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Juliana Ortiz: la bailarina clásica que no querían por negra

Tenía afro y era negra. Parecía un nene. Y un buen día una maestra le dijo que no había espacio para ella. Y se prometió hacerla quedar mal.

- Entrevista a Juliana Ortiz para el Push de la Mañana, edición estelar.
Foto: Juan R. Costa / NotiCel

Juliana Ortiz Ríos tiene 40 años y 28 de carrera artística.

Comenzó muy chica- tras la separación de su padres- a estudiar ballet clásico como un mecanismo que eligió su madre para que no viviera los traumas de la situación. Fue una separación cordial pero, de todos modos, había que buscar una alternativa. El rigor y la disciplina fueron el modelo.

Creció en la calle San Justo del Viejo San Juan. No tenían carro pero se las arreglaban para ir, primero a la Escuela José Julián Blanco, y luego a Bayamón, a las clases profesionales con Joey Chevres y Sophy Sanfiorenzo, en lancha o en guagua de la AMA.

Exhibe con orgullo su carrera y no es para menos. La exhibe casi tanto como su negritud, la que en un momento pudo haber puesto punto final a su sueño de bailar de no haber tenido el carácter para enfrentarlo.

En la José Julián Blanco, escuela especializada en ballet clásico, era la única estudiante negra. Y una maestra lo veía mal. Y se lo dijo. “No hay bailarinas clásicas con afro”. El impacto de esa expresión marcó la vida de esta bailarina y coreógrafa que, aunque lloró por ello, lo tomó en sus espaldas y lo convirtió en misión. Sería la más disciplinada. Sería la mejor.

En entrevista con El Push de la Mañana, edición estelar, tuvo que tomar aire para hablar del tema. Buscó fuerza interna para hablarlo, porque aún hoy hay quien osa reclamar sus lágrimas y la invita a “superarlo”. Claro, no lo vivieron como ella. Y está plasmado de manera clara en su libro “La danza cura heridas”, un ejercicio de liberación personal.

Vivió muchas veces el pedido de que se pintara de blanca, que era muy oscura y no apta para el papel. Nunca fue bailarina de competencia. Pero paradójicamente vivió la competencia entre su mérito y valor contra el dinero y los favores políticos que también daban acceso a las compañías de baile y a papeles protagónicos.

Pero su carácter disciplinado venció todo eso. La disciplina le viene en el ADN. Su madre, una empleada de gobierno, era secretaria de la Comisión de Asuntos Gallísticos y su padre, un atleta de alto rendimiento que fue director de las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria de Puerto Rico (LAI) y empleado del Departamento de Recreación y Deportes.

Tiene dos hermanas, Moraima y Carolina, son sus panas y los amores de sus padres y juntas mantienen la promesa de cuidar a sus padres hasta el último día de sus vidas, como lo hizo su padre con su madre- hasta el día de su muerte.

Juliana ha usado su formación para trabajar en grandes proyectos internacionales y locales. Bailó con Juan Gabriel, pero también con Gilberto Santa Rosa y Luis Fonsi. También con reguetoneros. Por qué no. Su formación clásica solo fortalece su experiencia comercial.

Pero el baile ha sido más que una carrera y una forma de ganarse la vida para Juliana. En sus manos tiene un proyecto de arte creativo que ha llevado a las cárceles de Puerto Rico. Ha visto vidas transformadas por el solo hecho de tener acceso al baile. Por eso no cree en las cárceles, filosóficamente hablando. Cree que en Puerto Rico ha faltado el acceso igualitario a las artes y a la cultura, y que en ausencia de ello, han aflorado los males sociales.

Cree en la rehabilitación, por supuesto, pero cree más en atajar el problema, que no sea necesario llegar ahí.

Y claro, esa sensibilidad impide que no se involucre con esa comunidad y ha promovido incluso indultos de confinados, siendo el más sonado el caso de Ashley Torres, quien recibió un indulto condicionado de la entonces gobernadora Wanda Vázquez Garced. Ashley fue hallada culpable del asesinato de su hermano, a pesar de que ningún testigo pudo dar fe de que fue ella quien lo acuchilló. Cuando Proyecto Inocencia la llamó para que diera fe de los méritos para el indulto, Juliana rápidamente sirvió de testigo, mediante carta, de las ganas y el valor de la joven, a quien describe como competitiva y disciplinada.

Su hijo, Javier, es su otra debilidad y vuelve a llorar durante la entrevista. Resiente no haberle dedicado más tiempo. Lo parió a los 19 años. Fue una niña criando a un niño en medio de una carrera demandante y de tanta exigencia. Con el paso de los años, esa culpa la transformó quizás en sobreprotección.

Juliana ha sido parte de proyectos televisivos como Lo Sé Todo, La Noche es Nuestra, La Videoteca del Nacional, y Hoy Día, entre otros.

Le falta mucho por lograr a esta sandunguera incansable, a la bailarina, a la mamá de Javy, a la negra que querían que fuera blanca.

Vea la entrevista completa, aquí:

Egresada de la Universidad de Puerto Rico. Periodista con 23 años de experiencia en los medios de comunicación. Mamá de Manu, portavoz de la adopción de niños grandes y creadora de #primerizayqué