos de tantos de los que exaltan el bajo mundo del que Aníbal salió en sus canciones.

'Pues, no la oigo mucho, no podría opinar mucho, pero sí, me gusta la ‘tiraera' esa de la calle que hay en el rap y en el ‘reguetón'. Te lo voy a poner así: los periodistas sobreviven de decir lo que pasa, de las noticias, y esta gente sobrevive diciendo lo que ven en la calle, y ese mundo llama la atención'.

Tremenda respuesta. Hay silencio. El frío ya no existe. En la mesa están los libros suyos que a diario lo ayudan a seguir expiando sus pecados. También hay artesanías japonesas tipo origami, otro de los muchos pasatiempos que se nos olvidó mencionar que ha tomado Aníbal. A leguas se nota que ‘Paíto', el gatillero, el pillo, el vendedor de droga, el lavador de dinero, el dueño de punto, ya no existe. Ahora vemos a un escritor, a un artesano, a un boxeador que recientemente cumplió su sueño de volver recientemente al ring durante una cartelera del Departamento de Corrección, a un joven que en 2013 tiene pendiente una vista de libertad bajo palabra y que asegura que 'todos los días pienso en la gente a la que hice daño, en los familiares de mis víctimas, pienso mucho en eso. Me siento arrepentido de todo lo que hice en la ignorancia de mi adolescencia y no sé si podrán perdonarme, pero yo sí estoy muy arrepentido de todo'.

Hace unas semanas, Aníbal fue a presentar su libro en una institución carcelaria del País y allí se encontró con un joven que lo conocía de la calle, que lo idolatraba cuando pequeño y que también terminó en la cárcel. El joven fue y lo abrazó y le dijo cuánto lo admiraba.

'Y ahora que estás rehabilitándote, quieres ser su ídolo?', le preguntamos a Aníbal.

'Yo…', suspiró, 'sólo quiero trabajar para salir de aquí, si no es en 2013, en la próxima vista que tenga. Quiero salir para estudiar en la universidad y ser un profesional. Antes, pensaba que no llegaba a los 20 años de edad, y ahora tengo 30… Yo', suspira de nuevo, 'sólo quiero ser un buen escritor, un buen ser humano, pero sobre todo, un buen padre'.

Bienvenido al calor de la verdad, Aníbal. Ya saliste de dentro del frío.

(Para ver la publicación original de esta historia pulsa aquí)

Anibal Santana quieren estudiar en la Universidad y ser un profesional.(Ricardo Alcaraz/Diálogo Digital)
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