Sublime Serrat
El cantautor catalán Joan Manuel Serrat no necesita presentación entre el público puertorriqueño. Es como un lejano pariente que, de cuando en vez, llega de paso a saludar, encontrando siempre un puñado de admiradores con ganas de celebrarle.
Y como buen huésped, agrada a sus visitados con historias, comentarios y, por supuesto, con la entonación de sus canciones.
La noche del lunes, en una de sus últimas paradas, arribó al Centro de Bellas Artes 'Luis A. Ferré' en Santurce, cargando en su equipaje su más reciente producción discográfica, 'Hijo de la luz y de la sombra', un hermoso homenaje musical que el artista brinda al poeta español Miguel Hernández, en conmemoración de su centenario.
Fueron dos horas y media de un despliegue de poesías y sentimiento que, en la primera parte del recital, llevó al cantante a transitar por la vida y obra de uno de los más grandes poetas españoles contemporáneos, y quien fuera víctima junto a Federico García Lorca de las atrocidades del régimen dictatorial franquista, que dominó una buena parte de la historia española en el siglo pasado.
Miguel Hernández murió a los 31 años de edad, pero su poesía yace indeleble en la memoria hispanoamericana, elevándose aún más en el trabajo de musicalización que logró Serrat y que se patentizó ante una sala abarrotada de un público fielmente enardecido.
En esta ocasión, los versos recitados del poema 'Tres heridas', en voz del cantante, quebraron el silencio del auditorio, como un preámbulo a la aparición del artista al proscenio que provocó una calurosa ovación de sus fanáticos caribeños.
Su amigo e inseparable pianista y director musical, Ricard Miralles, comandó la orquesta de siete músicos que actuaron en complicidad al paso de estas andanzas que marcaron huellas al sonido de los versos de 'La Palmera', 'Las abarcas desiertas', 'Dale que dale' y 'Elegía'.
'Ni me matas bueno', que cantó reposado en un sencillo taburete y acompañándose sólo de su guitarra, fue increíblemente bello. Más la interpretación de 'Menos tu vientre', en la que el cantante adornó el sonido de sus cuerdas con el violín que hermosamente acarició la joven Marta Roca, fue sublime.
El repertorio de la noche continuó alimentándose de los versos del poeta Miguel Hernández con la interpretación de 'El hambre' -servida con imágenes que ilustraban escenas de la Guerra Civil de España-, 'La nana de las cebollas', 'Hijo de la luz y la sombra' y 'Para la libertad', el tema más aplaudido del concierto.
Durante toda la velada, cada tema fue flanqueado de imágenes que zurcían la palabra cantada con escenas de un triste pasado histórico que marcó la obra del poeta homenajeado.
En una de sus extensas alocuciones, el cantautor agradeció al público, 'quienes han empujado la celebración de estos conciertos' que, según indicó, sellaron esta noche un viaje de año y medio en el que recorrió varios países junto a Israel Sandoval (guitarra), Daniel Casielles (bajo), Marta Roca (violín), Vicente Climent (batería), Josep Mas 'Kitflus' (teclado) y, por supuesto, el pianista Ricard Miralles.
A sus cuatro décadas de carrera musical, y ya recuperado de la operación en el pulmón que enfrentó hace un año, Serrat confirmó, una vez más, su dominio escénico y su fuerza interpretativa.
Agotado su repertorio poético en honor a Miguel Hernández, el cantautor se perdió en una travesía por algunos de sus más reconocidos éxitos, como 'Tarres', 'Esos locos bajitos', 'Mediterráneo', 'Palabras de amor' -entonada en catalán-, 'Disculpe señor' y 'Pueblo blanco'. 'Hoy puede ser un gran día'.
En 'Hoy puede ser un gran día' mostró un falso final de una extensa, pero espléndida velada. Al reclamo de un público enardecedor, apareció en escena tres veces más, interpretando 'Caminante no hay camino', 'No hago otra cosa que pensar en ti', 'Señora', 'Lucía' y 'Fiesta'.
'Mi gratitud es eterna y mis posibilidades limitadas… quería decirle muchas cosas, que les quiero, sobre todo que les quiero', dijo el cantor, anunciando el fin de su marcha.