Fallece Juan R. Torruella, decano de los jueces federales puertorriqueños
El único boricua en servir en el Primer Circuito de Apelaciones tenía 87 años y fue un velerista olímpico.
Juan Rafael Torruella del Valle, el juez federal puertorriqueño de más largo servicio, el más influyente en el tema del status político de la isla y con una vida multifacética, murió hoy a los 87 años, confirmó NotiCel.
Torruella nació en San Juan el 7 de junio de 1933 y, tras estudiar en Estados Unidos y en la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico, comenzó su carrera legal como oficial jurídico del juez asociado del Tribunal Supremo de Puerto Rico, Pedro Pérez Pimentel, en 1957.
Su práctica privada continuó hasta que el presidente Gerald Ford lo nombró juez de distrito en Puerto Rico el 1974 para iniciar una vida robusta en la toga que incluyó ser Juez Presidente del Tribunal de los Estados Unidos en Puerto Rico de 1982 a 1984, ser el primer, y hasta ahora, único, puertorriqueño nombrado para servir en el Primer Circuito de Apelaciones en Boston desde 1984, ser Juez Presidente de ese foro apelativo de 1994 a 2001, y continuar su servicio allí hasta su muerte.
Durante su mando, el Tribunal de los Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico creció de una corte con tres jueces a una con siete jueces. La presencia física del tribunal se amplió también del Viejo San Juan a Hato Rey y Ponce.
Torruella fue uno de esos casos raros en la judicatura, un juez para quien la toga no se convirtió en un escondite, sino en una armadura para salir al mundo, afuera del tribunal, a exponer su pensamiento sobre distintos temas sociales.
El pensamiento jurídico de Torruella durante sus 46 años vistiendo la toga cubrió mucho terreno o, como preferiría él por su formación como velerista, cubrió muchas millas náuticas y llegó a puertos muy distintos. Desde la visión más conservadora de sus primeros años hasta su más reciente liberalismo intelectual que lo llevó a abogar, desde el tribunal y desde afuera, por la descriminalización del consumo de drogas, la descolonización de Puerto Rico y, su última gran lucha en contra de la Ley PROMESA y lo que la misma significa para las nociones de democracia en Puerto Rico.
Las cientos de opiniones que emitió no se pueden resumir satisfactoriamente, pero se recuerda su orden para cerrar la cárcel La Princesa, que ahora es la sede de la Compañía de Turismo y que una vez tuvo confinado a Pedro Albizu Campos, por las condiciones infrahumanas en que vivían los reclusos. También intervino en las condenas de la primera ola desobediencia civil en Vieques y Culebra en contra de la presencia de la Marina de los Estados Unidos a fines de la década del 70. Más recientemente, desde su posición como juez apelativo emitió opiniones sobre Puerto Rico que ayudaron a que las controversias llegaran al Supremo federal, como su decisión de que los nombramientos de los miembros de la Junta de Control Fiscal eran inconstitucionales.
Este mismo año desató un último viento jurídico con un caso en el que concluyó que a los puertorriqueños no se les puede discriminar en programas de beneficiencia como el de Ingreso de Seguridad Sumplementario (Supplemental Security Income, SSI, en inglés). Ese caso está pendiente ante el Tribunal Supremo federal.
En controversias no relacionadas directamente con Puerto Rico, su voto judicial más reciente de impacto fue el que ayudó a revocar la sentencia de muerte de Dzhokhar Tsarnaev quien, junto con su hermano, perpetró el bombazo del maratón de Boston en 2013.
En su última conversación con NotiCel, Torruella reflexionó sobre la muerte de su colega, el juez federal Salvador Casellas.
“[L]os jueces son humanos y no son un vacío, son el resultado de su experiencia y de su ambiente”, dijo en esa entrevista. En palabras que muchos suscribirían hoy al conocerse su muerte, Torruella dijo sobre su amigo que “Puerto Rico ha perdido a alguien muy valioso y nosotros los que lo conocimos hemos perdido a un amigo entrañable. Todo lo que yo diga no puede llenar el vacío”.
A la misma vez que desarrollaba su carrera jurídica, Torruella fue un pionero del olimpismo puertorriqueño e internacional como velerista, alcanzando el mayor reconocimiento del Comité Olímpico Internacional, la Orden Olímpica.
Obtuvo medalla de plata en los juegos Centromericanos de 1966 y 1974, compitió en los Juegos Olímpicos de 1964, 1968, 1972 y 1976. Para los juegos de 1984, fue el coach del equipo de vela de Puerto Rico. Fuera de competencia, capitaneó su velero, Danza, en un cruce Atlántico, Puerto Rico a España, en 1992, en una expedición al subártico canadiense en 1994 y a una circunvalación del hemisferio sur (19,000 millas) en 1996.
Le sobreviven su esposa, Judith Wirt, y sus cuatro hijos.
Para la biografía oficial de Torruella, pulse aquí.
Para una copia digital de su libro de 1988, The Supreme Court and Puerto Rico: The Doctrine of Separate and Unequal, pulse aquí.
Para su discurso, Puerto Rico al bate, en el que propone resistencia civil en contra de PROMESA, pulse aquí.
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