Aixa Vázquez: de su felicidad en el caserío y la desigualdad de la mujer en los medios
Vivió entre entornos de drogas, alcohol y violencia, pero no arrastra eso como debilidades sino como elementos que formaron su fortaleza, que algunos malcaracterizan como amargura.
Aixa Vázquez Camacho habla de su vida con total naturalidad y se declara feliz a pesar de haber vivido situaciones que para otros pudieran resultar incapacitantes o traumáticas.
Se crió en el residencial Lloréns Torres, en el apartamento 2402 del edificio 109. Ahí transcurrió su infancia, la que describe como feliz, en medio de una numerosa familia, que son las miles de personas que ahí residen. Era lo que conocía. Vio transacciones de drogas, muertos y violencia, pero vio más allá. Conoció mentes brillantes, amigos y talentos y buenos actos que no se destacan en las noticias.
Aixa habla lo que piensa y como lo piensa. Y no busca endulzar las circunstancias en las que vivió. Sorprende más, sin embargo, el temple con el que habla de ellas. Es una fortaleza que ella misma desconoce de dónde surge. No arrastra traumas, los bloqueó. Y esa es la clave para estar donde está hoy, con una carrera de 24 años en los medios de comunicación.
Habló con El Push de la Mañana, edición estelar, un día luego de salir del trabajo. Llegó con retraso involuntario por las asignaciones del día. Linda, espigada y sin rodeos. Se describió de inmediato como una chica de caserío con una vida normal, tras lo cual narró circunstancias que no lo resultarían para mucha gente.
Hay cosas que no recuerda de su niñez. Sabe que su mamá estaba ya separada de su papá cuando decidió ir tras él a Nueva York para, a propósito, quedar embarazada. Producto de eso, nació ella.
Es la tercera de tres hermanos de esa relación. Tiene una cuarta hermana -de parte de padre- con la que tiene poco contacto.
El mundo de las drogas y el impacto en su familia
Su padre estuvo presente pero no guarda muchos recuerdos de él. Uno que otro montada en su Toyota de cuatro puertas. Y siempre, siempre, siempre con Schaeffer en mano. Ya de grande supo que era usuario de drogas, pero de eso no se percató´.
Las drogas son parte de su entorno y vida desde ahí, y luego lo vio extendido en sus dos hermanos, uno que murió asesinado a los 25 años por entrar a tirar drogas donde ya había un tirador. Se metió en el gallinero de otro. Y la consecuencia estaba escrita.
También la vive aún con su hermano mayor, quien es usuario hace 35 años y tan reciente como la semana pasada salió de prisión. Ese tiempo en prisión, dijo, le dio paz y consuelo a ella. Al menos sabía dónde estaba y que estaba seguro. Ya cuando salió, volvió a desaparecerse. Asegura, resignada, que vive esperando la llamada en la que le informen de su muerte.
Fueron criados por la misma madre, con los mismos valores y bajo el mismo techo. Pero ella no se dejó seducir por ese mundo de drogas al que nunca le encontró “el fun”. Resiente con un pequeño dejo de emoción que sus hermanos no hayan pensando en el dolor que le ocasionaban a su madre y que hayan sido desertores escolares por la droga. Y se molesta, porque haber sido pobres no es excusa.
No suele llorar en público, lo que le ha ganado alguna fama de insensible, pero asegura que ha llorado en su intimidad por el dolor causado a su madre y por la impotencia suya con el problema. Le aterra pensar que sus gemelos, Lorenzo y Leonardo, puedan caer seducidos ante ello, así que trabaja incansablemente para sentar las bases para que no sea el caso.
Tampoco es que se crea perfecta. Admite que cortaba clases, se escapaba para la playa y no era la gran estudiante. Pero tuvo momentos de enfoque en que reconocía que solo la educación le cambiaría la vida.
A los 15 años huyó con su madre con solo un bulto de ropa y a las millas, para alejarse de su padrastro, un hombre que recuerda como severo, violento y que llegó a castigarla arrodillándola por horas encima de un guayo y en ropa interior.
Su madre, su ídola, no cumplió sus sueños de ser educadora o azafata. Dedicada a sus hijos, trabajó en tiendas por departamento y en fast foods. No habían lujos pero siempre tuvo comida, aunque fuera la misma dos o tres días corridos.
Esa infancia de inestabilidad, que aún así caracteriza como feliz, fue nada en comparación con el momento en que decidió ir a la universidad. Estudió secretarial en la Gabriela Mistral y trabajó con un abogado y CPA. Entró a la Universidad de Sagrado Corazón, un lugar que ella creía era solo para “blanquitos”.
Así que no dejó de trabajar. La carga estaba dura y el primer año prácticamente se colgó. Con un promedio de 1.16 y a riesgo de que la expulsaran porque estudiaba con una beca especial, tocó la puerta de la gran Socorro Juliá, hermana de Sagrado Corazón. Con compasión y viendo su deseo genuino de enderezar el camino de su vida, le dio trabajo en la universidad para que no perdiera tanto tiempo yendo y viniendo del trabajo en guagua pública. En un vídeo de archivo de WapaTV la hermana dijo recordar perfectamente el momento en que le ofreció pagarle el mínimo y Aixa aceptó.
Su llegada a los medios y el nacimiento de Titi Aixa
En su último año decidió que necesitaba ganar experiencia y se fue a trabajar gratis a WKAQ, 580. A los seis meses le dieron trabajo. A los dos años de estar ahí se fue a Notiuno, motivada por el salario. Y cubrió su experiencia periodística que más atesora, la salida de la Marina de Vieques. Todavía recuerda sus emociones al narrar ese momento histórico con el que se identificaba.
Su capacidad la hizo notable y la llamaron de WapaTV. Ahí la historia ya cuenta con casi 20 años ininterrumpidos de madrugadas que comienzan a las 2:30 am. Estando ya en WapaTV tuvo sus propios percances de vida y fue acusada por guiar en estado de embriaguez, lo que solía hacer en los jangueos que admite que eran diarios. Agradece esa experiencia porque le dio “contra el piso” para corregir sus costumbres que, según dijo, pudieron haberle ocasionado la muerte. A ella, o a otros por su culpa.
Resiente que la televisión sea un mundo ingrato para las mujeres, donde importa más la imagen que lo que se dice. Sabe que las arrugas y las canas comienzan a aparecer a sus 45 años y asegura que siempre hay un riesgo de que te desechen, muy diferente al caso de los hombres.
Por años vivió inequidad salarial y falta de oportunidades. Le pasaban por el lado las nuevas - y según ella más lindas- y le daban a ellas las oportunidades. Pero, el reclamo que hizo Celimar Adames, hoy mujer ancla en Teleonce, obligó a WapaTV a abrir los libros ante la EEOC - Comisión de Igualdad de Oportunidades- federal. Hubo que retribuirla de manera retroactiva y enmendar la desigualdad. Y se siente hoy cómoda.
De Titi Aixa, la sección en la que felicita a los televidentes y baila con cosas estrambóticas, habla con cariño porque, aunque se resistió en el inicio, se dio cuenta de que hay mucha gente que el día de su cumpleaños sólo tiene su saludo. De hecho, Normando Valentín, su colega madrugador, fue quien la bautizó así, "Titi Aixa". Algunos la han tildado de frívola y payasa por la sección. Ella no lo ve así y defiende a sus cumpleañeros con pasión.
En lo personal, ser madre es su proyecto más amplio y bello, misión que lleva junto a su madre y junto a Mario Javier Torres, un rescatador de su ser que Dios le puso en el camino con el que se casará el próximo 2 de abril de 2022.
Los gemelos nacieron como resultado de una estimulación de ovulación que buscó a los 8 años de convivencia con Mario. Hubiera querido tener 5 ó 6. No le tiene miedo, aunque Mario, según dijo, duerme en una cama contigua a la suya, porque los gemelos se niegan, a sus seis años, a salir de su cama. Su primera experiencia como madre fue con Paola, la hija de Mario que tiene ya 20 años.
Aixa no es ni amargada ni insensible. Es una mujer fuerte que no es lo mismo, ni se escribe igual.
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