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Crónica de una confusa asamblea estudiantil

Más de nueve horas en la segunda Asamblea General de Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras(UPR-RP), para quedarse solo con una imagen: un grupo de estudiantes de la escuela secundaria University High School (UHS) amordazos con tape negro, sentados en primera fila sin hablar ni opinar ni decidir.

Su mordaza voluntaria tenía otra imagen estremecedora: el 18 de marzo, frente a las puertas blanquecinas y mal pintadas del Departamento de Hacienda, una policía miraba a los estudiantes piquetear sin hablar ni opinar ni decidir. En una esquina aislada, junto a una compañera del movimiento estudiantil, surgido en el paro de 72 horas que se aprobó en la primera Asamblea, la agente se nos acerca susurrando: 'Si yo pudiera estar reclamando como ustedes por mis derechos, lo haría', mientras su mirada recelosa vigilaba como si las rejas metálicas pudieran escucharla. Con su uniforme azul marino y su arma colgándole de una funda negra sujetada firmemente en la cadera, caló su mensaje: ciertamente vemos a las personas, pero no sabemos de qué forma han sido amordazadas.

Pero volvamos a la Asamblea de estudiantes, ayer, en la UPR-RP. El Teatro estaba abarrotado desde las once y media de la mañana, junto a otros cinco anfiteatros que contabilizaron un total de 2,711 estudiantes. Las butacas de la planta baja, que eran tres bloques divididos: el de la parte izquierda, la central y la derecha estaban separados por algo más que el espacio predeterminado entre unas sillas y otras. Se votaba, pensaba, hablaba diferente. Los estudiantes que se reunieron por segunda vez en el semestre, parecían no ser los mismos que votaron aquel 15 de marzo con un voto de 1,968 a favor de un paro, contra 515, ni los mismos que llenaron 15 anfiteatros adicionales para aplastar al voto opositor ni los mismos que salieron corriendo a cerrar con candados grises todas las entradas a su universidad aquel día.

Se abrieron los micrófonos para debatir la agenda predeterminada por el Consejo General de Estudiantes (CGE): se discutirían los servicios a los estudiantes, el informe de gestiones realizadas, las propuestas y/o plan de acción y los asuntos nuevos. Pero algo sucedía con el discurso estudiantil que no apoyaba una paralización académica. Sus decisiones parecían proponer una paradoja contra la que luchaban: una universidad cerrada, aunque tuviera sus puertas abiertas.

Luego de pasar más de una hora y media deliberando sobre la importancia de ayudar a nuestros compañeros con diversidad funcional, un compañero de la Escuela de Derecho toma el micrófono: 'Quiero felicitar al movimiento estudiantil. Es tan lindo ver cómo todos estamos reunidos aquí', comenzó su discurso antes de proponer lo que quería: 'que se haga una moción para saltar el informe de gestiones realizadas'. Ese informe fue realizado por el frente estudiantil que se configuró tras el paro de 72 horas efectuado en marzo y que creó comités de trabajo por portones para discutir, elaborar, proponer, intercambiar ideas y proponer soluciones a la crisis que a traviesa la UPR-RP. Así sucedía la primera ironía: un estudiante que estudia Leyes sugiere coartar el derecho de informar.

Se votó sí. Se votó sí y una esquina del teatro —donde la mayoría eran líderes o estudiantes que participaron en el paro— no entendía cómo una propuesta así podía salir ni cómo un estudiantado, donde la mayoría no participó en el paro, la secundaba. Se votó sí, y se pensó: la prisa, la falta de discusión, el ajoro, quizás, eran motivos para que no hayan analizado bien la moción antes de secundarla. Entonces, una compañera propuso reconsiderarlo: 'Cómo van a votar que no y limitar su derecho a estar informados'. En un santiamén, las votaciones se revocaban y la mayoría ahora quería escuchar el informe.

Luego de este informe, venía uno contra la violencia de género en la Universidad, aprobado en la primera asamblea para ser discutido en esta. Y de nuevo toda la Asamblea secundó otra moción parecida: brincar ese turno. El mismo grupo que se indignó la primera vez, ahora, entendía menos. De nuevo alguien cogía el micrófono y se atrevió a dar el informe contra la voluntad de ese voto. Luego de unos minutos, ese teatro se estremecía de tantos gritos de apoyo hacia lo que hace unos pocos minutos rechazaban. Nadie entendía: los mismos que no querían escucharla, ahora, inundaban el teatro con gritos de apoyo hasta el punto de subirle la presión a la estudiante y dejarla jadeando y gritando de la emoción mientras leía desde su computadora.

Ese mismo estudiantado fue el que votó un sí mayoritario cuando un compañero se alzó, inexplicablemente, para defender al candidato demócrata que aspira a la presidencia de los Estados Unidos, Bernie Sanders, y presentar una moción para apoyarlo. No fue hasta que un estudiante de Ciencias Sociales tomó el micrófono y explicó que la universidad no es de ningún partido político y que no debemos sesgarla a discursos de esta índole. Y a los pocos segundos se volvía a votar y, esta vez, ganaba el no.

Ya casi a las siete de la noche, el voto del no se agitaba mientras los cánticos desde una esquina preguntaban: 'Si no quieren huelga, traigan las propuestas'. No era sorpresa adivinar que la mayoría votaría 'no' a decretar un paro del 20 al 30 abril y una huelga a partir del 9 de mayo. Finalmente, unos 1,365 estudiantes votaron en contra de la huelga y 565 a favor. Y el problema, precisamente, no era el sí o el no. Era el no total, solo, sin propuestas viables, sin soluciones.

Tres estudiantes, cada cual asumiendo un turno distinto en el micrófno, propusieron tres ideas. Las primera de ellas fue hablar de la Ley de Quiebra, que ni existe en Puerto Rico. La segunda proponía un Comité de Reestructuración Administrativo 'para trabajar con gente de la Administración hacia una mayor transparencia y mostrar las finanzas', lo cual es un trabajo casi imposible por la poca transparencia que siempre han tenido hacia el estudiantado, donde a estas fechas todavía no tenemos el número de cuánto nos adeudan. O la última propuesta de todas, la menos real: someter una resolución para el Capitolio. A este estudiante se le olvidó que hace cinco años decenas de estudiantes recibieron macanazos frente a estos portones, precisamente, por proponerle al Gobierno eliminar los $800 de cuota anual. Una compañera, más tarde, diría: 'siento que perdimos el no contra personas que no estaban ni educadas'.

Los procesos de decisión dejan más preguntas que respuestas. Por qué de 1,365 estudiantes nadie tenía propuestas factibles si a todos nos importa la Universidad por igual? Qué pasó con esa mayoría que, en la primera Asamblea, votó por el paro de 72 horas de manera abrumadora? Por qué esos casi 2,000 estudiantes que apoyaron el paro nunca están en él? Por qué esos mismos estudiantes que luego se iban en contra de él solo fueron a dar su 'no', su discurso y a su casa? Por qué el estudiantado no puede ver que desde el sí —se invalidó la cuota anual de $800—, que desde el no —desde la educación que nos construyó desde la psiquis hasta las luchas—, se puede construir por igual esa Universidad que queremos? Por qué ambos no pueden crear un punto conciliatorio? Por qué toman los micrófonos y nos representan —desde el sí, desde el no—, no quizás los más inteligentes, si no los más que hablan?