Nos fuimos de viaje con Glenn Monroig
El cantautor que marcó la vida de varias generaciones habló en entrevista con El Push de la Mañana, edición estelar.
Entrevistar a Glenn Monroig es viajar en el tiempo, no solo de sus canciones, sino de su vida. También de las emociones propias que se sintieron al crecer escuchándole.
Es una enciclopedia que no se oculta. Es un rebelde con causa que desde muy pequeño decidió no echarse luchas que no fueran las naturales nacidas del amor y que con el paso de los años ha decidido huirle a las presiones como el diablo a la cruz.
Llegó a nuestra cita algunos minutos antes de lo pautado, las 11am de un día de semana, pero había advertido que le avisáramos cuando el equipo estuviera listo, como para no perder tiempo. Estaba ajetreado antes de.
Llegó vestido de negro y en mahones, cargando el casco de su motora y exhibiendo un sinnúmero de tatuajes, cada uno con su definición e historia.
Una vez comenzó la entrevista, no mostró prisa, sino todo lo contrario. Habló con el fotoperiodista, le montó conversación al hijo de esta reportera y comenzamos.
“¿Cómo tú te llamas?”. De ese modo comenzó él, en tono de broma, entrevistando a la entrevistadora.
En esta etapa de su vida, en la que mayormente hace consultoría como comunicador, así como trabajos publicitarios y música a futuro, aseguró que está “atendiendo” su vida, a sus hijas, haciendo ejercicios, fomentando su mundo interior, leyendo, corriendo bicicleta o “rodando” y jangueando con sus panas.
El próximo 2 de julio su padre habría cumplido 87 años y planifica hacer algo a modo de celebración con su amigo Silverio Pérez.
Y como siempre, cuando se refiere a su padre, el gran bolerista Gilberto Monroig, se le ponen los ojos chiquitos y habla de “papi”.
“Papi es papi”, dijo.
La entrevista se realizó, de hecho, unos días antes del Día de los Padres.
“Eso es de la sociedad de consumo. No tiene ningún significado. Yo trato de mantenerme al margen. La sociedad de consumo llega el momento que te roba la paz. Uno vive en un fight or flight. Se las han arreglado para tocarnos los botones todo el tiempo”, dijo.
Para salir de ese mode quitó las alertas de su teléfono celular. “Y cuando Titi Wanda puso la cosa aquella yo enseguida quité aquello. Del saque. Es como una novela de George Orwell”, dijo, refiriéndose a la alerta que emitían las autoridades cuando Wanda Vázquez Garced era gobernadora y la pandemia del covid-19 estaba en pleno apogeo y se estableció el toque de queda.
“Yo me dije: eso a mí no me va a hacer bien. Yo puedo mirar el reloj y saber a qué hora tengo que estar en mi casa”, expresó.
Eso, y los llamados constantes al distanciamiento físico son para él surreales.
“Yo no les hago caso. La seriedad que la gente le pone a eso y la mala relación que tenemos con la muerte… El ser humano vive en una lucha constante con su mortalidad y eso es tan absurdo porque eso es lo único seguro que hay”, dijo.
Y este hombre sabe de lo que habla. Se sintió cercano a la muerte en un episodio cardíaco que tuvo en el 2012 mientras corría bicicleta en su sitio favorito del mundo, el paseo lineal de Bayamón.
“Me dije: ahora es que es, pero me invadió un sentido enorme de gratitud, de qué bueno estuvo este viaje”, aseguró. Dijo no haber tenido esa experiencia extracorporal, pero estaba convencido de que iba a morir.
“Eso estaba encaminado. Ya yo había hecho el delta”, dijo.
Ese sentido de agradecimiento en su cercanía a la muerte se debió, según dijo, a que su vida ha sido una película hermosa.
En esa película hermosa, como protagonistas, están sus padres Gilberto y su madre Hellen. Pero esa es, además, una historia trágica. Su padre, a pesar de su gran fama, era adicto a la heroína, algo de lo que él se enteró muy temprano en su vida, y a lo que llama una de sus “debilidades”.
Su madre y él crearon, dicho por él, una relación “emocionalmente incestuosa” y vivieron por años como rescatadores del cantante.
Acepta que su vida la vivió con roles invertidos entre él y su padre.
“Yo soy un niño traumado. Con orgullo lo digo. Cuando tú tienes que encarar unas responsabilidades que están por encima de lo que tú estás supuesto a estar viviendo como niño, como criatura, eso te marca de por vida”, dijo.
¿Se cambiaron los roles de padre-hijo?, le preguntamos. “No tienes idea. No tienes idea”, respondió.
Glenn esperaba a su padre en ocasiones, hasta las tres de la madrugada, para asegurarse de que estuviera vivo. Fue una etapa de sufrimiento que desembocó, tristemente, en un gran alivio para él cuando falleció de cáncer en el pulmón. Tal fue el alivio que escribió unas palabras de duelo que resultaron muy controversiales y que según relató, provocaron que un sector del público y de la prensa lo hicieran pedazos: “Para ustedes fue su voz, para mí fue mi lamento. Para ustedes, un cigarrillo, luz, nostalgia y un bolero. Para mí fue un hijo de puta, un padre, un hijo, un hombre bueno”.
Esa relación fue de todas las maneras posibles, bella, terrible, dolorosa, pero aún así, el amor a su padre quedó plasmado en sus ojos y en su sonrisa, pero también en canciones como “A papi” y “Vivo orgulloso de ti”.
Más allá de su vida personal, que incluye dos matrimonios e hijas, “putativas” y propias, está el Glenn que se enciende con cualquier tema.
Habla de la equidad, en la que ha creído siempre y que plasmó cuando nadie hablaba de homosexualidad, en canciones como “No finjas” y “Me dijeron”. Pero resiente lo que él llama “fundamentalismo liberal”. Además, resiente que las luchas no se lleven hasta el final.
“Sí, lo veo… Una vez tú has reprimido a unas personas tanto tiempo llega el momento inicial de responder es como un whip lash. Entonces no es equidad porque está el resentimiento de haber sufrido tanto. Eso crea una situación social que no es la mejor. Los seres humanos somos seres humanos. Eso no nos define. Mi preferencia sexual no me debe definir”, dijo.
“Este es el país del follón. No es por desmerecer la seriedad de los issues pero nosotros no nos quedamos con los issues hasta resolverlos. Seguimos blabla, entonces perdemos la presión y llegó Navidad y ahí quedó. Debemos quedarnos con ellos hasta resolverlos. Vivimos la vida bregando con los efectos y no trabajamos las causas”, sostuvo.
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