Una ráfaga de detalles pequeños son el último ataque de fiscalía contra Verdejo
En cinco horas de exposición, el fiscal Jonathan Gottfried recordó a los jurados detalles pasados por alto y los exhortó a hacer inferencias en contra del boxeador Félix Verdejo.
El fiscal federal Jonathan Gottfried consumió casi todo el día el lunes en una exposición metódica, y a ratos también agotadora, de las personas, objetos y momentos que entiende cuentan la historia de los actos delictivos del boxeador Félix Verdejo Sánchez para, sazonado con detalles pequeños que tienen impacto pero habían sido pasados por alto, pedirle al jurado un veredicto de culpabilidad en los cuatro cargos que enfrenta relacionados con la muerte de su expareja, Keishla Rodríguez Ortiz, y del embrión que esta cargaba en su vientre.
El juez Pedro Delgado Hernández no está obligado a ponerle límite de tiempo a los informes iniciales y finales de las partes. Y no lo hizo, resultando el lunes en un primer turno de cinco horas de la fiscalía, al que le sigue el martes el turno de la defensa y el último que tiene la fiscalía, para entonces pasar a instrucciones y a deliberación. El proceso contra Verdejo Sánchez ya consumió 34 días en el calendario desde que comenzó el 21 de junio pasado.
Al comenzar la sesión, Delgado Hernández anunció que denegaba una moción de anulación de juicio (mistrial) que sometió la defensa de manera confidencial horas antes. La sala estuvo todo el día llena de público y de la plana mayor de la Oficina del Fiscal de los Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico así como del Negociado Federal de Investigaciones.
Para resumir 31 testigos y decenas de piezas de evidencia, Gottfried se armó de presentaciones audiovisuales sofisticadas que proponían organizar los argumentos de dos maneras. Una fue cómo distintas personas y objetos conectan con el acusado y otra fue una cronología de eventos desde el 26 de abril de 2021 hasta el 1 de mayo de 2021, dos días después de la muerte de Rodríguez Ortiz y uno antes del arresto del acusado.
La mayor parte de la exposición del fiscal fue repetitiva para los jurados que han estado atentos durante todas estas semanas de juicio, pero Gottfried pudo rescatar hechos, piezas de evidencia y declaraciones de testigos que parecían menores o irrelevantes cuando primero desfilaron, pero que ahora, acomodados juntos y recordados al jurado cuando están más atentos, sugieren la culpabilidad que el fiscal quiere transmitir.
Una foto de plano cercano que muestra los dedos de la víctima, oscuros y descompuestos, pero con un esmalte blanquísimo y brillante en sus uñas, fue uno de esos detalles. El cómplice cooperador Luis Antonio Cádiz Martínez, el único que coloca directamente al acusado participando de los hechos, enfrenta retos de credibilidad porque confesó haber cambiado sus declaraciones y que estaba drogado cuando participó del asesinato. Pero es el que también declara que el día antes de la muerte, el 28, el acusado y él fueron a buscar a la víctima y no la encontraron porque se estaba pintando las uñas.
“¿Cómo Luis Cádiz iba a saber que Keishla estaba haciéndose las uñas a menos que Félix Verdejo se lo dijera?”, planteó Gottfried mientras el jurado veía la foto del esmalte “intacto” en el cadáver.
Otro dato que ofreció el cómplice en su testimonio es que Verdejo Sánchez quería resolver lo del embarazo de la víctima antes del 1 de mayo porque ese día era el cumpleaños del sobrino de ésta, y ahijado de ambos, y que allí ella le comunicaría la preñez a toda su familia. “Luis no estaba invitado (al cumpleaños), el que estaba invitado era Félix”, resaltó el fiscal.
En la evidencia del gobierno hubo un mar de datos sacados de los celulares que sacaron, en parte, del iPhone roto del acusado. “No suficientemente roto como para que no pudiéramos hacerle una extracción (de datos)”, comentó el fiscal con sorna. Los de mayor discusión fueron el contenidos de mensajes entre los protagonistas, pero pasaron por debajo del radar tablas que listan las horas exactas en que el teléfono iPhone de Verdejo Sánchez estaba bloqueado y desbloqueado. Gottfried echó mano de eso, y de los datos de localización de los aparatos, para añadir a lo que llamó “capas de corroboración” de la versión de Cádiz Martínez.
Los momentos en que el aparato estaba bloqueado o desbloqueado desmienten la alegación del acusado de que el día del asesinato no había visto a la víctima porque salió tarde de su entrenamiento matutino rutinario. El aparato fue desbloqueado ese día por primera vez a las 5:40 am, su hora usual de salir a entrenar. Los datos cuadran también con la cantidad de tiempo que Verdejo Sánchez estaba supuestamente en la laguna San José rematando a Rodríguez Ortiz y su celular estaba (bloqueado) en la consola de su guagua Dodge Durango negra mientras Cádiz Martínez daba vueltas hasta recogerlo después de que saliera del agua.
La data de localización de los celulares fue lo último que fiscalía presentó al jurado durante el desfile de prueba y resultó un testimonio monótono, pero contundente. El lunes el fiscal volvió a usar estos datos para enmarcar expresiones del cómplice así como mensajes del acusado y mostrar que varias piezas de evidencia cuadran con esos datos de localización. El teléfono oficial del acusado, un iPhone, y el prepagado que buscó para comunicarse con la víctima, un Samsung, nunca estuvieron separados durante todo el tiempo de análisis de los datos. Ambos recorren la ruta que los cómplices tomaron la mañana del 29 para recoger a la víctima, atacarla y llevarla al puente.
Al unir estos datos con los videos que muestran la guagua del acusado, Gottfried lanzó un golpe directo al hígado. “Los teléfonos del señor Verdejo estaban ahí, su Durango estaba ahí, él estaba ahí”, dijo para atacar un elemento que, curiosamente, ha sido un dolor de cabeza tanto para la fiscalía como para la defensa. Para la defensa, porque todavía los jurados no han escuchado nada que los lleve a pensar que el acusado no estaba en la guagua junto a Cádiz Martínez mientras atacaban a la víctima. Para la fiscalía, porque en ninguno de los videos se nota claramente a una persona haciendo algo. Incluso, Gottfried recurrió a repetir un video en cámara lenta y narrarle al jurado que supuestamente aparecía el púgil tirándose al agua, pero era más un ejercicio de hipnotismo que de claridad. El video que menos sugestión necesita es el que muestra de perfil a una figura vestida de negro, y con tez negra también, como el acusado, caminando por un área verde en el puente.
Un problema de la versión de Cádiz Martínez es que dice que compró heroína para preparar la jeringuilla con la que Verdejo Sánchez habría inyectado a la víctima. Si abundar mucho, Gottfried recordó al jurado que su perito en toxicología, Luz Silva Torres, había dicho que era común encontrar que a las personas se les vendía fentanilo cuando pensaban que estaban comprando heroína, debido a lo similar del efecto de ambas sustancias. Igualmente sin detenerse mucho en ello, el fiscal reiteró que la patóloga Rosa Rodríguez había concluido que la víctima sufrió golpe con sangrado en la cara y que estaba viva cuando cayó a la laguna. Esto en contravención al perito de defensa, Mark Shuman, quien dijo no haber visto golpes y hemorragia en la cara y que el cuerpo no mostraba heridas compatibles con que la mujer estuviera viva cuando llegó al agua.
El fiscal explicó por qué entienden haber probado todos los delitos imputados y, al hacerlo, dejo entrever fortalezas y debilidades de su caso.
Para el cargo de carjacking, subrayó que no es necesario probar que la intención inicial era quitarle el carro a alguien y que requiere mostrar que se empleó violencia o fuerza. “Su carro fue arrebatado no voluntariamente… fue arrebatado por la fuerza”, dijo sobre esto y añadió que el acusado quería “desaparecer” y “quemar” el Kia de la víctima. “Ella entró voluntariamente a la Durango, lo que pasó después no fue voluntario, fue un secuestro”, lanzó sobre el cargo de secuestro.
Sobre el uso de arma durante estos crímenes, Gottfried dijo que el acusado se llevó su arma “como un seguro” por si las demás cosas fallaban en acabar con la vida de su expareja. Pero este cargo es el menos corroborado, solo depende de la credibilidad que se le conceda a Cádiz Martínez porque nunca se realizaron pruebas forenses al arma o al propio cómplice para confirmar su versión. El último cargo, la muerte de una criatura no nacida, está tan claro en la prueba como está dudoso el del arma. Gottfried dijo que se mató “a una criatura no nacida de Keishla”. Esta selección de palabras, que excluyen al acusado, hace recordar que hubo pruebas genéticas realizadas en el material embriónico que se recuperó del cadáver, pero ni fiscalía ni defensa la presentaron al jurado.
En otras partes de su exposición, Gottfried se apartó de la objetividad de la prueba para exhortar al jurado a que realicen algunas inferencias a partir de la misma, especialmente al desmenuzar cómo la relación del púgil con Eliz Marie Santiago Sierra, madre de su hija, se deterioró en los días previos al asesinato y cómo el acusado se volvía cada vez más “desesperado” por esto. “La inferencia razonable es que el Sr. Verdejo sabía que para salvar su relación con Eliz, necesitaba dar fin a la relación con Keishla”, subrayó el fiscal.
Según el relato del fiscal, las horas entre el 27 y 28 de abril fueron cuando el mundo se le vino encima al apodado “El Diamante” y su vida de fama y logros en el deporte dio un viraje homicida.
Santiago Sierra lo había botado de la casa por mensajes íntimos que le vio en el celular de parte de varias mujeres, incluyendo de Rodríguez Ortiz, y, a la vez, el acusado se enteró que ésta estaba embarazada. Recurrió al hermano de su cómplice, Ricardo Cádiz Martínez, para conseguir pastillas abortivas y este le dijo que primero se asegurara de que la mujer estaba dispuesta a usarlas. Fue a proponer esto a Rodríguez Ortiz pero ella lo rechazó y le dijo que quería tener a su hijo. En la noche del 27, primeros minutos del 28, recurre al cómplice para buscar alternativas y quedan en que este compraría heroína y se verían la mañana siguiente. Esa mañana el acusado recogió al cómplice y se dirigieron al residencial Villa Esperanza, donde reside la víctima para buscarla e inyectarla con la aparente intención de que el resultado fuera un aborto. No la encuentran porque se estaba pintando las uñas de blanco brillante y Santiago Sierra sigue rechazándole sus intentos de que lo perdonara.
“Estoy descontrolado, estoy descontrolado de verdad”, escribió el acusado a la madre de su hija a las 12:45 pm del 28. “¿Y qué pasó esa noche con un Verdejo descontrolado?”, exclamó el fiscal en su cierre.
Se reunió con Cádiz Martínez y conversan sobre el plan final. Salir a buscar a la mujer el día siguiente, inyectarle droga y tirarla por el puente. De un bulto de su antiguo trabajo de construcción, el cómplice sacó un cable de metal que cortaron en varios pedazos. Y en un zafacón del residencial Luis Lloréns Torres divisó el bloque de cemento que, dos años después, acabó frente a un jurado en la sala de un juez federal como pieza de evidencia.
Vea:
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