El contexto de la crisis y la crisis del contexto
Las diversas posturas e imposturas que surgen cada vez que conflictos huelgarios se asoman en la Universidad de Puerto Rico tienden a convertir la esfera discursiva en una lucha más pasional que política. Si bien a todos nos puede resultar sobrecogedor la magnitud de lo que está en juego (de ahí la severidad de las emociones) es necesario que prevalezca un análisis político de la situación que sea diferenciado y honesto respecto a la medición de fuerzas de las partes del conflicto como a las diferencias ideológicas que lo median. El objetivo de esta intervención es ofrecer un esbozo que busca contribuir a este análisis.
Sin embargo creo necesario advertir tres asuntos que no me interesan discutir, no porque no sean importantes sino porque precisamente son las cosas que a mí juicio oscurecen el debate político sobre la situación actual.
En primer lugar, no discuto el derecho a la huelga del sector estudiantil. La huelga es una estrategia política que considero rebasa la perspectiva legalista sobre el estado de derecho. En tanto estrategia política la discusión debe girar entorno a lo adecuado o inadecuado de ésta considerando las condiciones que son necesarias para su éxito o fracaso. En segundo lugar, tampoco discuto el asunto de la acreditación de la Universidad de Puerto Rico. La acreditación está amenazada por todas partes tanto desde el gobierno como desde la complejidad de la situación universitaria. En tercer lugar, encuentro irrelevante discutir la posición de la Rectora Interina del Recinto de Río Piedras en lo referente al análisis político. Esto es un problema de la aplicación de las políticas institucionales desde las cuales la rectora ejerce su función y que no veo tenga interés en escaparlas en tanto rectora. Esto ha sido así desde el establecimiento de la política de no confrontación. Entrar en esa discusión es reproducir el juego de las culpas. La culpa pertenece al ámbito del moralismo, mientras que lo que la situación requiere es una perspectiva política no una moral. Es precisamente el asunto del moralismo lo que a mi juicio debemos evitar.
Lo que busco esbozar es el contexto de la crisis y la crisis del contexto. En cuanto al contexto de la crisis me refiero al ambiente político que refleja la ciudadanía en Puerto Rico. Es decir, nos encontramos en un ambiente donde la mayoría de los puertorriqueños le han dado la bienvenida a la Junta de Control Fiscal. Esto es un reflejo de la profunda despolitización que hemos sufrido como demos a causa de la ola de corrupción y la cultura clientelista que ha aniquilado la democracia en el país. Cuando hablo de la crisis del contexto me refiero a una suerte de fariseísmo invertido donde el moralismo ha desplazado lo político.
El contexto de la crisis
La victoria electoral del PNP en las pasadas elecciones estuvo basada en una campaña política que abiertamente endosó dos elementos devastadores para toda la oposición política. En primer lugar la victoria se dio bajo una plataforma de gobierno conocida como El Plan para Puerto Rico. En segundo lugar, el gobernador electo explícitamente apoyó y dio la bienvenida a la ley conocida como PROMESA y su Junta de Control Fiscal. Sin entrar en los factores políticos, sociológicos o históricos de la victoria electoral, lo menos que ésta significa es que la mayoría de los electores ofrecieron su consentimiento a una plataforma de gobierno que por un lado tiene como finalidad explícita la estadidad y por otro políticas neoliberales que también están explícitamente contenidas en dicho Plan. Cualquier respuesta o reacción que queramos articular aquellas/os que deseamos combatir el poder político-partidista imperante tiene que tomar en consideración la cruda realidad que son las/os electores puertorriqueños y puertorriqueñas. Por ello es que todo llamado a la ‘unidad del pueblo' es meramente performativo si no asume de entrada que está llamando a un pueblo cuya mayoría irónicamente apoyó y presumiblemente apoya las medidas draconianas que han comenzado a asomarse. Así, en las pasadas elecciones generales ganó la desregulación financiera y laboral además de la privatización de sectores de servicios públicos. Esto requiere de una explicación que no intento ofrecer aquí, pero que no debe resultar sorpresivo dado que todas las medidas que el ejecutivo ha estado aprobando están presentes en la plataforma de gobierno. Por ello, cada vez que el Gobernador enfrenta una pregunta o cuestionamiento de lo que se legisla u ordena ejecutivamente, su respuesta la resume la famosa escena del 'Plan, Plan, Plan'. Ciertamente, esta escena ha resultado profundamente desoladora para la diversidad de subjetividades que cacofónicamente objetamos las políticas de austeridad que laceran cualquier telos de justicia social.
Aquí surge el problema más grave: la crisis del contexto dentro del ámbito universitario.
La respuesta de una parte del sector estudiantil, pues no podemos olvidar que el paro solamente se está dando en Río Piedras, ha sido encaminarse a un proceso huelgario. Sin embargo, este camino no es solamente un problema de estrategia, sino más bien representa una diferencia profunda sobre cómo la política media lo político. Un problema medular que encuentro en las posiciones presentadas por los portavoces en el Recinto de Río Piedras sugiere una perspectiva unidimensional de lo político. Un departir de una categoría unidimensional de lo político busca reconocer no solo la historia sino la historicidad de la actividad propia del ciudadano. De aquí que los estudiantes buscan actuar como ciudadanos a la vez que fetichizan la institucionalidad de la UPR como vehículo de lucha política y social. El espacio universitario es utilizado para arroparse en una suerte de manto de virtud que no le ofrece otros espacios. Esto no es un problema en sí mismo, pues toda operación política que busca hegemonizar el campo tiene que comenzar en un espacio que se entienda tiene la posibilidad de expandir la lucha en cuestión. Sin embargo, para que esa movida funcione políticamente se requieren condiciones que ni están presentes ni el momento mismo producirán. La apuesta estudiantil es que las produzcan; pero eso es un síntoma de nuestra precariedad política como pueblo, como ciudadanía.
Por el contrario, las condiciones que produce el paro estudiantil y la posible eventual huelga resultarán no solo adversas al movimiento, sino que probablemente benefician al discurso del Gobernador. En qué sentido? Al menos en los dos siguientes: debido a que internamente no solo estamos profundamente divididos en cuanto a la huelga, sino que ésta no tiene apoyo concreto de ningún sector. Abundaré sobre esto en breve. El escenario que surge es el de una comunidad que no puede constituirse como tal en cuanto comunidad que comparte un destino. Esto fortalece al gobierno a la vez que pinta la universidad en su cruda realidad ante la esfera pública. La realidad es cruda por ambas partes: la injerencia de las agendas político-ideológicas externas irónicamente enlazadas con la politización de los intereses internos encontrados de los docentes, estudiantes y empleados.
El problema fundamental que enfrentan los estudiantes es que buscan la universalización de una lucha particular (el recorte presupuestario a la universidad) como representante de las políticas de austeridad de una Junta de Control Fiscal colonial en concubinato con el gobierno. Esta movida, que esencialmente es la búsqueda de una articulación hegemónica contra el colonialismo y todo lo que esto implica está advocada al fracaso político en el contexto actual. Si bien no podemos subestimar a un grupo por ser pequeño, este tipo de acción solo funciona desde la fuerza que a mi juicio no tiene el movimiento estudiantil ni tan siquiera si contaran con el apoyo docente y no docente. Los gestos pusilánimes del sector docente en su asamblea general tanto como las declaraciones del liderato de la HEEND y el Sindicato son imposturas discursivas que buscan congraciarse con los estudiantes que protestan, pero que resultan evidencia de la debilidad política del paro. La evidencia más contundente de esta debilidad de fuerza que sufre el movimiento estudiantil se revela con el hecho de que las organizaciones propiamente sindicales de la UPR no están en huelga. Ni el sindicato ni la Hermandad han declarado huelga en la Universidad de Puerto Rico.
Igualmente, la moción de unirse inequívocamente al paro y eventual huelga declarada por el sector estudiantil también fue derrotada en la reunión del claustro del Recinto de Río Piedras. Este escenario no es solo un problema de poder político, es un síntoma de nuestra debilidad cívica como colonizados. Lo que esto significa políticamente es que las/os profesoras/es que diferimos de las acciones de los estudiantes no tenemos ni la fuerza ni la voluntad política para detenerlos así como los estudiantes no tienen la fuerza política para detener al Gobernador. Para tener esa fuerza política necesitarían el apoyo de una ciudadanía cuya mayoría apoya la presencia de la JCF.
La JCF ha producido una indignación mediática, mientras que no ha resultado así en lo referente a la opinión pública. Las intervenciones de la élite mediática de comentaristas radiales no se debe confundir con indignación pública ante lo que a todas luces es la afronta colonialista más severa que ha experimentado Puerto Rico en las últimas décadas. Decenas de miles de personas históricamente han salido a protestar a la calle por mucho menos que lo que está ocurriendo: la venta de la telefónica, los despidos de empleados públicos bajo el gobierno de Fortuño entre otros. Sin embargo, vivimos un momento donde las uniones han sido eviceradas, los empleados públicos enfrentan el ataque más severo a sus condiciones de trabajo y ni hablar de los empleados de la empresa privada; la precarización del país va viento en popa, vienen impuestos a diestra y siniestra. La despolitización de este pueblo ha sido tan severa y el individualismo liberal ha resultado tan hegemónico que no parece haber luz al final del túnel. Lo que a mi juicio es meridianamente claro es que el Recinto de Río Piedras no va a ser la fuente de esa luz que tantos andan buscando.
No se trata de pedir garantías al resultado de una lucha política sino de reconocer que para que unas posiciones tengan posibilidad estas requiere de condiciones históricas que están ausentes en estos momentos. Más importante aún, es un error de juicio pensar que desde la universidad se pueden crear esas condiciones. Pero la crisis del contexto es más severa aún.
El ambiente discursivo y de debate universitario obstaculiza profundamente todo esfuerzo de discusión abierta. Clasificar a quienes disiente de una estrategia política como meros sujetos pasivos significa que la actividad o acción es aceptable únicamente bajo los términos que una parte establece. Esto ha quedado claro tanto en las intervenciones de los representantes de la APPU como los portavoces de los estudiantes riopedrences. Ello cuando condicionan el diálogo al posicionamiento político-partidista de una organización pseudo-sindical. La tragicomedia surge cuando la posición es fantasmagórica en sí misma. Es decir, quién ha escuchado algún grupo en la universidad defender a la JCF? Quién en la universidad defiende el colonialismo? Quién defiende el imperialismo? Ya ni tan siquiera los partidarios del PPD se identifican con el estatus político actual, de ahí la crisis de ese partido. La gran ironía radica en que el monopolio de los términos de la disidencia se constituye a su vez en la aniquilación de lo político bajo una suerte de fariseísmo invertido. A lo que me refiero como fariseísmo invertido tiene dos características centrales. En primer lugar, a que la resistencia la convierten en un asunto esencialmente moral en vez de político. Dado que la política parte del reconocimiento de una diferencia irreducible mientras el discurso huelgario actual se ampara en una identidad monolítica pues alegadamente la única acción viable es la paralización de la universidad. Y si existen pretensiones de otras acciones, éstas tienen que ser presentadas bajo los términos del paro convirtiendo una estrategia (que es inmanentemente legítima) en un fetiche en tanto está exento de mediación alguna comenzando por la experiencia histórica y las coordenadas políticas actuales. La otra característica de este fariseísmo invertido la encuentro en la deferencia irreflexiva a las posiciones del Consejo General de Estudiantes. 'Que vivan los estudiantes!' se convierte en un mantra de deferencia basada en una impostura progresista en vez de un análisis político de la situación. La imaginería y el discurso apocalíptico de la destrucción de la universidad ciega la posibilidad de su transformación interna. Ciertamente, esta transformación tiene dos obstáculos enormes. Internamente se enfrenta al inmovilismo de la administración central amparado en el centralismo inoperante de la junta universitaria y los senados académicos. Externamente se enfrenta a la farsa del ejecutivo y la Junta de Control Fiscal. Sin embargo, el hecho de que sea una farsa no significa que debemos subestimar su efectividad política. El posicionamiento del Gobernador ha sido políticamente astuto y altamente efectivo. Por un lado este reclama el mayor respeto a la autonomía universitaria al no ejercer su prerrogativa de nombrar a sus partidarios a la Junta de Gobierno de la universidad. Objetivamente esto implica la no intervención partidista. Por otro lado, el Gobernador se enfrenta discursivamente a la Junta de Control Fiscal proponiendo que el recorte presupuestario de parte del estado resulte en casi 50% menos de lo requerido por la JCF. Tan astuta es la movida que el Gobernador termina ofreciendo 50 millones de recortes adicionales en salud para ser transferidos a la UPR. La seriedad de este discurso se confirmará o se desenmascarará cuando el gobierno presente el presupuesto. Mientras tanto la movida es ganadora para el Gobernador.
Esta escena no se da en un vacío contextual respecto a la educación superior pública. Esto es algo que nadie parece querer atender. Aquí radica un error estratégico de la oposición. El horizonte de la resistencia y la acción debe estar mediado por el proyecto educativo plasmado en la plataforma de gobierno que llevó a Rosselló a la victoria electoral. Es en el dichoso Plan para Puerto Rico donde se encuentra la transformación que busca el Gobernador para la misión de la universidad pública. Cuando contextualizamos la situación dentro de estos parámetros un análisis sosegado puede ver la huelga como una opción contraproducente como defensa de la Universidad. El resultado trágico de esto es que irónicamente la huelga se convierte en cómplice de ambos obstáculos para llevar a cabo las transformaciones necesarias en la Universidad desde la comunidad universitaria: el obstáculo que implica la administración central como el Gobernador. Si esto no cambia, al final del año comenzaremos tristemente a ver la Nueva Universidad de Puerto Rico esbozada en el 'plan, plan, plan' del que nadie en la UPR parece querer hablar. Por que como es un asunto de principios, como hay que hacer algo porque sí, porque tiene que ser la huelga, porque sino entonces estás en el inmovilismo del supuesto confort que viven los docentes, porque si no estás con la huelga estás con la colonia. Negro, please!
*El autor es Catedrático en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.